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sábado, mayo 4, 2024

El Mozarteum cerró a toda orquesta

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Para mejor, el maestro Saglimbeni puso a la orquesta en su justa medida para servir el protagonismo del violín. Contener una masa sonora, con el difícil criterio de ser el acompañante del solista, no es nada fácil y habla muy bien del conductor y sus dirigidos.

Salta, miércoles 9 de noviembre de 2011. Teatro Provincial. Solistas: Alexis Cárdenas (violín). Peter Donohoe (piano). Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas (Venezuela). Director Maestro Rodolfo Saglimbeni. Concierto para violín y orquesta en Re mayor op. 35 de Piotr I. Tchaicovsky (1840-1893). Concierto para piano y orquesta nº 3 en re menor op. 30 de Sergei Rachmaninoff (1873-1943). Cierre del ciclo denominado “Treinta Años” del Mozarteum Argentino Filial Salta.

No era éste el repertorio. Avatares exógenos a la orquesta venezolana produjeron que ésta en lugar de llegar completa el día previsto, lo hiciera por grupos, el último de los cuales arribó a nuestra ciudad pocas horas antes del concierto. Esta circunstancia inesperada generó la eliminación de tres obras programadas para ser reemplazadas por el concierto para violín de Tchaikovsky. Esto fue explicado por el presidente de la orquesta visitante Sadao Muraki que además destacó el paso del recordado director Felipe Izcaray (Venezuela) por la orquesta local, mención que despertó espontáneamente el aplauso del público. A pesar de ello, la noche fue para ser recordada por los motivos que señalo a continuación.

Alexis Cárdenas es, a sus 35 años, un notable violinista venezolano. Lo conocí y escuché en octubre de 2005 en Salta (Argentina), volví a escuchar su arte en Maracaibo (Venezuela) en 2007. Hoy regresa a nuestra ciudad para entregar un apasionado y romántico concierto como es el del atormentado compositor ruso. Lo entregó con fuego y hondo sentimiento. Creo que puso toda su elevada técnica al servicio de una interpretación cargada de emociones. No perdió prolijidad lo cual no es un detalle menor habida cuenta de la dosis de virtuosismo que la partitura pide. Es un concierto que habitualmente está en la memoria auditiva de muchos oyentes. Ese conocimiento masivo es una exigencia más y Cárdenas, en una muestra de gran concentración y enorme bravura, responde con amplitud a esa exigencia. Estuve frente a un músico superior que aúna no sólo una gran técnica sino un conocimiento profundo de lo que ejecuta. Sólo así se llega al corazón de esta página; solo así se puede tocar una maravillosa “cadenza” en el primer movimiento; solo así se puede transitar con seguridad el fenomenal “allegro vivacisimo” del final.

Para mejor, el maestro Saglimbeni puso a la orquesta en su justa medida para servir el protagonismo del violín. Contener una masa sonora, con el difícil criterio de ser el acompañante del solista, no es nada fácil y habla muy bien del conductor y sus dirigidos. El sostenido aplauso obligó a Alexis a un bis y éste encontró en “Un Pajarillo”, típico tema de su tierra, la manera de agradecer ese aplauso.

El tercero de Rachmaninoff es una obra que atrae como un imán a los pianistas. Pero también es temida por ellos. Para algunos ejecutantes se trata de uno de los puntos más altos del pianismo concertante. Su primer movimiento se basa en la triple repetición del tema principal, elegante, cantable. Saglimbeni aprovechó el exquisito ensamble de las cuerdas y la técnica de los vientos y maderas para brindar con alta musicalidad los pasajes rítmicos y los “legati”, el volumen grueso con el sutil cuando el solista era la figura principal. Ese solista era el inglés Peter Donohoe, a quien conocía de nombre solamente por lo que resultó una notable revelación. Brillante su largo primer movimiento. Luego un antiguo canto de la Iglesia Ortodoxa rusa que según la historia el autor se empeñó en negar, para seguir sin solución de continuidad con un “allegro alla breve” fueron los medios para mostrar a un ejecutante de gran valía. Sus matices, su digitación, sus intervalos, sus cambios de intensidad sonora devinieron en la comprensión de que estaba frente a un sólido intérprete. Fue además una de las dos partes principales de la obra.

La otra estuvo en el maestro Saglimbeni que tiene una unidad conceptual y estilística con la orquesta. Límpido fraseo, afinación irreprochable, cortes perfectos y ataques inmaculados surgían de su gesto firme y preciso. Pianista y director derrocharon maestría en su labor. Tras un rulo del timbal, un pasaje ciertamente jazzistico con una síncopa agradable para llegar al monumental crescendo final que termina abruptamente. La aprobación de los oyentes no se hizo esperar y en medio de los bravos y vivas, entregó su bis: “Las Campanas de Ginebra” del primer libro de Años de Peregrinaje de Franz Liszt.

Al final y como muestra de ductilidad conductiva y orquestal, Saglimbeni, que es un acompañante ideal con todo lo que ello implica, decidió entregar un tema venezolano “Alma Llanera” y un arreglo en compás de cha-cha-cha de la legendaria canción “Té para Dos”.

Creo que todos se fueron felices.

1 COMENTARIO

  1. El Mozarteum cerró a toda orquesta
    De manera personal sentí que los violines eran brillantes. Gracias por este concierto. Y para los artistas: un vibrante bravo!

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