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sábado, noviembre 23, 2024

La Caída del Rey David

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Esperando a no ser acusado de pro-semita, de hiper-ortodoxo-católico, dinosaurio-ultra-conservador o fundamentalista de una cultura de valores ya caducos, voy a intentar (dentro de mi pasional sentimiento por la unidad y de mis limitados recursos intelectuales) lucidar un vericueto que se ubica entre la voluntad y el afecto de la persona.

– Podemos hacer las promesas más profundas e importantes a la persona amada.

– Podemos convencer al otro con firmeza, porque antes nos “auto-convencimos” (en el mejor de los casos nos auto-engañamos) de un sentimiento egoísta.

– Podemos creer manejar la barca de nuestra vida poniendo el propio rumbo sub-estimando la inmensidad, bravura, misterio del mar y la confianza en la tripulación.

– Podemos levantar empresas e imperios porque creemos en uno mismo, en nuestro poder omnipotente.

– Podemos creernos los “súper yo” y dejar caer migajas de uno mismo en los otros y exclamar ¡soy feliz!, ¡soy feliz!, ¡estoy bien!, quizás cuasi-conformándonos con este eco eterno en la eterna soledad de uno mismo.

Pero…

“Poned a Urías frente a lo más reñido de la batalla y retiraos de detrás de él para que sea herido y muera”. (2S 11, 15)

Esta es la orden del Rey David llevada por su propia víctima a sus compañeros de batalla que debían sacrificarlo por la obediencia debida a su Rey, pues este quería adueñarse de la mujer de su valiente y fiel general, Urías. Sí, David, el favorecido por Dios, el héroe nacional Hebreo como ningún otro lo hubo, el del pueblo elegido para la Salvación de la humanidad de cuya descendencia saldría el Redentor de todos los hombres, comete, de un solo saque, todos los errores posibles (mentira, engaño, infidelidad a Dios, a los hombres, abuso de poder, asesinato, adulterio, etc…), y sin embargo, de esta porquería Dios se las ingeniará para que en el transcurso de la historia del hombre este tenga siempre a mano la posibilidad de re-hacerse a sí mismo, de re-unirse con Dios y los semejantes en armonía y con la creación.

¿Qué es lo que se puede? ¿Qué es lo que se debe? A medida que la distancia entre estos parámetros de la conducta humana disminuya nuestra coherencia dará frutos de amor y de felicidad, frutos de armonía y de convivencia edificante. Frutos de solidaridad y de proyectos de vida que se realizan y no que se truncan fácilmente ante cualquier obstáculo.

Pero ¿ cómo dejarse seducir por tremenda aspiración?, ¿qué me garantiza esta utopía?

Hay un binomio que hemos dejado de lado: Gracia-Reconciliación. Gracia que viene de Dios, favor atento que se nos da como un subsidio para lo que debemos, lo que podemos, lo que queremos. Esta misma Gracia nos allana el camino para pedir perdón por los errores, para aceptar las disculpas de aquellos que nos hicieron algún mal.

Sin este binomio difícilmente las parejas progresen en el amor (cosa que no significa que no se hayan amado).

Difícilmente la convivencia entre vecinos sea solidaria y fraterna, difícilmente las relaciones laborales y sociales dejen de ser interesadas y egoístas, de segunda, poco profundas y banales. Difícilmente se deje de acusar de fundamentalista, terrorista, gorila o de lo que sea al otro, creando bandos para la pronta masacre, dejando de lado la pluralidad así como sucede entre Palestinos y Judíos, el primer mundo y su xenofobia con los países emergentes; porteños y provincianos, jujeños y salteños, argentinos y chilenos; mujeres y varones… siempre habrá fundamento para la excusa de la discriminación, para la batalla, ¿es la selección natural de los evolucionistas?, ¿o quizás la dialéctica hegeliana espiritualista o su aplicación materialista que nos conduce violentamente a la etapa superior del desarrollo humano en su camino a la perfección?

Realmente es el alma humana que está enferma de egoísmo y autosuficiencia, binomio este que apunta a la nada existencial, al auto-exterminio, al exterminio de nuestra especie generado por estas dos posiciones patéticas de nuestra condición de reyes de la creación.

Desbordados de soberbia creemos poder tomarlo todo, manejar la vida y las vidas a nuestro antojo. Manipular las verdades y entre los grises de los disvalores, ejercer el poder del engaño cayendo en ostentaciones de poder militar o de profecías apocalípticas avaladas por legislaciones prostituidas que nada tienen que ver con la vida.

Se relativiza a la persona desde su fase de formación. Se inunda la atmósfera social donde crecen nuestros niños con todo tipo de estupefacientes, químicos, electromagnéticos o digitales. Se pone en duda los roles inherente de los actores de la familia y por lo tanto se hace temblar las estructuras de la sociedad. Se establece la debilidad sexual como un derecho a ser ejercido fuera e lo debido. ¡¿Fortaleciendo enfermedades en vez de prevenir y curar?! ¡Dios mío, en manos de qué poder hemos caído!

Estimado lector, por favor no confundas esta reflexión con una prédica alienada, es sólo un pensamiento escrito que se comparte harto de tanta pálida, tanta mala onda, tantos fracasos, tan poco futuro, tanta esperanza hecha añicos. Demasiadas decepciones para una existencia tan rica y hermosa.

P.D.: Con afecto especial para Julio y Lucrecia, Raúl y Patricia, Néstor y Mónica, Gabriel y Patricia y a tantas otras que tanto estimo.

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