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jueves, noviembre 21, 2024

Los dioses de la noche: Carnaval salteño

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2007 y una nueva presentación de los corsos festivaleros en la capital salteña. Una mirada sobre la noche popular a 107 años de historia. Aunque las luces se encienden, el brillo de los trajes deslumbran, faltan sensaciones en la sangre: audacia, revelación, brío, participación festiva, nuevas formas del rito pero sobre todo, alegría. El frío en pleno verano, no quita las ganas de “mirar” la propuesta artística de los miles de pasistas de cada noche. Entre el Carnaval de Oruro y la corriente mesopotámica, el Carnaval salteño aún no encuentra sus propias formas. ¿Tradición o estancamiento?

“Mi alma hecha de cerros, quebradas y vertientes, calienta en mi pecho

mi triste corazón,

pues lejos de mi valle, el Valle de mi Salta,

mi verso es la plegaria ardiente en devoción.”

(María Teresa Di Pasquo de Terradas)

Casi mítico, el ritual se abre cada año para dar luz al trabajo realizado por los participantes. Noches de bordar, pegar y coser millones de lentejuelas, dinero para los trajes que salen de los bolsillos de los artistas; hijos, nietos y bisnietos de ex murgueros o comparseros llevan el orgullo del lucimiento. Talón, punta, taco, tambores, cantos y olor a albaca se fusionan en un traje carnestolendo y en una sonrisa ardorosa de una morena. Mucho, mucho esfuerzo para esta convocatoria procesionaria. El carnaval es la fiesta popular que precede a la cuaresma y se celebra en los países de tradición cristiana.

La 9º jornada anunciaba más de 7 mil pasistas. Una multitudinaria convocatoria de amantes del carnaval desfiló por calle Ibazeta.
El personaje de la noche es el caporal. El caporal representa al operario asalariado de la finca quien manejaba las comunidades indígenas. “Después de la cuenta de las ovejas, si es que faltaban, el caporal se ponía a regañar criando cólera: Ven ven acá a purgar tu falta. La espalda quedaba convertida en una mancha cárdena que se prolongaba en vetas moradas hacia los flancos. Cuando se iba el caporal, la mujer la sobaba con yerbas. Y así, año tras año. De generación en generación, de padres a hijos, a lo largo del tiempo, los pastores heredaban la obligación, la miseria, el látigo, la inacabable deuda…Un día subió el caporal, pero no a contar las ovejas sino a llevarse a la que ahora era mujer de Doroteo Quispe… la hija del hacendado necesitaba una sirvienta.” (El mundo es ancho y ajeno de Ciro Alegría).

A mi entender, el caporal representa la opresión y el colonialismo impiadoso, es lícito preguntarse si la comunidad que baila estos ritmos sabe a qué le rinden su homenaje o a quienes representan en sus danzas. Cierta vez le pregunté a jóvenes caporales y dijeron que no sabían el significado, que bailan porque les gusta el ritmo y les apasiona el corso.

En plena noche, se me reveló el carnaval de Oruro y aunque las mujeres gustan del macho que representa el caporal por la fuerza del baile, me resistí a su histórica figura de poder. Demasiada danza boliviana que no me representa en tanto y en cuanto me sienta tan salteña. La bandera de los pueblos andinos se mezclaba entre los caporales pero se anunciaba como la bandera de la paz. Desde el punto de vista de las fronteras se puede interpretar que hay una unión cultural pero en verdad creo que se desvirtúa la esencia nuestra. ¿Vale todo o estamos en una conjunción transandina?

Juan Carlos Da Nova, historiador y director de la comparsa Ruiseñor de Uruguaiana, me enseñó que la verdadera esencia del carnaval es la unión de los estratos sociales: El caporal y el negro van juntos, juegan con la verdad histórica pero, además, el pueblo lo sabe y es el único momento en que las clases populares bajas se unen con las esferas más altas y salen a las calles en manifestación plena. Esto no ocurre entre nosotros; el carnaval representa las clases bajas de la sociedad, el circo del pueblo. Para discutir.

Revisemos los pasantes de esta jornada que motivó estas reflexiones. Con ritmo afro, Esencia (Caporal) abrió la jornada con dos bloques de bailarines, hicieron lo propio Reinas y reyes – Roma el gran ejército y sus diosas, Raíces de América (caporales), Caporales de San Simón ( con los colores de la bandera boliviana) y sus devotos Ilusión Morena; El sastre ( individual con 25 años de historia); Aladdín y los 40 ladrones ( precedidos por Ramoncito el equilibrista); La era de hielo 2 ( títeres mimosos de Bº Mosconi).

No faltó el popular Sandro (28 años de irrenovación), Valet corazón de oro (caporales), El gaucho ( individual, un tanto venido a menos), Huayra Collpa, que en quechua significa viento-fuerza ( Vª 20 de febrero) imponentes pero con animales muertos colgando; desfiló la carroza El gran escape (Bº San bernardo); el individual Elegancia real (Bº Autódromo) y luego Buterfly (Tributo a Freddy Mercury y a Gloria Gainor) ambos junto al sastre y Los mayuatos, fueron lo mejor de la noche.

Le siguieron los Sianka (Vª Cristina) quienes fueran homenajeados por el Vice-presidente de la Nación en un reconocimiento en vida por 60 años de historia, según lo expresó Cosito Herrera. A continuación, una murga humorística pegó en el centro: Los mayuatos con un discurso en contra de las redes y los espíneles y tres personajes dieron que hablar: papero ( el que hace papa en la pesca), jujeño (se dice que es un depredador y un desconsiderado) y dinamita ( temible para los peces). Con humor y bien ácidos, mostraron muñecos con mensajes de defensa a la naturaleza.

Cierran la noche: Rey y Reina (niñitos de Bº Autódromo en rubro variedades), Por el niño de siempre (fantasía), Tinku y Gran Poder (caporales), Hollywood night y su carroza y Broadway con En busca del dorado. Dicen, porque no estuvieron en esta jornada, que Los caballeros de la noche es lo mejor del corso. El evento se lanzó a las 22 y cerró a las 3 de la mañana con cierto aire otoñal difícil de aguantar en una tribuna, aunque los jóvenes no paraban de lanzar la nieve loca por supuesto, olvidados del fresco.

Como evento popular al corso le falta audacia y revelación, falta una interacción con el público pasivo, totalmente apático. Falta contagiar, falta contacto, es un corso de vidriera, un muestrario. Me pareció un museo de dioses nocturnos, vi resurgir una cultura boliviana por sobre la propia, tradición en pos de un estancamiento. Quiero dejar en claro que es legítimo el esfuerzo, el gasto y las ganas de los participantes pero falta fuego en la sangre, ese espíritu indecoroso y hasta juguetón. Le pregunté a los espectadores para que van al corso, la mayoría dijo que para ver qué hay de nuevo. Concluyen que es para chicos. Creo que más que sostener la tradición del desfile tenemos que sostener la tradición de nuestra cultura. Para ello hay que saber qué es nuestra cultura para que el mundo, no nos resulte ancho y ajeno.

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