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jueves, abril 25, 2024

Periodistas abusados: ¿por qué no inspeccionan a El Tribuno?

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Como resultado de las reiteradas denuncias por incumplimiento del Convenio Colectivo de Trabajo, de las inspecciones llevadas a cabo por el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires y del accionar conjunto de los gremios que integran la Intersindical de la Comunicación, el 25 de agosto se ha llegado a un acuerdo con Editorial La Capital SA, mediante el cual la empresa se compromete a abonar los salarios que surgen de la aplicación del artículo 28 del CCT. De acuerdo con el mismo, con los haberes del mes de agosto se liquidará un básico para la categoría de Redactor de $ 3130.

A partir del mes de septiembre, para la misma categoría, el básico será de $ 3630 y en enero de 2011 ascenderá a $ 3839.

(Ver: http://prensamardelplata.org.ar/index.php)

Sin embargo, en el diario El Tribuno (de Salta) todavía hay periodistas que cobran menos de $2500 (neto). Incluso hay quienes no llegan a $2000. ¿Por qué? ¿No hace falta también una inspección en ese diario?

NdR: ¿habrá que perdonarles que muchos copien?

– Nota relacionada:

Periodistas explotados en El Tribuno: con la millonaria “pauta” deberían cobrar bien

https://www.salta21.com/Periodistas-explotados-en-El.html

1 COMENTARIO

  1. Periodistas abusados: ¿por qué no inspeccionan a El Tribuno?
    El problema no es el incumplimiento del convenio colectivo de trabajo por parte de la patronal del diario El Tribuno y otros medios. Tampoco si el organismo de contralor lo hace cumplir. Mucho menos la supuesta orfandad gremial.
    En mi humilde opinión, que un periodista de planta, con más de cinco años de antigüedad, cobre menos de 2 mil pesos, y que un colega sentado cerca reciba 4 mil no es demasiado relevante. El peor pago se queja en silencio y no hace nada. El mejor pagado obtiene lo que logró de algún modo particular y no hará nada por el colega.
    Entonces, mi análisis no parte de lo que legalmente corresponde, sino -y perdón si escandalizo a algunos- desde una simplificada perspectiva marxista. Los trabajadores de El Tribuno (entre los que me incluyo), estamos derrotados económica, política e ideológicamente. Los tres principios básicos de la lucha de clases.
    Los triunfadores en esta pugna, redunda decirlo, es la patronal, que conoce a la perfección la teoría marxista del capital, el trabajo y la plusvalía, y la aplica exitosamente. Y ya se sabe, la historia la escriben los que vencen. La visión de los derrotados es, a lo sumo, una anécdota.
    El problema central de los trabajadores de El Tribuno es que no somos trabajadores con conciencia de clase. Debido a nuestros orígenes, formaciones, estudios y desempeños laborales, sufrimos la contradicción de considerarnos falazmente profesionales intelectuales cuasi liberales, y por tanto dueños de nuestras mentes y producciones, pero a la vez empleados en relación de dependencia. Esta contradicción ideológica nos deja incapacitados para cualquier acción colectiva propia de los trabajadores que se organizan para dominar un mínimo de poder con el cual negociar para todos por todos y cada uno.
    En el capítulo V de su libro “El 18 de brumario de Luis Bonaparte”, Marx caracteriza a esta clase de trabajadores como “lumpemproletariado”. Y los describe de la siguiente manera:
    “…con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante que los franceses llaman `la boheme´”
    El gravísimo problema de los trabajadores de El Tribuno es que no es posible encontrar a tres trabajadores que decidan hacer algo conjunto en bien propio y de los demás.
    El gran mérito es el de la patronal, que logró que nadie coincida con nadie para alguna negociación colectiva. Aplausos tristes para el capital que derrotó las mentes, corazones y bolsillos de sus empleados.
    Entonces, las quejas son vanas. Cada uno recibe lo que corresponde a su más o menos diminuto individualismo frente al poder colectivo de la patronal.

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