En tiempos del maestro venezolano Felipe Izcaray, la orquesta local tuvo premios, trabajos inolvidables, momentos sinfónicos que para mí excedían lo que un grupo sinfónico de provincia podía dar. Mérito del recordado director que debió irse por culpa del desconocimiento.
Salta, Sábado 14 de agosto de 2010. Teatro Provincial. Orquesta Sinfónica de Salta. Director Maestro Jorge W. Lhez. Obertura para un Festival Académico op. 80. (Johannes Brahms 1833-1897). Sinfonía nº 2 en mi menor op. 27 (Sergei Rachmaninov 1873-1943).
La festiva obertura brahmsiana no deja de ser, a pesar de sus destinos, un trabajo serio del compositor alemán. La línea de la cuerda baja es el cimiento que sostiene con fuerza y solidez pero con inocultable transparencia el armado sonoro que crea de a poco, momentos de una gran tensión pero que siempre encuentran adecuadas soluciones. Esto es arte musical aún cuando existan obras del mismo autor de mucha mayor envergadura desde que ésta, con inusual humor, está basada en cuatro canciones de taberna que el compositor recordaba del breve tiempo en que había cursado estudios en la Universidad de Göttingen. Hasta cierta aspereza expositiva se oye con placer. Por supuesto, para llegar a ésto hay que contar con traductores predispuestos a entregar lo mejor. Al final hablo de ellos.
En tiempos del maestro venezolano Felipe Izcaray, la orquesta local tuvo premios, trabajos inolvidables, momentos sinfónicos que para mí excedían lo que un grupo sinfónico de provincia podía dar. Mérito del recordado director que debió irse por culpa del desconocimiento de los que nunca sabrán cómo se gestiona el hecho cultural desde el Estado, pero también mérito de los integrantes de ese grupo sinfónico. Esta ligera reflexión es necesaria para entender los juicios de valor del final. El programa trajo la belleza de la segunda sinfonía del ruso Rachmaninov. Una delicia, esquicios melódicos envueltos por una instrumentación de enorme maestría, una estructura sonora que llega al fondo del alma a través del ingreso auditivo pero gracias al grupo neuronal que consigue aprehender ese clima que crea el compositor que muchos encasillan como parecido a Tchaikovsky pero que en realidad es su natural consecuencia. La sinfonía es una obra de proporciones enormes, reflexiva, muy romántica al punto que da la sensación de haber sido escrita en el siglo XIX. Posee un estupendo modo contrapuntístico y en los dos últimos movimientos hay solos notables, Marcelo Gutiérrez en el clarinete y María Alejandra Barreto en el oboe. Sumando todos sus factores, se trata de una de las grandes obras del género sinfónico que por sus inherentes dificultades es poco transitada aún cuando la magnífica ejecución las resolvió bien.
El final es para el maestro Jorge Walter Lhez. Está como director asistente de la orquesta desde su fundación allá por 2001. La preparó para distintos directores y se lució como maestro preparador. También la condujo no pocas veces a lo largo de todos estos años, por lo general con un resultado más que valioso, pero lo que hizo en la noche del sábado 14 puede inscribirse como su mejor trabajo conductor. Fue un músico superior, con una batuta calma, precisa, segura, generosa, dejando respirar a la orquesta en una obra tan compleja como ésta de Rachmaninov destacando los acentos del primer movimiento, venciendo las dificultades del segundo. Su análisis previo, fue de primera, razón por la cual brindó una lectura de alto rango y otorgó solidez sonora en el resto. Felizmente tengo el DVD grabado de una notable ejecución que confirma todo lo bueno que él fue sembrando en el tiempo.