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martes, abril 16, 2024

Eduardo Alonso Crespo: “mi interés y mi compromiso son con el arte y la belleza”

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En entrevista exclusiva con Salta 21, el compositor y Master en Dirección Orquestal y Coral nos concede fragmentos de su vida artística. “Si hoy hay orquestas que entregan placer estético a los contribuyentes y que dan trabajo a los profesionales es porque existieron personajes y dirigentes visionarios”.

Desde la provincia de Tucumán, el músico argentino Eduardo Alonso Crespo accedió muy gentilmente a ser entrevistado por Salta 21 . Un hombre exitoso que conserva su sencillez y humildad, un caballero en todas sus dimensiones, virtuoso de la música de todos los tiempos, se ha convertido en un incuestionable talento a nivel mundial. Desde Salta 21 hemos aprendido a valorar su trayectoria y sentimos profundamente, que su participación en la Orquesta Sinfónica de Salta (Organismo al que quiere como a un hijo) debiera ser más asidua, uniéndonos así al deseo de muchos de los músicos que la integran. Y porque además, está vinculado al proyecto de su creación.

Su limitada participación en la compra de los pianos Kawai y Yamaha para la inauguración del Teatro Provincial de Salta, consistió en sugerir el asesoramiento del Mº Antognazzi para tal fin.

Presentarlo es difícil, pero los lectores deben llevarse una síntesis apretada y acotada de su biografía artística. Podemos comenzar diciendo que Eduardo es Master Summa Cum Laude en Dirección Orquestal y Coral de la Universidad de Carnegie Mellon, en EE.UU. Inmediatamente al recibir este título le ofrecieron trabajo y ha sido Profesor Visitante de esa universidad durante 21 años. Antes obtuvo los títulos de Profesor de Música e Ingeniero Civil en la Universidad Nacional de Tucumán. Su educación adicional la tomó de seminarios y talleres con los maestros Max Rudolf, Gunther Schuller, Julio Lazarte y Henry Holt. Fue, además, durante 12 años Director Titular de la Sinfónica de la Universidad Nacional de Tucumán, y también Director de la Orquesta Estable de la Provincia. Por más de una década fue Director Musical del Carnegie Mellon Contemporary Ensemble en EE.UU. También fue Director Invitado principal y Compositor Residente de la Sinfónica de Salta. Debutó en el teatro Colón como Director de Orquesta dirigiendo una aclamada versión de la Cuarta Sinfonía de Mahler al frente de la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón en 1998. Pero su debut en el Colón como compositor fue mucho más precoz: en 1982, con sólo 25 años, fue presentado como compositor en el Teatro Colón por la Camerata Lysy de Suiza, mediante concurso organizado por la Academia Nacional de las Artes. Desde entonces ha recibido 18 premios y distinciones de organismos nacionales e internacionales. El sello discográfico Naxos, el más extenso de música clásica, lo incluye como Director de Orquesta a partir de su grabación para este sello al frente de la Orquesta Real de Sevilla. Hasta la fecha su música ha sido estrenada en 24 países del mundo, en Europa, América y Asia, con éxitos que ningún compositor argentino con vida pueda tener.

Alonso Crespo: más allá de la gloria

Eduardo; ¿cómo fue que te pidieron que intervengás en la compra de los pianos?

– Mi rol en esos días era el de Director Invitado Principal y Compositor Residente de la Orquesta Sinfónica de Salta. Como se deduce de esto, mis funciones consistían en dirigir conciertos periódicamente – un promedio de uno al mes, aproximadamente – y crear nuevas composiciones para la orquesta, además de ediciones y orquestaciones de obras preexistentes. Simplemente se me consultó, como músico, por nombres de quienes podían asesorar en la selección de los pianos. Sugerí el nombre del Maestro Aldo Antognazzi por considerarlo una autoridad en materia pianística. Su currículum es ampliamente conocido y valorado. El mecanismo contractual para la provisión no sólo de pianos sino también de otros elementos, desde equipos de grabación hasta sillas para auditorio, es algo que no conocí ni conozco ya que es una cuestión que no tenía que ver con la dirección de conciertos ni con la composición de obras, que eran mis funciones. En ese punto mi saber sobre el tema es el de cualquier ciudadano, ya que soy un músico y nunca participé en contratos de obras públicas. Mi labor fue, como dije antes, el de proponer nombres de personas capacitadas para hacer una selección de esta naturaleza. Obviamente que yo no probé los pianos, primero porque no se me solicitó que lo hiciera y segundo porque no estoy capacitado para hacerlo ni era esa mi función. Como dije antes, dirigía conciertos sinfónicos y creaba nuevas obras orquestales que se estrenaron en Salta. Mi intervención en esta cuestión terminó con mi asesoramiento sobre personas capacitadas para realizar la selección que se pretendía. No tuve participación posterior a este hecho y, naturalmente, nunca supe cuánto costaron los pianos. Además es obvio que las autoridades podían consultar a otros pianistas que consideraran capacitados para la tarea y no sólo a quien yo sugiriera. Desconozco si se hicieron esas otras consultas.

… Ahora…, más allá de contestar a estas inquietudes, quiero también expresar las mías. Es curioso que habiendo sido tan limitada mi participación en el proceso de compra de los pianos se interpongan tantas preguntas a mi persona. ¿No sería más justo indagar cuáles son los celos profesionales o de cualquier otro tipo que movilizan a personas intentando empañar una carrera profesional intachable cómo la mía? Tal vez esas son también cuestiones que merecen investigarse porque ayudaría a conocer mejor la siempre insondable condición humana.

Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Salta te aprecian bastante y también sienten admiración hacia tu trabajo. Esta apreciación surge de una conversación que tuve con tres músicos de la Comisión artística de la Orquesta. ¿Cómo te sentís en Salta?

– Mis experiencias artísticas en Salta fueron siempre de enorme satisfacción. Fui convocado en el año 2000 para colaborar en el nacimiento de la nueva orquesta, y desde entonces los resultados artísticos y profesionales fueron de permanente gratificación para mí. Inclusive estuve vinculado a la Orquesta Sinfónica de Salta antes de que esta existiera. De hecho, en el 2000 yo era Director Titular de la Orquesta Sinfónica de Tucumán y ya entonces contribuí trayendo esa orquesta en gira a Salta para actuar en la Plaza 9 de Julio y para colaborar con la Secretaría de Cultura de Salta (siempre con la aprobación de la Secretaría de Extensión de la UNT, de quien depende la orquesta tucumana), usando esa orquesta como “instrumento” para que los aspirantes al cargo de primer director pudieran concursar, ya que la Sinfónica de Salta por entonces no estaba aún constituida. Luego, y a lo largo de siete años, dirigí una enorme cantidad de conciertos con la orquesta así creada, la Sinfónica de Salta, participé de jurado en la selección del primer director y de los músicos de la orquesta, participé de jurado en la primera ronda (la de preselección) del segundo director, y estuve siempre pendiente de lograr el mayor nivel artístico de un organismo que quiero como a un hijo.

Por otro lado, en mi función de Compositor Residente conseguí dar cumplimiento a una de las funciones que considero más importantes y, sobre todo, trascendentes – literalmente – de una orquesta sinfónica: la creación de nuevas obras que incrementen el repertorio, lo mantengan vivo y pongan a Salta en el mapa mundial de la creación sinfónica. El no hacer esto implica limitar la orquesta a actuar como museo, repitiendo hasta el cansancio obras de otros tiempos y otras latitudes. El razonamiento es muy simple: si hoy hay orquestas que entregan placer estético a los contribuyentes y que dan trabajo a los profesionales de la música es porque existieron en otros momentos personajes y dirigentes visionarios que propiciaron la creación de obras orquestales. Sin ellas no habría orquestas; simplemente no tendrían música para tocar y su función desaparecería por completo. En el pasado ese rol visionario de promover la creación de nuevas obras corría en general por cuenta de los mecenas, sean príncipes, aristócratas o eclesiásticos. Hoy el mecenas es el pueblo que, a través de sus impuestos, propicia o debe propiciar la creación de nuevas obras artísticas, función que recae, naturalmente, en los representantes políticos de ese pueblo. Solo la alimentación permanente del repertorio sinfónico asegura la supervivencia de nuestro arte y, por extensión, de nuestra civilización.

También supe que los músicos de la Comisión te han manifestado su deseo de que concursés para ser el Director de la Sinfónica de Salta. ¿Estás interesado?

– Como dije, estuve vinculado a este maravilloso proyecto desde antes de su concreción, y es evidente que podría haber concursado como aspirante al cargo de director en los tres concursos que se realizaron hasta la fecha. No lo hice porque mis obligaciones profesionales me impedían hacerlo. Además, habiendo sido parte del proceso de preparación de los reglamentos de los concursos no hubiera sido ético participar en los mismos como concursante. En este momento mis obligaciones profesionales siguen exigiéndome mucha energía como para poder concentrarme en ese cargo.

Con una brillante carrera como compositor y director de Orquestas, ¿qué te resta por hacer profesionalmente?

– Mi interés y mi compromiso son con el arte y la belleza. A eso dedico y dediqué todas las energías de mi vida, desde trincheras tan distantes como la conducción artística y la gestión de orquestas (fui doce años Director Titular de la Sinfónica de Tucumán y doce años Director Musical del Carnegie Mellon Contemporary Ensemble en los EE.UU., además de Director de la Orquesta Estable de Tucumán – la orquesta de ópera y ballet de esa provincia – , Director del Carnegie Mellon Wind Ensemble, Director Asistente de la Pittsburgh Civic Orchestra y Director Asistente de la Carnegie Mellon Philharmonic), como desde la creación sinfónica (mi catálogo incluye cuatro sinfonías, dos óperas, dos ballets, ocho conciertos, obras corales y de cámara, todos estrenados e interpretados regularmente), como desde la actuación en instituciones de bien público (fui miembro durante casi una década de la Comisión Directiva de la Fundación Banco Empresario de Tucumán, desde donde propicié la creación de la Orquesta de Cámara de la Fundación Banco Empresario, única en su tipo en nuestra región, ya que era una orquesta de cámara de alto nivel solventada por fondos privados, con la que se grabaron discos compactos y de la cual – aclaro – no fui director, y soy miembro de la actual Fundación Empresaria de Tucumán que persigue objetivos similares y con las que realizamos un ciclo permanente de conciertos y exposiciones plásticas), como en la docencia universitaria (fui varios años docente de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad Nacional de Tucumán y Profesor Visitante durante veintiún años de la Carnegie Mellon School of Music en los EE.UU.).

Además de mi actividad continua de componer las obras que se me encargan desde distintas instituciones, un proyecto que me mantiene ocupado en estos momentos es la organización y coordinación de la grabación de mis composiciones sinfónicas, ya que quiero dejar un registro de mi visión de estas obras (especialmente las cuatro sinfonías y los ocho conciertos), ya que tal registro será la versión del autor como director, un documento de valor, en mi opinión.

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