El pasado domingo 17 de mayo de 2015, se llevaron adelante las elecciones gubernamentales en Salta, y confirmando las previsiones de las encuestas el joven mandatario Juan Manuel Urtubey revalidó su gestión, y accedió a un tercer mandato hasta el año 2019.
De esta manera cumplirá si todo culmina como se lo ha programado hasta ahora, con un periodo igual al de su antecesor de doce años corridos, en uso irrestricto de la reforma constitucional a medida que permite la re-re-elección por dos mandatos consecutivos, que curiosamente y tal como se conoce en Salta, eso quiere decir tres.
En otras oportunidades quien escribe estas líneas ha analizado las similitudes entre Juan ROMERO y Juan URTUBEY, afirmando que cada vez se semejaban más entre ambos, y este atornillamiento a finca Las Costas del colega gobernante por una docena de años pone la frutilla del postre al parecido.
Se comprueba además que otra vez –y van demasiadas para llevar la cuenta- bajo profusas promesas del remanido anuncio del cambio, la clase económica dominante ha logrado volver a mantener el estatus quo, con la vieja fórmula de “hay que votar al menos malo para que no vuelva el más malo”.
Y así los negocios ligados al poder gozan de buena salud, ayer de la mano de quien reformó dos veces la Constitución para quedarse tres periodos, y hoy de la mano del que se queda otros tres mandatos seguidos usando aquellas oportunas sesiones constituyentes, después de haberse desgranado la garganta a los cuatro vientos afirmando que perpetuarse en el poder era muy, pero muy malo.
La única diferencia temporal –no de identidad de la escena- es que en la campaña a la gobernación en el año 2007, quien hoy dice que asume la responsabilidad de quedarse otro mandato porque el proyecto debe terminar de realizarse, proponía el cambio, y el que se iba en el mismo año reclamando la continuidad, es quien invocó sin suerte ahora la misma intención de cambio, de la que no puede hablar el que se queda, porque sería cambiarse a sí mismo.
Y con esta puesta en práctica del mismo cuento del tío de elegir entre el bueno y el malo, la sociedad anónima camuflada de partido político gobernante nos volvió a meter el perro, y el representante de los intereses de clase de turno seguramente seguirá llorando lágrimas de cocodrilo por los pobres, que a esta altura del partido y luego de siete años y medio de gestión, le pertenecen enteramente.
Afirmar que seguirá adelante con su empresa, que falta mucho por delante, que lo que hizo es nada al lado de lo que tiene todavía que hacer (textual), son todas frases acomodadas al discurso triunfalista del momento posterior a conocerse los resultados electorales y se entienden como fruto de la euforia.
Pero lo que el gobernador no parece apreciar es que, esa línea discursiva cada vez tiene menos peso, en la medida que a casi dos mandatos enteros cumplidos de cuatro años cada uno, los desnutridos, la violencia de género, la informalidad laboral, la existencia de escuelas rancho y otras lindezas del llamado modelo, ya no pueden ser justificadas con palabras, y obedecen a un modelo de acumulación de clase dominante, que necesariamente debe excluir a muchos, aunque repitan hasta el hartazgo la palabra inclusión.
De salida el ganador de la contienda y actual y futuro gobernador de Salta, no pudo con su genio y llegó a pararse al lado nada menos que de Martín Miguel de Güemes, en un exceso de egolatría, y una demostración más de que la supuesta modestia y sencillez de las primeras frases eran sólo un ensayo.
Cuando arreciaban los aplausos finales y parecía que terminaba airoso esta vez sin mencionar su enorme yo, dijo que así como el Héroe Gaucho aseguró la frontera norte en la lucha por la independencia, él la aseguraría en la lucha contra la pobreza.
Una frase desafortunada por la desmesura de la cita que parecía querer imponerlo como protagonista de una gesta para la historia. Una historia además que dentro de cuatro años, no podrá ser coronada otra vez con la alusión a los pobres, que de mantenerse este esquema de desigualdades seguirán estando en la misma situación.
Y ya no habrá ni espacio ni tiempo para falsas justificaciones.