En la década del cincuenta en el siglo pasado, un gobierno elegido democráticamente fue jaqueado de manera permanente y continua durante años por los medios masivos de comunicación, por entonces particularmente los diarios La Nación y La Prensa.
Poniendo énfasis en la corrupción y en el carácter dictatorial del entonces Presidente, alentados por esa prensa canalla, llegaron primero a celebrar el bombardeo a Plaza de Mayo y el golpe militar después, alegando el beneficio de la república.
La pregonada supuesta falta de independencia del poder judicial del gobierno democrático según esos medios, pasó mágicamente a partir del 17 de Septiembre de 1955 –siempre según los mismos medios- a ser una justicia totalmente independiente, a cargo de jueces nombrados en comisión, sin estabilidad, y por decreto dictatorial.
En esos tiempos también se pregonaba que con el exilio del ex presidente, el encarcelamiento de los ex funcionarios y el fusilamiento de militares y obreros, la llamada barbarie no volvería nunca más, y que la República gozaría de buena salud.
En la década del setenta el escenario volvería a repetirse, los mismos medios anteriores sumados ahora a Clarín, se dedicaron durante años a socavar la autoridad democrática, y alentaron nuevamente el golpe de Estado y la muerte.
Y celebraron el derrocamiento de las autoridades legítimas, y nuevamente repitieron que ahora sí habría justicia independiente, nuevamente con jueces en comisión que juraron por el Acta del 24 de Marzo, por afuera de la Constitución, y otra vez se gritaba con histeria que esa gente no volvería nunca más.
En la actualidad los mismos actores económicos concentrados de la especulación y los privilegios, como la Sociedad Rural, La Unión Industrial, las empresas petroleras y mineras, los bancos y los exportadores e importadores, volvieron a tomar el poder de la República, pero esta vez legitimados por el sufragio.
Esa legitimidad –indiscutible por cierto en el juego de la democracia liberal- no cambia la situación fáctica, que se repite con identidad matemática, ya que la clase dominante ensalzada en el poder, predica que ahora sí hay justicia independiente y que los jueces -que hasta hace dos años eran dependientes del poder político- ahora son independientes, y otra vez repiten que los que se fueron, no volverán nunca más.
Pero sería muy necio pretender afirmar que esa es ahora la teoría y la manifestación minoritaria de una elite o de una corte dictatorial, porque ahora los que se jactan del placer de creer que los otros ya son cosa del pasado y que no volverán, son una mayoría.
Y así el escenario es muy diferente a los anteriores, porque antes era un grupito de mandamases con la fuerza de las armas que opinaba en esa forma y los demás callaban por obligación, pero hoy es la mayoría expresada en las urnas la que comparte el discurso.
El asalariado mensual al que se le notifica que habrá tarifazo, aumento de servicios, más endeudamiento, ajuste, desempleo, suba de las tasas de interés, subordinación a EE UU, y desprecio a todo lo nacional o popular, lo festeja convencido de que ese es el bien de la República, que no hay otra, y que todo lo malo que pasa no es por las medidas que se toman hoy, sino por las que se tomaron hace dos años.
El trabajador dependiente al que se le hizo conocer que las paritarias del año 2018 serán de un dígito y que la inflación será de dos, lo que inevitablemente lo llevará a achicarse, sigue apoyando el relato porque lo importante es mirar para adelante, y tener sueños, o esperanza, aunque todos los datos le están diciendo lo contrario.
En el derrocamiento de aquél primer gobierno que mencionamos en 1955, hubo muertos bombardeados, fusilados y desaparecidos. Luego en 1976 ocurrió lo mismo y en mayor escala, y el silencio y la pasividad de las mayorías se entendía –y se justificaba por cierto- como un mecanismo de defensa de la propia vida, ante los asesinos sistémicos del Estado.
Ese mismo silencio se mantenía ante los planes de endeudamiento, bicicletas financieras, vaciamiento de las empresas del Estado, privatización y entrega de recursos naturales, pérdida de soberanía, dependencia económica. Todo para poder preservar la vida, era una opción entre callar o correr el riesgo de morir.
Hoy en cambio, ante la reiteración de estas medidas, y sin la obligación de callar, las mayoría las aplauden, las elogian, y se manifiestan convencidas que algún día, no muy lejano –no hay que perder los sueños, MACRI dixit- ellos tendrán los beneficios que hoy, irremediablemente solo pueden tener los que gobiernan, en un panorama de hipnosis colectiva y colonización pedagógica que asusta.
Pero las discusiones sobre medidas económicas, cambios de planes, endeudamientos, negociados y demás, son al fin y al cabo sólo discrepancias, criterios, pareceres, ignorancias, olvidos, falta de memoria, confusiones, ilusiones, historia repetidas.
Lo que resulta preocupante y porque no desesperante, es que ante la muerte otra vez a manos del Estado, con todo lo que nos ha tocado en Argentina padecer en ese escenario, la mayoría crea que es un hecho más.
El asesinato a manos de un operativo de fuerzas de seguridad nacionales del joven SANTIAGO MALDONADO, en vez de generar en esa mayoría anestesiada el más enérgico repudio, fue oportunidad para hacer gala otra vez de la irresponsabilidad montada en la falta de memoria.
En medios masivos y en redes sociales se hicieron bromas, se ridiculizó al muerto, se lo despreció, se lo humilló, se lo ninguneó, se lo rebajó hasta la más miserable de las condiciones. La muerte fue banalizada, y la condición humana también.
Los pueblos que no conocen su historia, están condenados a repetirla.
* TEMA MUSICAL: “INDULTO”. A. LERNER