…comen y beben con una abundancia obscena en frente mismo de las necesidades más extremas…
El día jueves 6 de septiembre de 2012 –día del aniversario de nacimiento número cuarenta y tres del joven gobernador Juan Manuel Urtubey y número ochenta y dos del golpe militar de José Félix Uriburu- en las instalaciones del Centro de Convenciones de Limache el mandatario clausuró el evento denominado “Argentina Mining 2012”, que las empresas mineras llevan adelante cada año para seguir ocupando cada vez más los nichos de mercado de mayor rentabilidad en el mundo, que los propios Estados como el nuestro han abandonado miserablemente a la avidez privada transnacional.
Ese abandono no es casual por cierto, sino que su causa eficiente ha sido la brutal corrupción de los años noventa, de la mando de La Rata (*) y su séquito legislativo de entonces, en que la mayoría automática del congreso de la Nación le proporcionaba a mano alzada todos y cada uno de los negociados en que se aventuraba. Entre ellos el actual régimen minero que prohíbe –literalmente prohíbe en el texto- al Estado Nacional la explotación minera en su propio territorio, normativa tan original como vergonzante que ningún otro país que se precie de evolucionado detenta. El ingreso al primero mundo que se anunciara entonces bajo el grotesco eslogan de relaciones carnales, con este esquema, nos colocaba claramente en el papel de sujetos pasivos.
El panorama de hoy no se diferencia en absoluto de aquél. Por el contrario, la penetración imperialista económica ha avanzado y mucho, llegando en la actualidad esos pulpos de la minería internacional a juntar las cabezas de una decena de gobernadores entreguistas bajo la OFEMI (Organización Federal de Estados Mineros) que integran las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, Neuquén, Rio Negro, Chubut y Santa Cruz, con los cuales programan el desarrollo del negocio al amparo de esa legislación nefasta.
En el parte oficial del gobierno que informa sobre el tema, textualmente se expresa: “El evento estuvo dirigido a ejecutivos de empresas del sector que operan en nuestro territorio o que están analizando las posibilidades de inversión en la región, como así también a proveedores en busca de oportunidades de negocios”. Con semejante confesión queda claro que de ambiente y desarrollo sustentable –como les gusta expresarse a los funcionarios- nada se dijo ni se trató, y si lo fue en algún momento ello no ha sido el papel principal del encuentro, que claramente se llevó adelante para la oportunidad de los negocios, no de la gente ni del ambiente.
Antes de concurrir a clausurar ese evento deplorable para la soberanía económica y territorial de nuestra Salta, el mandatario concurrió a un agasajo con conocidos, políticos y algunos amigos, donde abundaron los discursos de elogios, y hasta algunos ¡vivas al futuro Presidente!, que a viva voz ensayaron de manera entusiasta muchos de los concurrentes, acostumbrados desde siempre a velar por su carguito salvador ejercitando en cuanta oportunidad tienen a la mano la popular succión de calcetines.
A escasas cuadras de las espaldas de ese predio en tanto casi mil familias pobres de la misma Salta que ni el gobernador ni los ocasionales festejantes quieren ver, reclamaban y siguen reclamando por un terreno mínimo donde asentarse para vivir; afectando la propiedad de otros ciudadanos trabajadores o desempleados que esperan hace muchos años que en el mismo lugar sus decadentes asociaciones gremiales construyan un barrio, mientras escuchan azorados las amenazas de los segundones y punteros a sueldo del gobierno que les advierten sobre un inminente desalojo.
Esa lucha de pobres contra pobres se desarrolla ante la indiferencia cruel de quienes viven del oportunismo y la banalidad de funciones de gobierno ineficientes, y comen y beben con una abundancia obscena en frente mismo de las necesidades más extremas, para luego proseguir con su rutina de abuso indiscriminado de los bienes públicos como si fueran propios, viviendo en fastuosa propiedad mantenida con el erario y viajando a troche y moche en el avión sanitario una y otra vez hacia Buenos Aires, donde cada vez que llega lo espera un camarógrafo de aquélla ciudad empleado a tiempo completo con un contrato de consultoría oficial, sólo para registrar su egolatría y apoyar su proyecto político personal
Al cierre de la confección de esta columna, quien escribe pudo leer que el presidente de Uruguay “Pepe” Mujica, sigue teniendo el mismo automóvil de siempre, dona el 80% de sus haberes a entidades de bien público, y continúa viviendo de lo que obtiene en su pequeña chacra donde cultiva flores y hortalizas junto a su esposa, mientras opina que prefiere vivir con austeridad y renunciamiento, y que pobre no es el que tiene poco sino el que quiere mucho. Una imagen que contrasta impiadosamente con nuestra realidad cotidiana, pero que al mismo tiempo nos devuelve la seguridad de que definitivamente otra vida y otra sociedad es posible. Solamente tenemos que aprender a elegirla.
– (*) Presidente de Argentina 1989-1999
Nuestra impiadosa realidad cotidiana
Desde el principio de los tiempos, los gobernantes- comunistas y filo comunistas incluìdos- , se han portado de la manera descrita por el Dr. Tort. Por tanto, ese comportamiento es, hasta cierto punto, normal. Sin embargo, a los gobernantes de tiempos pretèritos hay que reconocerles una virtud: no se precupaban mucho por parecer santos. Sabìan què eran diablos y como diablos felices morìan. Los gobernantes de hoy en dìa no son asì, en especial los gobernantes argentinos. Van a misa, leen la Biblia, la Torah y el Coràn y son, dicen ellos, temerosos de Dios. Como les preocupa quedar màl con Dios y no quierèn perder el Cielo, han pedido consejo y ayuda a sus respectivos sumos sacerdotes. Estos han respondido a sus ruegos y quitas y les han ofrecido la formula perfecta para atravesar, sin gràn esfuerzo, las estrechas puertas del Cielo. La fòrmula màgica que los Sumos Sacerdotes les dieròn reza asì: «Podèis tragar y chupar como cerdos, què, igual, el Cielo os serà dado. Pero, todo lo que os sobre- y nada màs- se lo debèis dar a los pobres». Y eso, justamente, hacen Urtubey y su Corte de los Milagros.