Ciclo de semimontado con Los Mancos del espanto fue lo que cerró el año anterior en materia de teatro en Salta. Habían pasado unos meses desde la sonada llegada de Ignacio. Café desmontaje, laboratorio de dramaturgia. “No nos une el amor sino el espanto” fue una humorada de nuestro grupo, al que fundamos en el laboratorio de Apolo.
Tal y como estaba previsto, se dicta en la Hólver Martínez Borelli, el taller de dramaturgia con Ignacio, desde el 3 de octubre y culmina hoy.
Mañana arranca la XV Fiesta Provincial de teatro con 21 elencos y muchos optimismo. Como adelanto para esta Fiesta les contamos que el lema propuesto por el INT Salta, será “No ganamos pero nos divertimos”.
Apolo junto a Cecilia Propato realizarán la devolución de las obras. Rosa mística cerrará la fiesta mientras se esperan los resultados de la obra que representará a la provincia.
Salta 21 dialogó con el dramaturgo, luego de 10 meses de ausencia. De regreso, charlas, “Off”, teatro y por supuesto, trabajo intenso en el taller.
“Ampolo” -bautizado así en el “off” de la Regional 2008 por Gaby Carreras y Gustavo Véliz, habla de su obra, de Salta, del lugar ideal, de lo que lo hace feliz…
¿Rosa Mística, tu última obra estrenada, denuncia la cómoda vida buguesa?
– No, no. Rosa Mística, sencillamente, cuenta una historia sobre personajes que no suelen aparecer en la escena porteña, dominada principalmente por obras de temática familiar; las mejores obras de los últimos años, desde el teatro independiente y de pequeño formato hasta su llegada al teatro comercial son, en su gran mayoría, obras sobre lo que se suele llamar la “familia disfuncional”; grotescos muy bien elaborados sobre la familia. La omisión de la familia Coleman, de Claudio Tolcachir; El trompo metálico, de Heidi Steinhardt -que ustedes pudieron ver aquí-, incluso la obra americana Agosto, dirigida por el propio Tolcachir en el teatro comercial de la calle corrientes, cuentan esas historias. Rosa Mística hace ingresar al escenario al marginal, al pibito de la villa, y eso, que tal vez sucede en el cine argentino hace tiempo con el mundo carcelario y delincuente, no sucede en nuestro teatro.
¿Qué procedimientos textuales- si se puede decir- te condujeron hacia esta dramaturgia?
– La obra surge de un pedido del director británico David Gothard, que vio dos obras mías producidas en Londres –La pecera e Implosión, versiones inglesas- y me dijo que quería dirigir una obra mía “en cualquier lugar del mundo, en cualquier idioma”. En ese momento, David estaba en Kosovo, dirigiendo una obra en la que actuaban actores musulmanes y serbios, ex enemigos de guerra. Me pareció que un grotesco más de familia disfuncional porteña estaría fuera de registro. Y me pregunté: ¿qué es tan profundamente argentino, aún más argentino que el viejo retrato de la clase media, qué es tan nuestro y profundo que no se ve? Y allí está: la villa, la cumbia, la marginalidad. Eso, sazonado con el tremendo peso de la iglesia católica.
¿Cómo viviste el proceso de ensayos con los actores… cómo fue tu trabajo de director?
– Óptimo. Como pocas veces (o nunca). Apoyado por la profundidad actoral de Ana Pauls, notable para una chica tan joven, que le da la dimensión espiritual a su nena de 12 años. Y por el tremendo talento de Tahiel Arévalo, el chico de 16 años que encarna al pibito de la villa. Los otros tres actores, experimentados, logran un arco estupendo; más no puedo pedir. Y la dirección musical de Pablo Bronzini, extraordinario. Confieso que en esas condiciones, mi trabajo fue realmente una puesta en escena, no una solución continua de problemas menores.
¿Qué es lo que más disfrutás- dando vueltas de página- de tu estadía en Salta?
– La gente, claro. Me encanta escucharlos hablar, sentir cómo piensan, ver cómo crean también, teatro. Disfruto mucho de las pequeñas y grandes diferencias con el llano: de las costumbres, de las tradiciones, del acento, de las historias, los modos, del paisaje.
Si tuvieras que elegir un destino final para quedarte a vivir, ¿sería Buenos Aires?
– ¡“Destino final” suena a muerte, Romina Chávez Díaz! Decí que agregaste “a vivir”, pero igual suena a “cuando seas viejo”… Cuando sea viejo, no, Buenos Aires es el lugar menos amable de toda la región para vivir. Me gusta el verde, el espacio, el sonido del pueblo chico. Viviría en algún lugar con alguna sierrita y agua buena, pero al final gana la cercanía de la familia. Algún pueblo cercano a buenos aires.
¿Qué cosas hacen feliz a Ignacio Apolo?
– Pequeñeces; las cosas grandes me cargan de adrenalina y valen mucho la pena, pero la suave, prístina, reverberante sensación de felicidad me sorprende en los detalles. Una mirada, un sabor, un pensamiento. Recuerdo ahora las risitas de Luna-bebé, un choque de anillos de 
matrimonio en una pileta de San Martín de los Andes, el color turquesa del Río Arrayanes reflejado en los troncos rojos. Recuerdo la cima del cerro Lindo en El Bolsón, una noche en mi departamento de soltero, el sonido de las primeras palabras de mi primera novela flotando en mi cabeza, la dulce luna del cielo sobre la superficie del lago.
¿Cómo te preparás para ser el devoludor… de la XV Fiesta salteña?
– Confiando absolutamente en mi compañera Cecilia Propato, dos cabezas piensan mejor que una. Y confiando en que no se trata de una evaluación ni una sarta de consejos en medio de una competencia. Nadie me pidió mi consejo ni mi juicio. Se tratará, en lo posible, de compartir un desmontaje con los creadores de una obra.
– Notas relacionadas:
Ignacio Apolo regresa a Salta en octubre para la XV Fiesta de Teatro
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Ignacio Apolo: homenaje a la diosa blanca
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