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sábado, abril 27, 2024

Gustavo Arias: la historia de un Hombre de Fierro

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Fue Director del Scalabrini Ortiz durante los últimos 16 años. Acaba de retirarse en medio de los festejos por los 25 años de la creación del Colegio. Jamás marcó jerarquías. Humilde y alegre, sencillo y auténtico: un hombre de fierro.

Gustavo merece descansar tras su jubilación y estar más cerca de su familia. Pero cuesta dejarlo ir (y no todos los días se encuentra gente así), sobre todo porque más que Director, fue un compañero, un amigo, y logró sobrepasar lo pequeño para ver lo grande de quienes lo acompañaron. Pudo, además, compartir sus historias de vida. Y ni en sus más dramáticos momentos, se supo advertir de su tristeza, ya que siempre tuvo una sonrisa para sus compañeros. Trabajaba en su humilde oficina, un lugar sin lujos ni adornos, donde preparaba su gestión y concretaba sus actos. Los años pasaron y un día de marzo de 2012 les dio un abrazo a sus colegas para decir finalmente “me voy”. Así nomás, como otro de sus días, con la resignación del momento y las ganas de seguir con otra historia, más personal, más suya.

Salta 21 dialogó con él, porque forma parte vital de la historia del BIRSO (Bachillerato Integral Raúl Scalabrini Ortiz), así llamado por quienes recuerdan cómo nació el ahora Colegio Secundario Nº 5094. Estos 25 años – a celebrarse el 30 de mayo a hs 9:00- se coronan con su flamante despedida.

Gustavo Arias volvió del infierno en 1975, de un Tucumán nefasto. Y esa es la mayor enseñanza de su vida: “resistir”, la que les deja a sus tres hijos.

Gustavo y la caja de Pandora

¿Cuándo asumiste como director del BIRSO?

– Asumí como director del Colegio Raúl Scalabrini Ortiz el día 6 de marzo de 1996, en el edificio de calle Av. Entre Ríos y República de Siria. Compartíamos las instalaciones con la Escuela Técnica N° 5137 Martina Silva de Gurruchaga y el Profesorado de Salta. Esos días hasta el año 2004, fueron para el olvido, nadie quería ser Director en esas condiciones, dar clases con las máquinas funcionando, con tornos y herrería, se hacia casi imposible trabajar, porque estaban en el patio del colegio. Yo como Director solo, sin vice ni coordinador, llevar a buen puerto esta nave era todo una odisea, pero estaban quienes siempre fueron los que pusieron el hombro a la educación: los profes de todas las áreas, secretaría, preceptoría y Walter, el único ordenanza que hacía de todo. Sin ellos no podría haber llevado adelante el Colegio.

¿Qué fue lo más motivante que te sucedió en tus comienzos…?

– Lo más motivante fue el desafío que me pusieron desde el Ministerio de Educación, en la persona del Secretario de Gestión Educativa de aquel momento, el Ing. Román Cuéllar, quien me dijo “tenés el perfil, sé el Director”. En ese entonces era un caos. Yo era Profesor de Ciencias Sociales, de Geomorfología, de Climatología, y de talleres. Me inicié como Ayudante, después concursé horas cátedras para ser Profesor; fui Jefe de Área; también miembro del Consejo Asesor. En los comienzos de mi gestión no había mobiliario que aguante, se rompía el baño, saltaban los topones de la luz, se inundaba el Colegio por las lluvias o por las cloacas, por las noches robaban cualquier cosa que estaba a mano… Todos los días era una caja de Pandora el BIRSO.

¿Cómo te sentiste en general con el proyecto del BIRSO?

– El proyecto BIRSO era muy bueno, desde el Ministerio nunca le dieron el valor ni la importancia que tenía, era un proyecto superador, razón por la cual se insertaba en la Dirección de Enseñanza Superior en esa época. Se daban los contenidos a partir de la realidad desde Salta primero, América después y el Mundo, finalmente. El alumno investigaba, producía, clasificaba la información, preparaba una defensa de la monografía que elegía ante un tribunal examinador, que estaba integrado por profesores de todas las áreas. El Colegio durante una semana se movilizaba en forma impresionante porque todos tenían que rendir en el mes de julio y diciembre de cada año.

¿Qué ha cambiado en la Educación hasta llegar a nuestros días?

– Creo que en la Educación ha cambiado la forma de interrelación entre el docente, el alumno y los padres, y en muchos de los casos tienen que ver los medios masivos de difusión que ahora todo lo simplifican. Fundamentalmente se rompió el tejido social, se perdió el respeto que antiguamente tenían maestros y profesores.

¿Cuáles son tus logros como Director en materia de gestión?

– Mis logros… creo… fueron muchos y sería un poco largo de enumerar… pero sobre todo fueron reactivar el Plan Social Educativo, insertar al Colegio en casi todos los programas del Ministerio como La Gustavo_Arias_3.jpgNueva Escuela, Escuela Solidaria… Los viajes al Alfarcito cuando no se conocía la escuela del Padre Chifri, las reasignaciones de acuerdo a la Ley Federal, la vuelta a la Escuela Secundaria, el Club de Actividades Juveniles, el Proyecto Institucional de Retención Escolar, el Proyecto de Mejora Institucional, la instalación de la Sala Modelo de Computación en donde se preparan y capacitan los equipos directivos de Salta capital y el interior; la entrega de las netbook a profesores, alumnos, preceptores, ordenanzas y a todos aquellos que cumplen funciones dentro de la institución…

¿Y a nivel humano?

– En cuanto a la relación que tuve con profesores, alumnos, personal administrativo, de maestranza… en general fue buena, siempre que surgía un problema lo hablábamos y se resolvía el conflicto.

Alguna vez creíste que tu vida terminaría. Me refiero a cuando te secuestraron en Tucumán. ¿Te reconciliaste con la vida? Quiero decir: ¿fue el ejercicio de profesor la salida a ese pasado tan doloroso?

– Lo sucedido en la provincia de Tucumán, fue lo que me cambió definitivamente la vida, porque la vi de otra manera más simple, vi lo importante que es la Libertad pero con mayúsculas, comencé a apreciar la naturaleza, el vivir el día a día, la importancia de relacionarme con la gente…

Me fui de Salta a estudiar a la UNT. Ya en el secundario me interesaba lo que pasaba en lo político y económico en nuestro país; comencé a leer mucho material ideológico sobre todo el pensamiento de nuestros héroes nacionales, que más tarde se mezclaban con las nuevas ideologías que se esparcían en todos los ámbitos y claustros universitarios, que eran las de revolucionarios como Fidel Castro y El Che.

En la universidad se hablaba, pero era muy difícil de llevar una conversación si no tenía lo político e ideológico. Conocí las corrientes de pensamiento de muchas agrupaciones dentro de la Universidad como el FAR, FRP, FANET, ERP, PRT, PC, Montoneros, JPRA, AAA, etc. etc. Era todo un mundo. Y elegí el GBI, Centro de Estudiantes donde ayudaba en el mimeógrafo -un aparato a manija que servía para sacar copias de apuntes para los compañeros. En el año 1975, la lucha armada en las zonas rurales de Tucumán era intensa, sobre todo entre la Cía. del Monte “Ramón Rosa Jiménez” del ERP y el Ejército Argentino, y comienza el terror en la ciudad y sus alrededores. Se producen asesinatos a cualquier hora especialmente durante la noche, los grupos de tareas patrullaban secuestrando gente, indocumentados, y toda persona que no daba una respuesta coherente de lo que hacía por las noches. En esa vorágine de locura fui secuestrado por un grupo de tarea que me llevó al infierno en la tierra, a la tristemente conocida como la “Escuelita de Famaillá”, Escuela Diego Rojas, el primer centro clandestino de detención en la Argentina. Dentro de sus aulas, las fuerzas de seguridad eran los amos absolutos de la vida y la muerte, donde muchas veces escuché “si yo quiero vivís”.

La tortura, la degradación, la humillación, la burla, el sadismo, sucedían en forma diaria en horarios de oficina, de 8 a 13 y por las tardes a partir de las 16. Por las noches llegaban nuevos secuestrados y eran sometidos más tarde a la tortura, los gritos eran infernales, la música aturdía las aulas para que los que estábamos no escuchemos. El dolor que padecimos fue realmente indescriptible. Parece mentira que seres humanos, por pensar diferente, eran sometidos a semejante barbarie. Estuve con los ojos vendados, atado de pies y manos; comíamos en el suelo, bebíamos agua sucia y maloliente, nos arrodillábamos sobre arroz… Se me hace un nudo en la garganta al recordar estos episodios de odio y dolor… Yo era un joven de 21 años que pasó por ahí y me pude recuperar para contar como ahora lo estoy haciendo, para que quede este testimonio, lo que fue Tucumán en el año 1975. No se debe olvidar lo que pasó.

El ser profesor me dio la oportunidad de conocer a los jóvenes, a otra generación que tiene otra formación y otro manera de ver la vida, pero lo que me pasó es un enseñanza que dejo para mis hijos Apolo, Celeste y Martín: “aunque estés vencido tenés que seguir luchando porque en el camino puede pasar algo que te cambie la vida…”

¿Extrañarás el cole?

– Claro que sí! Lo extraño al cole, lo llevo en el corazón porque prácticamente lo formé durante todos estos años, pasé amarguras y alegrías, los extraño a los alumnos cuando me contaban en dirección sus problemas y dramas con los padres. Los profes que me contaban sus cosas, en fin… Siempre mi dirección fue una caja de resonancia de lo que pasaba en esa comunidad. Extraño el entorno del barrio donde tengo amigos, como el frutero, y el diarero; extraño a los de la sanguchería, a los del taller de autos… Extraño las actividades del cole, pero siempre pude superar los obstáculos que me puso la vida.

(Queríamos concluir la entrevista con un relato feliz de Gustavo cuando, entre otros, andaba de aventuras con Cristian Vitry…) Contáme esa anécdota de cuando eras practicante y anduviste por los cerros de Lesser…

– Una vez decidimos ir a conocer las primeras estribaciones de las Serranías de Lesser, porque teníamos conocimientos que había lugares que parecían jardines cultivados con flores blancas, rosas y amarillas en grandes pastizales de pasto y de hierbas. La tarde era soleada y se sentía el viento, el canto de las aves y de los loros. Nosotros nos acostamos para ver el firmamento, vimos algo extraño en el cielo claro y azul, como un avión que viene de frente… las aves se callaron bruscamente… Sólo se sentía el viento. Nosotros permanecimos callados, esa cosa giró y pasó sobre nosotros silenciosamente. Cada uno dibujó lo que vio, no cabe duda que fue un ovni. Aún hoy lo recuerdo muy claramente. Cayó muy rápida la noche, como llevamos una carpa, la armamos y nos dispusimos a pasar la noche. A pesar de que era verano, hacía mucho frío y decidimos que teníamos que hacer guardia junto a una fogata. De pronto apareció un Sr. Tolaba… Néstor… era un puestero en los cerros, y nos contó la historia de “Los Hombres de Fierro”, seres de extraña vestimenta plateada. Él dijo que los vio cerca de una laguna, entre las Serranías de la Precordillera Salto – Jujeña. Fue una noche espléndida en los cerros de Lesser que recuerdan una gran aventura en la naturaleza…

2 COMENTARIOS

  1. Gustavo Arias: la historia de un Hombre de Fierro
    La verdad, el director, el “Chofo” como cariñosamente muchos alumnos le decíamos, es una persona humilde y amable. Siempre estuvo en contacto con nosotros y siempre prestó su oído cuando le planteábamos diferentes situaciones, desde personales hasta institucionales.
    El BIRSO, LO VA A EXTRAÑAR DIRECTOR!!!!!!
    GRACIAS POR HABER SIDO UN DIRECTOR DEMOCRÁTICO!!!!!!!

    JUAN MANUEL PIZARRO

  2. Gustavo Arias: la historia de un Hombre de Fierro
    Tuve la suerte de conocerlo personalmente. Gran persona, excelente docente. Un Saludo afectuoso y mi mejor deseo de una buena vida.

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