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martes, abril 23, 2024

Nuestro Cristo Antisísmico: fe, milagro, negocio y poder

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La historia del Señor del Milagro de Salta es análoga a la del Señor de los Temblores de Cusco. El clero capitaliza el temor que se transmuta en fe. Adoctrinamiento escolar y culto a la tradición. Urtubey reza. Dios nos libre de un gobernador ateo.

El Centro-Oeste de América del Sur es una región con una intensa actividad sísmica debido a que está asentada sobre la falla de Nazca, donde las masas continentales entran en colisión con las placas del Pacífico justo bajo la enorme cadena montañosa de la Cordillera de los Andes.

La memoria histórica de la región atesora en el recuerdo los terremotos que comenzaron el 13 de septiembre de 1692 y sacudieron al Norte del país con réplicas que se prolongaron por dos días. Una tragedia que generó la leyenda de una mítica ciudad perdida y la mayor fiesta religiosa de la región. Esteco quedó totalmente destruída y el pánico que se vivió en la ciudad de Salta originó la devoción al Señor y la Virgen del Milagro. El filósofo Jorge Lovisolo comentó alguna vez: “los salteños tienen un Cristo antisísmico”.

La historia del Señor del Milagro de Salta es análoga a la del Señor de los Temblores de Cusco. En la época colonial, a finales del mes de marzo de 1650, un terremoto asoló la ciudad peruana. La gente sacó en procesión a un Cristo negro que estaba olvidado en su altar y el cese de los movimientos telúricos fue atribuído a un milagro realizado por la imagen.

El temor a los terremotos atizó desde hace más de tres siglos el fervor religioso católico en la región. Que aquello que aparece como lo más firme en la experiencia cotidiana de pronto comience a moverse nos hace concientes de nuestra propia fragilidad y mortalidad. Entonces nos arrojamos en brazos de un Dios cuya protección es administrada con astuta eficacia por una poderosa casta sacerdotal.

La construcción de la fe

El Señor del Milagro de la ciudad de Salta no aparta su amor. Porque este pueblo renueva cada año su pacto con él: te rezamos y te sacamos a pasear por las calles para que nos protejas de los terremotos.

Para recordar lo que nos puede pasar si no tributamos este “amor” ahí está la novena, que hay que rezar durante nueve días antes de la solemne procesión del 15 de septiembre:

“Y cuando más olvidado andaba de vuestro paternal amor hicisteis estremecer la tierra con aquellos espantosos terremotos y le dijisteis a vuestro siervo que no cesarían hasta que os sacasen por las calles”.

Esto es lo que han rezado año tras año nuestros padres y abuelos y lo que inoculamos en la cabeza de nuestros chicos con ayuda del estado, que con total desprecio del ideal sarmientino de la educación laica impone la religión católica en las escuelas y saca los alumnos de las aulas cada año para llevarlos a la Catedral en “tiempos del Milagro”.

Así se construye, con el culto a la tradición y el adoctrinamiento escolar, nuestro fervor religioso con el que asombramos al país y al mundo. Y como para nuestra capacidad de creer es poco nueve días de Milagro y una procesión con 400 mil devotos (*), ahora tenemos cada sábado peregrinos de todo el país (y países vecinos) que vienen a recibir la bendición y la sanación de una mujer que habla con la Virgen en un cerro.

jpg_Urtubey.jpgQue hoy tengamos un gobernador que no deja de invocar a Dios y a la Virgen en cada discurso no es, por cierto, algo extraño. Es algo que nos merecemos. Un don del cielo que nos señala como pueblo católico y creyente. ¡Dios nos libre de gobernantes ateos o evangélicos o judíos!

Cuentan que en tiempos de borrascosa inestabilidad política en la provincia, un gobernador que debía ausentarse de la sede gubernamental dejó los atributos del mando en custodia del mismísimo Cristo del Milagro. ¿Quién iba a atreverse a quitarle el mando que así quedaba resguardado en tan sagradas manos?

Aquí el verdadero poder no viene del pueblo. Viene de Dios. Y, por supuesto, desciende hasta nosotros a través de Ratzinger y Cargnello.

Esto es mucho más que política, es mucho más que religión. Es el negocio más grande del mundo: el negocio de la fe. Santos o canallas, quienes lo administran y lo alientan saben muy bien lo que hacen.

Su poder viene desde el fondo de los siglos y es el más seguro, porque se asienta en los temores más atávicos, en el misterio angustioso del sufrimiento, en la frustración de los deseos insatisfechos, en el insondable temor a la muerte, en el desamparo y la fragilidad esencial del ser humano.

Siempre que tembló paró

Por supuesto que nada de eso piensa el peregrino que viene caminando desde Seclantás, ni el turista que llega a rezar con genuina devoción.

Hay innumerables historias milagreras, como la visita de los reyes de Bélgica en busca de un heredero para el trono o la del sanguchero que regala miles de sánguches a los peregrinos porque el Señor y la Virgen del Milagro lo curaron a su hijo de una terrible enfermedad.

Misterio, poder, costumbre, mito, negocio y fe volvieron a mezclarse ayer, en otra multitudinaria procesión que -según se estimó- habría congregado a unas 400 mil personas en esta ciudad de Salta.

La fe mueve montañas y aquieta sismos. Nos ganamos otro año de protección antisísmica.

Pero de igual modo, no está demás, el pueblo salteño -tal vez el menos educado en prevención antisísmica de la región- ahora está recibiendo en forma sistemática en organismos públicos y establecimientos educativos charlas didácticas preparadas por la policía de la provincia y Defensa Civil que enseñan cómo actuar en caso de terremoto.

jpg_Terremoto.jpg
Después de hacer todo lo que se debe hacer en tal situación límite (será de gran ayuda que en esa instancia estemos en un edificio que cumpla las normas antisísmicas, o mejor aún, en un lugar abierto como un parque o una plaza), bueno será también que el ciudadano rece, si por ventura tiene fe o si la ha recobrado de súbito en medio de tan peligrosa circunstancia.

Si para será otro milagro.

Aunque cabe reparar, en tiempos más serenos en los que se puede pensar, que no hay terremoto permanente. Todo terremoto para.


(*) Es una estimación oficial. Para algunos observadores la cifra es mucho menor. Otros exageran y hablan de 500 mil personas. La población de la ciudad de Salta ronda hoy en los 650 mil habitantes.

Nota del autor: Un profesional de las Ciencias Sociales ve en la frase “¡Dios nos libre de gobernantes ateos o evangélicos o judíos!” una expresión antisemita y amenaza con denunciarme ante el INADI. Pide que la aclare. Creo que su interpretación es literal, errónea y paranoica. Para él el problema está en el sujeto de la enunciación. Debería excluirme para decir por ejemplo “para esa mentalidad fascista es inaceptable que gobierne una mujer, un homosexual, un aborigen, un judío, o un ateo”. Pero además de que se pierde el efecto potenciador del nosotros y se destruye el sesgo irónico me parece que reescribirlo así en pos de un supuesto afán de claridad implicaría subestimar la inteligencia del lector.

9 COMENTARIOS

  1. Nuestro Cristo Antisísmico: fe, milagro, negocio y poder
    Sr.Brizuela:
    Me sentí tentada a no leer su nota cuando ví el tanto lamentable, como hiriente título de “Cristo antisísmico” y le confieso que me produjo un profundo dolor y estupor.
    Es tan impensable que en el siglo XXI tan lleno de espejos de colores, miles de seres humanos con sus sufrimientos, fragilidad y frustraciones, sientan el irresistible llamado a re-ligarse a su esencia espiritual y encuentren en su fé la fuerza que los ayuda a seguir adelante?
    Creo que en esta etapa de la evolución humana, los que nos decimos respetuosos de las diferencias, deberíamos contemplar, si no, con comprensión, al menos con respeto estas misteriosas ocurrencias de la humanidad. Tal vez, ellas nos estén mostrando la otra cara de una humanidad
    deshumanizada.

  2. Respuesta a Guillermo Solá
    Estimado lector:

    Si tenemos que validar no es porque censuremos sino porque debemos evitar que desde el anonimato cobarde se profieran automáticamente guarangadas, insultos o calumnias. Dentro de la responsabilidad y la corrección apreciamos la diversidad y la libertad.

    La mayoría de mis parientes y amigos son católicos y yo también lo fui. Esto no tiñe de odio nuestra relación. Ellos aceptan que pienso distinto. La convivencia está asegurada.

    La Constitución ampara el derecho a tener una religión, pero también a no tenerla. Si desde la televisión y los altoparlantes se difunden mensajes religiosos también tengo derecho a decir públicamente que no creo en todo eso.

    Si usted escribe un artículo reflejando su punto de vista católico no dude que lo vamos a publicar.

    Sinceramente, muchas gracias por su comentario crítico y por dar la cara con nombre y apellido.

    • Respuesta a Guillermo Solá
      Sr. Brizuela:

      En realidad, yo no tengo ningún inconveniente en aceptar a Ud, y a cualquier persona, como individuo no creyente, no católico, no cristiano, judío, o lo que sea. ¡Por supuesto! No está ahí el problema. Tampoco pretendo imponer nada a nadie. Al contrario, cada uno debe tener libertad de conciencia y todos debemos respetar a todos. Por ahí no camina el motivo de mi crítica. Yo también tengo amigos evangelistas, judíos, semiagnósticos, etc. Y son muy buenas personas, en mi concepto.

      Por supuesto que Ud tiene todo el derecho a decir públicamente “que no cree en todo eso” refiriéndose, supongo, a los ritos del Milagro.

      Pero supongo que no me negará el derecho a reclamar cuando, a través del texto de una publicación como el artículo suscripto por Ud, se menosprecie, se ironice o satirice, se burle, se refiera en fin de modo ofensivo a esta tradición católica tan importante para tantos salteños, desde hace tanto tiempo.

      No hubiese querido ser grosero en mi nota. Le pido disculpas. Pero creo que debo, con dignidad, oponerme a que se ridiculice sobre algo tan sensible para tantas personas, especialmente comprovincianos nuestros.

      Atentamente,

      Guillermo Solá
      L.E. 7.636.195

  3. Nuestro Cristo Antisísmico: fe, milagro, negocio y poder
    Sobre la devoción y la mala costumbre de polarizarnos: o devoto, o contestatario

    No me atrevo a juzgar qué lleva a cada persona a participar de esta manifestación de fé que es El Milagro en Salta. Un evento extra – ordinario, por cierto. No creo que todos sean arriados, y mucho menos guiados por un pánico sísmico.

    Que la religión es el opio de los pueblos? Que los responsables de destinos de personas no responden?

    La idea sería: que la fé te haga libre. No me agrada la institucionalización de la fé, pero no por eso la fé ha de perder su dignidad. Y en definitiva, que bueno sería poder llegar a ver aquello en lo que uno cree.

    “Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos. La identidad no es una pieza de museo, quietecita en la vitrina, sino la asombrosa síntesis de las contradicciones nuestras de cada día”.

  4. Nuestro Cristo Antisísmico: fe, milagro, negocio y poder
    ¡Por supuesto que “mi contribución” tendrá que ser validada por uds! ¿O creen que yo me creo que la publicarán así nomás?

    ¡Por favor! ¡Qué cantidad de odio y resentimiento disfrazado de iluminismo progresista trasunta el autor de la nota!

    Mi única “contribución” sería recomendarle que se relaje… que se reconcilie consigo mismo… que respete civilizada y democráticamente la Fé de los demás… en fin, que acepte la convivencia sin agravios a los que no piensan ni sienten como él.

    • Nuestro Cristo Antisísmico: fe, milagro, negocio y poder
      Hola, Sr. Brizuela mis respeto para ud. y es lamentable leer en su nota denostar, contra la creencia de los individuos, y como ud vera no es de todos, ya que alli se encuentra ud. lo que digo simplemente que yo por ser catolico o Judio no me puedo tomar atributos de juzgar a las otras creencias o personas, porque yo considere que el unico que ve la realidad soy yo.
      Como vera hay argumentos mas adecuados para hacer una critica seria.
      Bueno para despedirme quiero dejar en claro que soy catolico, me converti en grande y antes que ud yo tambien criticaba de esa manera, y dejeme decirle algo son muy poco los que van como ud dice “los terremotos” eso quedo en el tiempo, yo le hago una propuesta indague ud como filosofo que es lo que sucede en la mente de cada uno cuando estan allí, como vera no es una masa de personas la que estan alli, como en una cancha de futbol, sino una individualidad con algo o con alguien, quizas solo sea el del al lado!! pero es diferente.

    • Nuestro Cristo Antisísmico: fe, milagro, negocio y poder
      “que se reconcilie consigo mismo… que respete civilizada y democráticamente la Fé de los demás… en fin, que acepte la convivencia sin agravios a los que no piensan ni sienten como él.”

      Que hermosa frase, pero seré muy bobo porque no la entiendo, no la entiendo porque no pude hacer mi vida normal, no pude concurrir a ver un espectaculo de rock, muchos otros no pudieron ver sus grupos de cumbia, ayer tuve que hacer procesion de obligado desde calle entre rios a Mendoza, y viceversa,en una hermosa convivencia porque no pude viajar normalmente en transporte público para trabajar, en fin. que alguien me explique de lo que este señor habla…

    • ¿Hay lugar para todos?
      Toda capacidad reflexiva y de análisis llega a su fin cuando el objeto de observación es nuestra fe, nuestra familia, nuestra sexualidad, nuestra moral. Es más llevadero poner la lupa en estructuras vacías de nuestros sentimientos y creencias que poner en duda nuestros lugares. Y es que de lugares se trata.

      Es muy bueno que muchos sientan que encuentran un espacio en la fe católica, pero también es muy bueno que los que no están allí, tengan garantizado un lugar igual de fuerte, de seguro y de respetado.

      Tal vez mi pretensión de soñar con un mundo en donde todos sus habitantes tienen un espacio para desarrollar su existencia, sea ingenua. Tal vez la mayoría siempre aplaste a las minorías y tal vez a nadie le importe. Pero creo que vale la pena esa ingenuidad y creo que es valioso que esa diversidad pueda convivir en un mismo espacio sin que corra sangre por ello.

      No veo ningún tipo de resentimiento en la nota. El lector puede sentirse identificado o no con el contenido. Puede incluso manifestar su posición que es lo más interesante para ampliar los puntos de vista. Pero lo que no podemos hacer, si nos interesa el conocimiento en general, es censurar, prohibir, descartar, agraviar; porque con ello estaríamos destruyendo un “lugar” que tal vez esté cobijando a alguien.

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