En una película del año 1995 llamada “Usual Suspects” (“Los sospechosos de siempre”), se acunó la ahora famosa sentencia de que: “El mejor truco que el diablo ha hecho es hacer creer que no existe”.
Siguiendo esa línea de pensamiento e identificándose al demonio con el mal, podemos afirmar que la corriente estratégica macroeconómica predominante en el mundo, ha asimilado esa lección, y les ha hecho creer a muchos que no existe.
Habiendo logrado confundir al liberalismo con el neoliberalismo como si fueran la misma cosa, logran imponer en muchos países –entre ellos la Argentina de Cambiemos- el modelo de dominación perfecto.
El liberalismo como corriente filosófica y política, promueve las libertades civiles, es contrario a la dictadura de mercados, y aboga por la democracia y la división de poderes.
Se comparta o no esa línea de pensamiento, la diferencia con el neoliberalismo es manifiesta, porque esta maquinación capitalista es precisamente todo lo contrario a las libertades de los ciudadanos.
En síntesis, el neoliberalismo ha sido fomentado y promovido por los Estados en conjunción con las grandes corporaciones, que a su vez controlan los medios de comunicación.
Han creado un grupo dominante (políticos y grandes empresarios) que manipula y somete al resto de ciudadanos mediante leyes echas ad hoc para mantener su estatus de casta.
Y utilizan los medios de comunicación, convertidos en plataformas de lavado de cerebro, haciendo creer a los ciudadanos que las medidas se toman por el bien común (http:rodriguezdiegon.blogspot.com.ar)
La muestra latinoamericana actual de ese sistema perverso la exhiben los casos recientes de Brasil y Argentina, embarcados de la mano de multimedios cómplices, que han derrocado un gobierno legítimo en el primer caso, y han impuesto en las urnas su modelo en el segundo.
Se pregona siempre al achicamiento del Estado, se promueve el individualismo a ultranza como medio de progreso, se desindustrializa el mercado interno, se apuesta a la economía primaria, y se transfiere constantemente el ingreso desde los trabajadores a las corporaciones.
Ello con achicamiento del salario, techos paritarios, cooptación de estamentos sindicales, manejo de índices inflacionarios, y en definitiva la sumisión por aprietes presupuestarios a la población, con el infaltable recurso último de la represión ante la protesta.
Este tercer interregno de neoliberalismo en Argentina a cargo del gobierno macrista de turno, el tercero en la historia reciente del país (contando la dictadura económica de Martinez de Hoz y la entrega consumada del menemismo en los años noventa), lleva adelante claramente esa política.
Existe una gran campaña mediática tendiente a reforzar la errónea idea de que el ascenso posible se da dentro de cada individuo, y que el esfuerzo personal tiene más valor que el social.
Se trata por todos los medios de denostar todo método de ascenso colectivo, impregnando a cada instante la sociedad con la invocación de que la salida es siempre fruto del esfuerzo de cada uno.
Nos han hecho creer que la prédica de la libertad individual es la panacea, mientras nos llevan a todos juntos cada vez más cerca de la esclavitud colectiva, y casi sin darnos cuenta.
Las clases elitistas dominantes en Argentina durante décadas, que siempre lograron mantener los resortes de la economía en las dictaduras, después de doscientos años lograron hacerle creer a los votantes que ellos eran la imagen de la libertad, y merced al resultado democrático ahora manejan además, las instituciones del poder formal.
Detentan de esta manera el mismo sistema de producción tradicional, son quienes deciden y llevan a cabo el desmantelamiento de toda articulación colectiva, tienen el poder estratégico y sostienen todo ese esquema, con un aceitado sistema comprado de medios de comunicación.
Esta posición dominante se asemeja a la propuesta engañosa del juego en los casinos. El sistema numérico asegura al dueño por simple deducción estadística, una ganancia constante, y cada tanto para poder engañar sobre sus bondades, dejan ganar a alguien para poder exhibirlo.
En el sistema neoliberal la ecuación es la misma. Todo está programado para que de vez en cuando algún ejecutivo de grandes empresas muestre su fortuna generada en base a su propio esfuerzo, mientras el resto de millones de conciudadanos no pueden llegar a fin de mes, sintiéndose menos.
Don Arturo JAURETCHE nos enseñaba: «Nada grande se puede hacer sin alegría, nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos. Los pueblos deprimidos no vencen ni en el laboratorio ni en las disputas económicas. Por eso venimos a combatir alegremente, seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores a corto o largo plazo» .
Y habrá que desandar errores y engaños, y habrá que empezar a combatir nuevamente.
– Foto tomada de la Revista hamartia