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miércoles, diciembre 25, 2024

En los tiempos que corren en nuestra Salta

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Gane quien gane, los negocios del poder no se tocarán.

En los tiempos que corren en nuestra Salta, conocer que cada niño de un comedor infantil de los tantos que existen en los barrios de la Provincia recibe solamente $ 2,40.- por día para su alimentación, debería causar por lo menos indignación, cuando no una furia incontenible que nos saque de esta inexplicable pasividad.

En los tiempos que corren en nuestra Salta, conocer que por un solo trasnochado decreto de favores indebidos (Dec. 1883/13), se designan o renuevan desvergonzados puestitos políticos para doscientos veintidós personajes, que sin reparo alguno por su vileza de cobrar sin trabajar pasan por el cajero cada mes sin sentir ningún remordimiento, debería por lo menos hacernos reaccionar.

En los tiempos que corren en nuestra Salta, saber que nuestros gobernantes de hoy, imitando exactamente a los de ayer, se regodean como sultanes en lujosos aviones oficiales para trepar en sus interminables carreras ególatras en busca del poder, abusando de los recursos públicos con total desdén de los marginados que nada tienen y que los ven pasar desde abajo, también nos debería por lo memos provocar un profundo desprecio.

Pero en los tiempos que corren en nuestra Salta, nada de eso ocurre. Mientras los funcionarios en plena gestión oficial despliegan desde hace meses descaradas campañas electorales, violando sin reparos la ley que expresamente lo prohíbe; y mientras los operativos de prensa de uno y otro lado tratan con repetidos argumentos hacernos creer que los buenos son ellos y los otros los malos, se sigue generando ese sainete armado hábilmente para que todos prometan cambios que ninguno piensa ni por asomo ejecutar nunca.

Y los mensajes periodísticos que se cruzan cada mañana para tratar de traer a la memoria de los futuros votantes cuán corruptos eran los otros y cuán dedicados y honestos son los de ahora, no aportan sustancialmente nada, absolutamente nada, a la triste realidad de los comedores carenciados, la multiplicación de los ñoquis y el derroche de los vuelos oficiales.

El diario que controla el ex gobernador Juan Carlos Romero y su familia se encargó en estos tiempos que corren de poner en duda el crecimiento patrimonial de funcionarios del gobierno de Juan Manuel Urtubey, que ciertamente no tienen justificación económica y que cualquier ciudadano conoce, por más declaraciones juradas armadas que se presenten, que nadie puede con ingresos normales crecer tan rápidamente.

Pero esa misma empresa periodística se cuida siquiera de mencionar que el actual senador Romero tampoco puede ni siquiera aproximadamente justificar su nivel económico real que contrasta con las paupérrimas declaraciones juradas que ha hecho, y que se contraponen a su lujosísimo nivel de vida, al frecuente uso y abuso de aviones jet para transportarse, yates para vacaciones casi permanentes y fastuoso inmueble en la zona más cara de nuestra Salta, deliberadamente ocultado atrás de inusuales terraplenes para no ser visto por los comunes mortales que acierten a pasar por la ruta a Lesser.

En los tiempos que corren en nuestra Salta, por encima de las diatribas constantes de unos y otros, se puede apreciar claramente que las objeciones recíprocas y las dudas que los dos se endilgan sobre la honestidad del otro, se parecen más a cortinas de humo de épocas pre electorales que a voluntad concreta de cambio.

En los tiempos que corren en nuestra Salta el banco Macro sigue estando impúdicamente al frente de la Plaza 9 de Julio, derrochando sus incoherencias edilicias, sin que nadie se atreva siquiera a mencionar que fue regalado por un decreto de necesidad y urgencia, otorgando el monopolio absurdo e innecesario a una sola persona, que desde entonces y a pesar de todas las ventajitas groseras -que vaya uno a saber por qué se las dieron-, se sigue presentando ante el País entero como el mas genial de los banqueros.

Muy cerca de allí la empresa ENJASA se sigue enseñoreando sobre calle Alvarado para recordarnos todos los días, que la función de asistencia social que el juego tenía en otros tiempos con el Banco de Préstamos con el cual se ayudaba a los pobres de nuestra Provincia, ahora es un negocio lucrativo en alza para capitales extranjeros. El peaje del ingreso a la Ciudad tiene la misma obscena ostentación; los desmontes en el norte siguen a la orden del día desoyendo las imposiciones de la Corte de Justicia de la Nación, las petroleras foráneas siguen explotando los recursos naturales a su antojo, y la energía, el gas, y gran parte del turismo no están en manos locales.

En los tiempos que corren en nuestra Salta, las concesiones mineras acordadas sin reparos bajo el amparo de leyes permisivas que sancionaron los que estaban y quieren volver y que usufructúan los que están y no se quieren ir, exhiben la más atroz falta de defensa de la nacionalidad y entrega de la soberanía, todo condimentado con los remanidos cacareos de la inclusión con desarrollo o la extracción a cielo abierto sustentable u otras frases armadas que repican en los partes oficiales y en los discursos de campaña, encubriendo verdaderos actos de traición a la patria.

En los tiempos que corren en nuestra Salta, la ciudadanía transita confundida entre grandes afiches de campaña electoral en los que unos mezclan la sangre y el apellido como supuestas garantías de un futuro mejor, y los otros ningunean a éstos diciéndoles que son chicos no preparados para gobernar.

De proponer cosas concretas para que no haya comedores infantiles famélicos a ninguno de los dos se le cae una sola idea. O peor aún, saben cómo hacerlo pero se proponen para gobernarnos e impedir que ello ocurra para no quedarse sin clientela electoral a quienes repartirles beneficios sociales. A todos les encanta hacer el papel de Evita.

En los tiempos que corren en nuestra Salta, de uno y otro lado no se dan un solo descanso en sus miserables vidas para agredirse y hasta para insultarse, al mismo tiempo que todos descansan en la tranquilidad de que gane quien gane, los negocios del poder no se tocarán. Al fin y al cabo para sostén del perverso sistema están exactamente en el mismo lugar, y no hay bandos ni diferencias. Ambos mantienen a rajatabla la regla de oro: “Jodan con el Coya, pero no con las alforjas.”

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