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martes, abril 23, 2024

El fitito de Cecila Propato o el espectro que conduce a la muerte

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El martes 17 de agosto a las 21, 30 hs. el grupo Bajofondo Teatro Club repuso “El fitito”, obra estrenada en Salta en agosto de 2009 y que obtuviera el 5º lugar en la XV Fiesta Provincial de Teatro.

“El fitito” se estrenó en setiembre de 2001, cuando un grupo de nueve dramaturgos escribieron y montaron nueve obras en el Teatro Ift de Capital Federal, en el ciclo denominado 9 (nueve) . Se trató del encuentro de dramaturgos de la nueva generación, entre los que se encontraban Alfredo Rosenbaum, Marcelo Bertuccio, Luis Cano, Bernardo Cappa, Laura Garaglia, Héctor Levy-Daniel, Bea Odoriz, Walter Rosenzwit y por supuesto, la autora de “El fitito”, Cecilia Propato. Por aquel entonces estuvo dirigida por José María Muscari, a quien recientemente vimos en el film “Eva y Lola” . “El fitito” está publicada en el libro 9 (nueve). Editorial Nueva Generación (agosto 2001).

La propia Cecilia Propato explicó durante el 2009, en la devolución que hizo en Salta en medio de la Fiesta Provincial de Teatro junto a otro dramaturgo, Ignacio Apolo, que su obra fue pensada para una maratónica puesta del Ciclo 9 (nueve) , obras de carácter breve, mostrándose contenta por el hecho de que “El fitito” se haya estrenado en Salta (el 1 de agosto). Si mal no recuerdo, se explayó en el conflicto de los personajes y en su idea sobre el nombre. Tenía que ver con un auto significativo para su vida, en algún aspecto ligado a su vivencia personal. Propato alabó sobremanera el trabajo realizado por el director, Carlos Delgado, calificándolo de “excelente”. Recordemos que allá por el 2004, también dirigió “Trampantojo”, obra escrita por Cecilia Propato y Luis Cano.

Amparado en gran parte en una estética kitsch, se construye un espectáculo cuya tensión está puesta en las imágenes que crea y en la incertidumbre de los personajes.

Calinescu sostiene que “Lo que constituye la esencia de lo kitsch es su abierta indeterminación, su vago poder alucinógeno, su espuria ensoñación, su promesa de una fácil catarsis”. Y Elena Moreno explica “Kitsch es imitación, falsificación, copia y todo aquello que llamamos estética de la decepción y el autoengaño; kitsch es una forma específicamente estética de mentir”. Pero resulta interesante leer a distintos teóricos que dan significados sobre lo kitsch. De cualquier manera, en teatro tiene que ver con lo banal, vulgar y repetitivo, concepto resignificado a partir del surgimiento de las vanguardias en el siglo XX.

En mi opinión no llega a ser una obra bizarra, que podría haber logrado constituirse en el arte underground por excelencia. Si bien tiene aspectos de lo kitsch, tampoco se potencia demasiado la estética. Lo novedoso es el auto, en este caso como espacio total de la obra, aunque Raúl Costaguta haya podido ir más a fondo con la estructura tortuguita del fitito, que en este caso, aparece un tanto ensanchada y más grande.

hi_5-11.jpgCinco personajes Ada (Ximena Marina), Liza (Natalia Rivero), Tomás (Joti Hernández), Blanca (Carolina Sató) y Love (Rafael Amado), son los que aparentemente viajan en el fito. Considero que el único personaje logrado es el que compone Carolina Sató y en segundo término, podemos ubicar a Joti Hernández. Dan con el tono, crean climas, y sobre todo Sató, nos conduce en doble sentido, hacia una construcción alternativa de los sucesos y hacia el choque que los coloca como espectros. Sató es casi siniestra. Los dos actores que van adelante del fito, Sató y Hernández, manejan registros diferentes de actuación y además, sus caracterizaciones nada tienen que ver con los tres de atrás. El director, Carlos Delgado, se queda enganchado con la imagen sin proponer una carga interior a los tres personajes (Ada, Liza y Love) que más textos tienen en la obra.

El maquillaje (Daniel Torrejón) es un signo desperdiciado en la puesta. Las luces y los sonidos (Manuel Agüero) encajan muy bien y funcionan como anticipadores de la fatalidad.

El espectador puede quedar atrapado en la niebla que acompaña a los personajes. Y en un intento por bajarse del plan de Blanca, se ve inmerso en lo discontinuo del relato. Cuando Blanca suelta el volante, el público se estremece. Por delante, sólo hay pasado. Y en realidad, descubrimos que el fitito ya no existe.

– Fotos tomadas por Salta 21 durante la función del martes 17 de agosto

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