Siempre se plantean encrucijadas, sobre todo en vísperas de definiciones. Los comicios de agosto y octubre de este año son decisivos. De ellos dependerá que la Argentina siga acrecentando el rencor y la confrontación internos y el anclaje en vetustas ideas o, en contraste, inicie una era – esperemos que continua y sostenida – de unión y prosperidad (si fuéramos brasileños diríamos de ‘orden y progreso’).
La opción de los dirigentes, especialmente de los principales, se vincula con la valoración de un factor esencial: ¿Qué anhela la gente? ¿Futuro o insistencia en antiguos moldes y arcaicos conceptos?
En UNIR, nuestro partido nacional que está dotado de pensamiento, ideas y propuestas – consecuentemente, muy lejos de esas cáscaras vacías, comúnmente llamadas ‘sellos’ -, creemos que el objetivo primordial de la hora es abrir un ciclo nuevo en el país.
Una apertura es, además de un desafío, un sinfín de complejidades. Implica una apuesta no exenta de audacia. Más fácil es refugiarse en lo preexistente y darle una pátina de barniz para que aparezca falazmente novedosa. Lo anterior está anclado y posee recursos y estructura. Ciertamente enmohecida, pero aparato al fin. En cambio, buscar lo nuevo de verdad es difícil e incierto. Sin embargo, es lo que hay que hacer en esta hora.
Nada trascendente en la historia se hizo con la corriente a favor. Todo lo memorable fue contracorriente. Es la dificultad la que depara resultados profundos. Requiere temple y también no caer en la tentación del facilismo.
Hoy lo que nos debe convocar es darle respuesta y propuesta a las ansias de futuro que plantea el pueblo. Ese futuro se construye sobre una síntesis diversa que aglutina a lo mejor del pasado, desde las banderas de progreso de la generación del 80 del s.XIX hasta las tres de Perón pasando por la Reparación de Yrigoyen. Recoger lo viejo no significa proponer el pasado. La clave está en que de la síntesis emerja y alumbre el rumbo distinto.
Cobijarse en el Justicialismo disidente es peligrosamente bordear el fantasma de ‘más de lo mismo’, ese del que se fugan millones de jóvenes. Y también de otras franjas etarias.
En octubre de 2013 fue resonante, en la provincia de Buenos Aires, el triunfo de una propuesta construida desde la diversidad y con vocación de porvenir. Fue claramente el ideal de cambio buscando un signo diferente. Nada de anti, pero tampoco nada de acomodamiento al pasado. Fueron justicialistas, radicales, vecinalistas, nacionalistas – que los hay y muy equilibrados -, desarrollistas y sobre todo independientes los que se enlazaron en una constelación diversa a la que le imprimieron unidad de destino. Y ganaron.
Nos parece un paso atrás hacer justicialismo disidente. Esa etapa ya pasó. Ahora hay que forjar futuro, abrirle cauce a un país trabado. Sólo así le podremos soltar las riendas a la Argentina. Y ya se ha probado en la historia que si a la Argentina la dejan crear, producir, hacer, es asombroso lo que logra.
Me atrevo a sostener que será más ‘gobernable’ el país a partir de diciembre de este año si transitamos un camino de cambio que si nos tentamos por seguir en ‘más de lo mismo’. La gobernabilidad dependerá del grado de confianza que inspire el nuevo gobierno y esa credibilidad se sustentará en la intensidad de las transformaciones que se emprendan.
Reformas, vale precisarlo, tanto intangibles – institucionalidad, apego a la ley, ética, fin de la impunidad, menos burocracia, presencia de la buena política, imperio del respeto al otro – como visibles y materiales – infraestructura energética y vial, puertos, canales, pymes nuevas, expansión de la producción, mayor tecnología, más valor agregado a nuestro trabajo.
Ciertamente, reformas no significa que demos pasos al vacío y menos al abismo. Los cambios deben ejecutarse calculadamente. Pero refirmo que sería letal persistir en ‘más de lo mismo’, con apenas un lavado de fachada. Habrá que, ineluctablemente, asumir el riesgo del cambio. El riesgo del statu quo es muchísimo más gravoso.
Los tres grandes presidentes históricos hoy nos aconsejarían ir hacia adelante. Con osadía medida, pero sin vacilaciones.
– Por Alberto Asseff
Diputado nacional
UNIR (Provincia de Buenos Aires)