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lunes, diciembre 2, 2024

Hay una autopista en mi jardín

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En la vida de la familia Romero no hay sospechas de narcotráfico ni enriquecimiento desde el poder. Son personas honestas y laboriosas que hoy ven su casa rodeada de topadoras. La demolición es inminente, porque la autopista pasa por ahí.

Es una pesadilla. La pesadilla del progreso. La Avenida de Circunvalación es otra de las mega-obras viales con las que el gobierno muestra que Salta no es una provincia rancho. Pero hay un problema. Pasa por el predio de una humilde familia trabajadora instalada en su hogar del km 8 de la ruta 51 en San Luis.

No es un problema del gobierno, por cierto, que informó a la familia Romero hace un año que su propiedad debía ser expropiada en haras del bien común. Las leyes -y la misma Constitución Nacional- así lo prevén. Pero se supone que el resarcimiento debe ser justo, la indemnización adecuada y proporcional al perjuicio ocasionado.

No parece ser el caso. A los Romero sólo les depositan el valor fiscal -de 3.500 pesos- y hay además una vaga promesa de entregar en total unos 30 mil pesos.

La propiedad vale mucho más, se quejan los moradores de la vivienda amenazada. Pero no hay caso. Las topadoras deben abrirse camino sin reparar en estas situaciones. El estado no tiene mucha plata y se debe aceptar lo que se ofrece. Si no, tienen la opción de hacerle juicio al estado. Pero esa instancia llevaría al menos 5 años. Y mientras tanto ¿dónde vivirá la familia Romero? ¿Dónde instalará el taller mecánico que hoy se levanta junto a su vivienda?

El problema que viene a complicar las cosas es que la propiedad fue comprada a una persona que al parecer no era legítima propietaria y derivó en un intríngulis judicial -con sucesión incluída- que demora la obtención de los títulos escriturales pertinentes. Y el estado, el progreso vial y las topadoras no pueden esperar.

Dicen que en Atocha a un señor Solís las topadoras le derribaron su casita en un santiamén, sin darle tiempo ni a protestar. Dicen que a propietarios influyentes -conocidos políticos y empresarios- les pagaron bien, hasta un millón y medio. Dicen que hay quienes salen conformes del acuerdo con el gobierno y quienes se sienten despojados vilmente de una propiedad por la que reciben una cifra muy por debajo de su valor real.

Es que la Avenida de Cincunvalación avanza, como la provincia. Medina y Moncho aceleran su carrera constructora para certificar obras y cobrar. Y si en ese avance y en esa carrera aparece una autopista en tu jardín mala suerte.

Los Romero ya sacaron los muebles de la casa. Sólo entran a dormir. Trabajan al lado, en el taller. Pero casa y taller serán derribados por las topadoras.

El ataque es inminente y ellos mientras tanto miran resignados hacia la casa mientras siguen trabajando, hasta que no quede más casa ni taller. No tocan la lira, como Nerón cuando se incendiaba Roma. Siguen trabajando, rodeados de grúas y topadoras.

La familia Romero vive de su trabajo. Es gente honesta. No tiene poder. No está vinculada al narcotráfico. No goza de fama ni de fortuna. La autopista a ellos no los va a llevar a ninguna parte, sino que se los está llevando por delante. Porque la flamante Avenida de Circunvalación ya está encima de ellos, con la forma ominosa de una pesadilla demasiado real.

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