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viernes, abril 19, 2024

La desaparición de Jorge Julio López no nos exime de los represores

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Muchos interrogantes se plantean con la desaparición de Julio López, ex militante y albañil jubilado, en plena democracia. Etchecolatz no es un ex represor, es un represor. En esto tenemos que ser claros. Y su condena está ligada a la desaparición número 30.001. Hubieron reclamos en todo el país por la aparición con vida de López, de quien no hay indicios desde el 18 de setiembre de 2006.

¿Estamos saliendo del fascismo instalado por los milicos o estamos, como país, defendiendo políticas corruptas? El proceso es lento, va en camino. Pero a medida que pasa el tiempo, represores como Miguel Etchecolatz envejecen. Se libran de prisiones efectivas. Ya lo vimos en Salta.

Jorge Julio López (77 años) “es” un testigo clave en el juicio contra el represor Etchecolatz. ¿Qué le vamos a decir a nuestros hijos, a los estudiantes, a los jóvenes, a los niños, sobre la desaparición de personas en una democracia instalada desde 1983? ¿Cómo elaboramos un cuadro comparativo entre la época de la dictadura y la época de la democracia?

Al día siguiente de la desaparición de Jorge Julio López, condenaron a prisión perpetua a este represor ex policía, pero el testigo clave desaparece. No es casual. Aníbal Fernández no quiere hablar sobre el asunto hasta tanto aparezca con vida Julio López. ¿Hablará alguna vez…?

Estos represores tienen un aparato organizado que siguen e intimidan a los testigos de juicios por el genocidio. ¿Seis sujetos pueden más que un aparato estatal? O quizá este aparato está hecho para los victimarios y les permite moverse bajo sospechas pero sin hechos comprobables.

Rubén, uno de los hijos de Julio López, tiene confianza en la justicia, en el Estado y en le presidente Kirchner. No le quedan muchas opciones. Y espera que encuentren a su padre. Al presidente le costó admitir que durante su mandato y en democracia, López se convertía en el primer “desaparecido”.

La Nación.com informó: “Jorge Julio López declaró en el juicio contra Miguel Etchecolatz el 28 julio del año pasado. Relató al tribunal de La Plata que, mientras estuvo preso en el centro clandestino de detención conocido como Pozo de Arana, entre el 29 de octubre y el 8 de noviembre de 1976, vio a través de una mirilla como asesinaban a Patricia del Dell Ortto y Ambrosio Francisco de Marco e involucró al ex policía bonaerense directamente con esos homicidios.

También reconoció a Etchecolatz como quien lo torturó tanto en Arana como en la comisaría 5ta de La Plata, donde también estuvo ilegalmente detenido”.

¿No es esto suficiente?

Este no es un caso más. Es una alarma, un síntoma, una mancha en nuestra historia. Es el primer desaparecido después del terrorismo de estado.

Ricardo Peidro, Secretario de Derechos Humanos de CTA Nacional, se expresó de la siguiente manera:

“Hace un año desaparece cada día Jorge Julio López. El hecho conmueve, no solo por el dolor que produce su ausencia, sino también porque apunta al corazón del Nunca Más y golpea en el lugar más sensible de la lucha contra la impunidad.

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Al denunciarse su desaparición, se perdieron tiempo y pistas fundamentales debido a que en lugar de abocarse a su búsqueda se ensayaron discursos y excusas casi del mismo tenor que en la década del 70: se dudó de su desaparición, se esbozó un “por algo será” cuando se planteó que había que investigar sus supuestas relaciones e incluso desde despachos oficiales, pretendieron señalar los reclamos y movilizaciones por su aparición con vida, como manifestaciones opositoras.

Nada de lo que se haga es suficiente, mientras nuestro compañero esté desaparecido. No alcanza con expresarse solo cuando se cumplen aniversarios. Debemos evitar que a sus dos desapariciones se sume una tercera expresada en la invisibilización cotidiana de un desaparecido en democracia.

La desaparición del compañero, nos interpela cada día, nos derrumba supuestas certezas y pone al descubierto las falencias denunciadas desde el inicio mismo de la etapa democrática en cuanto a la desarticulación del aparato represivo que tiene su expresión mas acabada en la bonaerense, integrada todavía por cuadros que ven en Etchecolatz y compañía, sus jefes históricos.

Es indispensable, que la investigación no este en manos del aparato sospechado, casi con certeza, de su desaparición.

Es fundamental, que no se alojen en el mismo lugar los genocidas detenidos para no facilitar el accionar conspirativo de los que se mueven con la única obsesión de volver al pasado y evitar las condenas.
Es clave, para que haya justicia que termine la “ronda” de testigos que declaran una y otra vez en los diferentes juicios exponiéndolos no sólo a revivir permanentemente su calvario sino a comprometer directamente su seguridad.

El fallo histórico que condena al represor Etchecolatz (y no “ex represor” como se refieren a él algunos medios, haciendo una suerte de indulto lingüístico) en el marco de un genocidio no deja dudas que deben tomarse todas las medidas que sean necesarias para acelerar los procesos que finalmente lleven a hacer justicia antes que la muerte biológica de los genocidas llegue primero que las condenas.

Aparición con vida de Julio López.

Nadie puede permanecer en la actitud pasiva de desearlo ni en la tibieza de reclamarlo, nuestra obligación de militantes es exigirlo”.

– Para aportar algún dato sobre López hay un número donde llamar para ayudar en la investigación: 0800-333-5502.

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