Para un realizador cinematográfico, hacer una tercera película es un paso clave en su carrera. Puesto que esto indica que ya posee una continuidad reconocida en su obra, y que ha podido mantenerse en vigencia a través de los años. Especialmente sabiendo lo difícil que es filmar en nuestro país.
Luego de ver el tercer film de la realizadora salteña Lucrecia Martel, quedan muchas dudas, y a primera vista, se puede reconocer que el film dista mucho de la chispa y audacia que tuvieron sus dos films anteriores «La Ciénaga», y «La niña Santa».
A los ojos de este espectador y realizador de cortometrajes y documentales, La mujer sin cabeza prácticamente no tiene argumento, sino que es una serie de acontecimientos que se van narrando a partir de un accidente que sufre la protagonista Vero (María Oneto), donde atropella a un perro en el camino, pero se imagina que ha matado a alguien.
Más allá de que alguna que otra escena del film nos resulte cotidiana a los salteños, tales como aquellas donde las empleadas morenas son casi parte de la familia, o los policías chismosos que hablan de su trabajo y comentan del clima, o las típicas demoras y papeleos que se sufre en los hospitales, la película de Martel, es una continuidad de situaciones que hasta carecen de aquel humor sarcástico que supo tener en sus filmes anteriores, donde el racismo, o las relaciones incestuosas cobraban real importancia y le daban mucha vida al relato.
De la fotografía y la parte técnica del film, no se puede decir nada puesto que resulta impecable. Sin embargo el argumento falla, porque nunca se sabe qué pasa ni hacia dónde va la protagonista, que más bien parece haber sufrido un paro cardíaco desde el primer minuto del film.
En la película hay elementos recurrentes de la filmografía de la directora, tales como los hospitales o las revisaciones médicas, las piscinas, las empleadas domésticas, o la vagancia que suelen tener muchas personas en nuestra ciudad.
A mi entender, habrá que esperar dos o tres años más para ver qué nos depara la prolífera directora Martel, puesto que La Mujer Sin Cabeza, realmente deja mucho que desear.
Por Ignacio Wilde
(Realizador Independiente)
– Leer también: La mala memoria
http://www.salta21.com/spip.php?article996
– Respuesta al artículo de I. Wilde
Más allá de la crítica
Miguel: el artista está más allá de la crítica. Esta es una frase valiosísima que me aportó un crítico de música reconocido.
Lo que digo, más allá de tu planteo, es que no es lo mismo un comentario que una crítica. Sea pública o privada. No me dice nada.
Es cierto en un punto lo del canon: el periodismo institucionaliza y legitima. Lo hace en paralelo a la academia.
Cualquiera puede opinar. Es necesario- a mi simple criterio- distinguir opinión, comentario, crítica.
Cortázar fue uno de los maestros que más atacaron a los críticos en sus textos literarios: sus metatextos fueron más allá de la visión simplista de un «lugar» cómodo.
Los artistas también son vulnerables y no es que esperan el OK de todos; confían en su trabajo. Si el artista, el creador, logra jactarse de él, ha comprendido la esencia del arte.
Después de todo, me quedo más traqnuila. La diferencia que hiciste sobre la canonización de un artista es válida: no cualquira encaja en los parámetros de legitimación.
También el artista le confiere status al crítico: no lo digo en el caso de Martel.
Lo del gusto personal es para discutir: de lo contrario el crítico vería sólo aquello que pudiera gustarle.
La crítica mala no preocupa más: el arte goza de mucha más prensa cuando hay ataque.
El canon y los límites de la crítica
Romina: la crítica -académica y periodística- sí canoniza: crea el canon, el corpus de las obras que son señaladas como valiosas.
Está bien que lo hagan, es una orientación preciosa en tanto el arte es infinito y la vida breve.
Pero el límite de toda crítica es el gusto personal.
El comentario de Lucrecia sobre la peli de Almodóvar no fue en diálogo privado: respondió honestamente a mi pregunta en público, en la charla que ofreció en la Casa de la Cultura.
Los grandes artistas aceptan que su obra pueda no gustarle a alguien.
Cuando Lucrecia dice que la recepción de su filme fue «dispar» y que es enriquecedor que así sea, yo creo que lo dice en serio, lo cree así.
Los críticos en cambio -o mejor dicho cierto tipo de críticos- son seres dogmáticos que se enojan si otro opina distinto.
Brilllo y luces
No creo que la crítica canonice a Lucrecia Martel. Sí su trabajo. Y bien sabés Miguel que muchos críticos se llamaron al silencio con esta película y gozaron con decir que no entendieron. Si ella te dijo que no le gustó La mala educación– de Almodóvar- te lo señaló a vos. No hizo una crítica. Creo que bien vale hacer la diferencia. De lo contrario todos se convierten en críticos «autorizados». Su comentario fue ocasional y honesto. Con respecto a Cortázar, las excentricidades de los artistas los llevan a desvalorizar su propia obra. Cada cual, luego de terminar algo, empiezan otra cosa. Y quizá hasta digan que ya no les gusta lo que hicieron.
Miriam Díaz contó una anécdota interesante: «Spregelburd», al que muchos actores salteños idolatran, se enoja cuando alguien quiere hacer sus obras y se dirige a ellos para preguntarles por qué la quieren representar.
El artista es un insatisfecho pero no un improvisado. Ahora bien, en el fondo espera la buena acogida de su trabajo porque cree en lo que hace y se entrega por completo a ello. En esto, no tenemos que equivocarnos.
Nadie pone un cartel en la puerta del cine o del teatro que diga: «vengan a ver la mierda que hice».
Ahora comprendo que Martel tiene chispa: brilla con luz propia, la de la inteligencia para crear.
Tenés toda la razón del mundo: la tuya
Ignacio: estoy en las antípodas de tu opinión e interpretación del filme de Lucrecia. Pero ella te daría la razón porque dijo claramente que cada uno tiene derecho a que le guste o no. Y tu opinión tiene el valor del coraje: conozco a personas que no les gustó, pero jamás lo dirían en público.
Lo peor que podemos hacer con Lucrecia es canonizarla, convertirla en La Niña Santa del cine, y entregarnos a una devoción fanática a su persona y a su obra. ¡Justamente a ella, que es una artista viva, con una obra cada vez más lúcida, compleja, íntima, inquietante, abierta y antidogmática!.
«¿Qué te pareció La mala educación», de Almodóvar?, le pregunté a Lucrecia. Me dijo -con otras palabras- que no le gustó. ¡Y Pedro es su amigo! «¿Qué espera de su lector?», le preguntaron a Cortázar. «Que si no le gusta el libro lo tire por la ventana», respondió.
Vos tenés derecho a que no te guste una peli y a decirlo. Aunque a todos los demás nos encante. Porque el encuentro de un ser humano con una obra de arte es una experiencia única e instransferible.
Aunque también pasa -me pasa- que con cada crítica y comentario que leo sobre La mujer sin cabeza la película se me enriquece y quiero volver a verla. Y, las películas, según Martel, se hacen justamente para esto: para que conversemos sobre ellas…
Realizador descabezado…
Decime Ignacio… ¿Vos era quien quería hacer una Universidad de Cine en Salta? Con esta crítica o «analisis cinematografico», ¿Pretendes hacer creer que estarías capacitado para enseñar CINE? ¡Definime Argumento!… Por que escribís que la película no lo posee y lo luego, en la siguiente oración, ¡lo enuncías!. Mi duda despues de ver esta gran pelicula, ver tus trabajos audiovisuales y leer tus comentarios es la siguiente: ¿Sos o te haces?. Para evitarte la molestia de ver la película por segunda vez, y también para que no sigás escribiendo críticas con chispas y audacias, Vero no se lo IMAGINÓ. Hay algo que coincido contigo, que en nuestra ciudad existe muchas personas con «vagancia» y pereza… mental.
La mujer descabezada…
Estimado Wilde, no tengo el gusto de conocerlo, no soy un experto en cine, pero como todas las manifestaciones del arte, creo que una película, una pintura, una melodia, una puesta en escena, deben hablar por si mismas. De ninguna manera comparto su opinion de «La Mujer sin cabeza», de la directora salteña Lucrecia Martel a quien «me saco el sombrero»por su capacidad para expresar entre líneas, entre imágenes, semejante y terrible guión. Mas allá de las maginíficas actuaciones, especialmente de Onetto, la película me atrapó del principio al final porque insisto habia cien hojas de texto en cada escena minimizada con una inteligencia verdaderamente asombrosa en una mirada, en una reacción, en una palabra y en tantas situaciones que muchas veces se insiste en que son patrimonio de la sociedad salteña y no creo que sea asi. Soy de un pequeño lugar de la Pcia de Sta Fe, resido en Salta hace muchisimos años, cursé mis estudios universitarios en Córdoba, tuve la oportunidad de conocer unos cuantos países y en cada lugar, en cada pueblo se esconde una historia de la que no se habla, solo se la expresa de mil maneras. Qué capacidad la de Martel!!!!!! No lo podía creer. La felicito por éste medio y continúo admirando su poder de observacion y la capacidad de ponerlo tan bien en un film. Por último: chispa? la chispa de la directora puede encender una hoguera con los temas y la manera en que los aborda, aunque claro, siempre esta el riesgo de que alguien salga «quemado».
Gustavo Joaquin Garcia
D.N.I. 10.789.166
¿Chispa y audacia?
Hoy en día podemos opinar libremente pero con fundamentos sólidos para hacerlo. No me preocupa en lo absoluto que alguien no vea con agrado el film La mujer sin cabeza . Me preocupa que se diga cualquier cosa. ¿Fuiste a buscar chispa y audacia? Quisiera saber dónde está la chispa en estos films que nombrás, Ignacio. Y qué es la audacia para vos. Las regularidades o las recurrencias en una «poética» son comunes obsesiones de los creadores. Debés saber que la nueva «narratología» también incluye la falta de argumento al estilo clásico. La ausencia de relato es la ausencia de una narración a la que estamos acostumbrados. En el film hay condensación y desplazamiento. El film de Martel impone una semiología desnaturalizante más allá de la mostración de caracteres físicos. Y repite las estrucuras sociales: el negrito es el sirviente y el blanco el amo. Pero subvierte el modelo mostrando las caras ocultas, focaliza desde Verónica un punto de vista y lo hace universal. Es maestría.