El 28 de agosto de 1945 aparecía en la Argentina un nuevo diario, el primero que adoptaba el formato tabloid. Lo dirigía Roberto Noble y se llamó Clarín.
Existen fundadas sospechas de que se financió con aportes de las empresas alemanas -cuya expropiación fuera dispuesta por el gobierno de Farrell tras la tardía declaración de guerra al Eje nazi-fascista- y por la Embajada del Tercer Reich en nuestro país.
No sería improbable, dada la ideología que por ese entonces hacía gala Noble, y la indignación pública que mostró ante la medida, calificándola de «acto lastimoso», defendiendo la neutralidad en afiches callejeros y solicitadas (Manifiesto de Afirmación Argentina). Tampoco cabe descartar que el nombre fuese un homenaje al pasquín nazi llamado Clarinada (1937-1945), clausurado por el gobierno meses antes, como también se ha sostenido.
Roberto J. Noble no era un desconocido, pero tampoco era periodista profesional. No le faltaba olfato político, ya que desde su juventud había demostrado ser un verdadero camaleón ideológico que cambiaba «de colores según la estación» política.
El director del nuevo diario se había iniciado, en 1927, en el Partido Socialista, y a poco de andar demostró su audacia: como lo señalara Luis A. Sciutto (Diego Lucero) en la biografía por encargo publicada en 1979, había participado activamente en el golpe de Uriburu del 6 de septiembre y fue «uno de los seis únicos civiles de la primera línea en aquellos actos determinantes del derrocamiento de Hipólito Yrigoyen».
Pronto se abrió del Partido Socialista, con la escisión que encabezaron Antonio Di Tomaso y Federico Pinedo (actores relevantes de la Década Infame como ministros de Agricultura y de Hacienda de Agustín P. Justo).
De la mano de Pinedo y Di Tomaso, Noble hizo profesión de fe ultraliberal y, como todo converso, no se privó de ningún gesto para hacer creíble su acto de fe.
Fue elegido diputado nacional en 1932, como parte de la Concordancia a expensas de la proscripción del radicalismo yrigoyenista, y no vaciló, al año siguiente, en ratificar legislativamente el pacto Roca-Runciman (Ley 11.693), el mayor tratado histórico de prosternación de la Argentina ante el Imperio Británico.
De este tratado vergonzoso, sólo la oligarquía ganadera exportadora de carne enfriada fue la gran beneficiada.
Cuando en 1936 el gobernador Manuel Fresco le ofrece a Noble hacerse cargo del Ministerio de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, este lo acepta de inmediato.
Ya ha dejado atrás su declamado liberalismo y adoptado sin hesitar la ideología nazifascista como miembro de la agrupación Afirmación Argentina.
Al igual que su ahora jefe, cuelga la foto de Mussolini en su despacho y escribe, entre otros gestos de adhesión, una carta pública expresando su admiración por el Duce.
Decía Noble: «Mussolini es el modelo viviente del moderno hombre de Estado, y en lo que al genio de su raza se refiere, constituye una expresión y egregia de la excepcional capacidad que el pueblo italiano ha demostrado en todos los tiempos de producir ejemplares humanos dotados de amplitud universal, de fantasía creadora y temperamento ejecutivo, síntesis que justifica por sí misma la existencia de la especie y la encumbra como portadora de lo supremos valores morales y espirituales en el mundo (.) Los argentinos nos regocijamos con alegría de hermanos, por la gloria de Italia y de Mussolini.»
Apenas asumió el cargo, designó como uno de sus más inmediatos colaboradores a Carlos Suárez Pinto, otro converso que había incursionado en el progresismo (firmó el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria del ’18). Noble lo designa subjefe de la policía provincial. Ambos se encargaron de cerrar con saña y violencia, en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, las escuelas obreras judías, las Arbeter Shuln, que tan importante tarea educativa realizaban entre los sectores más pobres de los inmigrantes de esa colectividad, que se encontraban principalmente en La Plata, Zárate, Campana y Valentín Alsina.
Luis Alberto Murray, otro biógrafo por encargo de la Fundación Noble, trata de justificar esta pirueta ideológica y lo compara con Leopoldo Lugones (cuyos inicios socialistas no le impidieron proclamar «La Hora de la Espada», y embarcarse con las camisas pardas).
Su consejero y diario contertulio fue Alberto Barceló: el mafioso caudillo de Avellaneda que durante tres décadas controló los negocios sucios, el juego clandestino y la prostitución.
El nazismo y antisemitismo de Noble no era objeto de ocultamiento: el 10 de abril de 1939, al realizarse un gigantesco acto en el Luna Park de adhesión al Tercer Reich, con gran despliegue de banderas con la cruz esvástica y abundantes cánticos contra los judíos, los comunistas y la francomasonería, contó con la presencia del gobernador Manuel Fresco, acompañado por su ministro de gobierno, Roberto J. Noble, como bien ha recordado Herman Schiller.
Ese mismo año dejó su cargo por presión del gobierno de Roberto Ortiz. Ninguno de los ministros de Fresco -ni este mismo, por supuesto- se retiraron pobres de la función pública. Noble montó un establecimiento ganadero «modelo» en Lincoln, que llamó Estancia Santa María.
Tras unos pocos años de ostracismo político, Noble funda Clarín y designa a Suárez Pinto como secretario de redacción del diario.
En el período de 1946 a 1951, si bien el matutino había cobrado cierto vuelo, no fueron años en que se destacara excepcionalmente.
Había apostado mal, haciendo campaña a favor de la Unión Democrática, apoyando la fórmula Tamborini-Mosca contra Perón.
Para el camaleónico director de Clarín, no importaba la ideología de aquella: se podía estar con el eje Berlín-Roma y jugar con Braden, el embajador de los EE UU. Es que en la lista de la coalición antiperonista iba de candidato a diputado su hermano Julio, ya casado con una Mitre, y eso era una pieza clave para sus intereses económicos y periodísticos.
No sólo por eso Evita detestaba a Noble, mencionándolo con epítetos tales como «pituco» y «pervertido», ya que consideraba que no había sido ajeno al «escándalo de los cadetes del Colegio Militar» del año 1942, en que señores de la élite porteña organizaban fiestas en departamentos privados, a las que concurrían engañados muchos tiernos cadetes del instituto castrense, quienes eran abusados sexualmente por este rancio grupo de pedófilos, que además los fotografiaba para extorsionarlos para obtener nuevas presencias y silencio. Estallado el escándalo público, el juez que instruyó las actuaciones realizó varios allanamientos en Barrio Norte y detuvo a diversos hombres de prosapia. El caso concluyó con la condena de algunos de ellos y el suicidio del arquitecto Duggan, que integraba el grupo de condenados.
En ese año 1942, Roberto J. Noble publicó una solicitada en los diarios, negando haber participado en aquellas «fiestas negras», como se comentaba insistente y públicamente en los distintos corrillos políticos y sociales.
Pero el año 1952 fue un año de cambio promisorio para el director del diario Clarín.
Hubo tres hechos que probaban que era «un hombre de suerte», como él se calificaba.
En primer lugar, la muerte de Evita, que era su obstáculo para codearse con el poder.
En segundo lugar, la expropiación por parte del gobierno peronista del diario La Prensa para convertirlo en el órgano de la CGT, que se comenzó a editar el 19 de noviembre de 1951, ostensiblemente dirigido a los millones de afiliados sindicales. El cambio del público lector de La Prensa fue aprovechado por Clarín para quedarse con su sección de avisos clasificados, hasta entonces concentrados en el diario de Gainza Paz.
En tercer lugar, porque tras la muerte del vicepresidente Hortensio Quijano, que acompañó muy dignamente a Perón en su primera presidencia, este eligió para remplazarlo en su segundo mandato al contralmirante Alberto Tessaire.
En nada se parecía su sucesor al vicepresidente Quijano, viejo dirigente de la Unión Cívica Radical Antipersonalista, que diera en todo momento pruebas de su lealtad a Perón.
El marino Alberto Tessaire, tres años más tarde de su asunción, al día siguiente del derrocamiento de Perón, se sumaría a las huestes de Aramburu y Rojas, y no cesaría de dar testimonio contra el propio Perón en todas las «comisiones investigadoras» del gorilaje que asaltó el poder, convirtiéndose en un antecedente histórico de la traición de Cleto Cobos.
En 1952, Noble y el diario Clarín comienzan a recibir fuertes sumas de los fondos reservados, desviadas por Tessaire a través del secretario privado, que no era otro que el viscoso Bernardo Neustadt.
Clarín pasó a ser, en apariencia, moderadamente oficialista, aunque en realidad, Roberto Noble era parte de la conspiración contra Perón.
Cuando el 16 de junio de 1955 la Marina y parte de la Aeronáutica escriben la página más brutal del odio homicida de las Fuerzas Armadas bombardeando la Plaza de Mayo que dejó el saldo de 300 muertos civiles y más de 1000 heridos, no pudiendo derrocar a Perón y huyendo con los aviones al Uruguay, Noble estaba de viaje en los EE UU.
El subdirector de Clarín sabía qué hacer: nunca apostar a los perdedores.
Por eso el diario los trata de «ASESINOS» y editorializa al día siguiente: «Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviadores sediciosos que ayer bombardearon y ametrallaron la ciudad». Vuelto Noble al país de su corto viaje, puso el grito en el cielo por la condena del suceso, al advertir que la Marina dirigía todos sus cañones contra él.
Apenas transcurrieron 90 días entre el trágico y abyecto bombardeo de la Plaza de Mayo y el golpe de Estado que finalmente derrocó a Perón, el 16 de septiembre de 1955.
El día que asumió la presidencia Lonardi, Clarín colocó como gran titular de tapa la palabra: «LIBERTAD» y la foto del jefe golpista.
Ya los editoriales apologéticos del diario Clarín eran redactados por su propio director.
Pocos días después, convertido ya en uno de los grandes voceros mediáticos de la dictadura implantada, calificaba como «héroes» a los aviadores que habían bombardeado la Plaza de Mayo y que regresaban de su corto exilio en Montevideo.
Pesaba más la necesidad de congraciarse con la marina del almirante Rojas y los lazos familiares que la coherencia del diario.
Las cabezas del fuerte bloque civil de la Revolución Fusiladora habían sido designados como miembros de la «Junta Consultiva Nacional», un remedo de Poder Legislativo en que estaban representados junto a otros partidos menores: el radicalismo en sus tres tendencias internas, el Partido Socialista, el Partido Demócrata Conservador y el Partido Demócrata Progresista. Y uno de los dos representantes de este último era el gran hermano: Julio Argentino Noble.
– Por Eduardo Luis Duhalde – Secretario de Derechos Humanos de la Nación.
– Tiempo Argentino