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viernes, marzo 29, 2024

“Si eres argentina, ¿a tí qué más te da?”

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Historia acerca de la diferencia entre enterarse de la existencia de un idioma cayendo de paracaidista en la tierra donde éste es de uso común, en vez de hacerlo en la otra punta del mundo cómodamente en tu casa y por internet; acerca de cómo se suele ver amigos donde no los hay y también de cómo a veces, antes de preguntar sobre una lengua, es mejor morderse la propia.

CAPÍTULO l

En una de mis conversaciones por internet con la chica que posteriormente me diría que me viniera para aquí, que ella me conseguiría trabajo seguro, se tocó el tema de la existencia de la lengua valenciana. Aunque sí sabía del gallego, el euskera y el catalán, no tenía ni noticias del valenciano. Cómo me iba a ir a Galicia, seguía con gran interés el canal gallego que la televisión por cable argentina emitía y los notaba a los gallegos muy contentos con su idioma, así que el tema me interesó.

Le pregunté si la sociedad valenciana era bilingüe o qué idioma se hablaba más. La verdad es que después de haber conocido Valencia a los golpes; después de que esta chica no sólo no me consiguiera trabajo, sino que además, pasara totalmente de mí dándome como única ayuda los teléfonos de varias ONG, me pregunto qué ácido se habría tomado, ya que su respuesta sobre el uso de la lengua en estas tierras fue que el castellano era su idioma y que el valenciano sólo era hablado por gente mayor. No sólo me pregunto qué ácido se habría tomado sino qué ácido o ácidos tomará habitualmente esta muchacha. Bastó con caminar un poco las calles de Valencia o de Picanya, o con coger por primera vez el metro, para darme cuenta, mirando los carteles, que en esta región si no había gente que hablase valenciano, al menos había alguien que lo leía. ¿Serían sólo los jubilados o los mudos?

CAPÍTULO ll

Como para comprarme mi querido y tristemente perdido Ford Fiesta ’82 tenía que empadronarme, me dirigí al ayuntamiento de Picanya, pueblo donde se encuentra el hostal donde paraba en aquel momento. Comentando que me interesaba involucrarme con las costumbre locales y conocer gente, me enviaron a la Casa de la Cultura de Picanya y me encontré becada para aprender valenciano. Como a mí los idiomas me encantan, no me iba a negar.

No sólo fui por un tiempo, hasta mudarme a Burjassot, sino que además pasé a formar parte del grupo de teatro de La escola d’adults. En ese momento se estaba montando una comedia de Woody Allen traducida al valenciano y necesitaban gente para el coro (coro tipo tragedia griega). Hablando a la vez entre varias personas, no se iba a notar mi insipiente incursión en la lengua, que me iba envolviendo.

Los primeros ensayos me resultaban tediosos. No había leído la obra ni en valenciano ni en castellano y apenas entendía lo que tenía que decir. Pero con la ayuda de mis compañeros, me fui metiendo en “el personaje” y llegado el día de la presentación en público, disfruté muchísimo haciendo humor a lo Woody pero en valenciá. Las profesoras me felicitaron y durante unos cuantos días, todas esas frases aisladas del guión que había repetido hasta el cansancio para lograr memorizarlas, acudían a mi mente en forma reiterativa.

Tanto fue así que a partir de una de ellas, con la ayuda de una profesora de música “nativa”, hice una canción en este idioma.
Cuando canté como finalista de un concurso de canto en Almassera o en las fiestas patronales de Benetusser como variedad, por ejemplo, ya dominaba mol bé las expresiones básicas para este tipo de ocasiones: ¡Bona nit!, ¡Benvinguts, a tots e totes!, ¡Moltes gràcies!

CAPÍTULO lll

Fueron las profesoras de valenciano las que me introdujeron por primera vez en la polémica del origen de la lengua. En la biblioteca de Paiporta había un ciclo de conta-contes al que yo solía acudir. Se hablaba todo en valenciano así que a veces intentaba entender por los gestos.

La primera persona que escuché, era una mujer que contaba unos cuentos que parecían ser muy finos y con una moraleja muy interesante pero que yo no alcanzaba a dilucidar. Las mujeres del público, en su mayoría amas de casa paiportinas, entre 50 y 60 años de edad, le gritaban a la narradora, mientras ésta se hallaba sumergida en el cuento, “¿no puede ser en valenciano?”, a lo que ella, interrumpiendo el relato, contestaba en castellano “es que está escrito en catalán”. (Yo podría haber gritado también “que sea en castellano a la argentina”, pero decidí no agregar más tensión por respeto a lo que significa subir a escena.)

Cuando les conté esto a las profesoras me dijeron que eso es porque la gente “de pueblo” no sabe hablar bien el idioma, pero que valenciano y catalán son lo mismo, sólo hay diferencia en algunas palabras. Lo que ocurre es que no se le puede decir a un valenciano que habla catalán y de ahí la polémica (más o menos sic).

En otra oportunidad, acudió al ciclo un chico de Xativa, acompañado, de fondo, por dos músicos. De sus relatos apenas me habré perdido algunos detalles y me hizo reír mucho. También una profesora me regaló un libro de narraciones de Picanya y aledaños, hasta ese momento orales, de los cuales nunca llegué a comprender la picardía, porque no seguí becada en la materia. Pero hasta ese entonces, ya sabía también que la mayoría de los libros de texto con los que se aprende el idioma en los colegios valencianos de hoy en día, son de edición catalana. Hablando con una chica que acababa de terminar el bachiller, también me dijo que, si estudiabas la historia, veías que la cosa había venido de arriba pa’ bajo.

CAPÍTULO lV

Como verán, estaba bastante empapada del tema desde varios ángulos hasta que, hablando y preguntando, preguntando y hablando, una persona iluminada e ilustrada me mostró la otra cara de la moneda. Me dijo también que lamentaba que no estuviera en ese momento su marido que al parecer, sólo con dos frases, habría defenestrado todo lo que hasta entonces yo había aprendido en la calle y en las aulas. Y casualmente, hoy leí en el diario Levante un artículo de un abogado que defiende la teoría del valenciano como una lengua originaria de esta región y no importada, en el que menciona que se encontraron monedas con inscripciones en valenciano del período previo a la irrupción de Jaime l echando a los moros. Si esas monedas en verdad existen, me pregunto qué dirán los catalanistas al respecto: ¿Qué se le cayeron del bolsillo a don Jaime cuando iba a todo galope?

CAPÍTULO V y CONCLUSIÓN

Habiendo invitado a quienes hasta ese día consideraba mis amigos, les planteé las dos posturas acerca del tema ya que, además de hablar valenciano, son gente con bastante cultura, (creía yo). La persona de sexo femenino componente de esa pareja de desatentos (los ñoquis no me salían así desde hacía tiempo), por toda respuesta a mis incertidumbres me contestó “¿y a tí qué más te da, si igual un día te vuelves a Argentina?”

La reacción de mi supuesta amiga en el día domingo -en el cual evidentemente, el Señor estaba descansando-, me recordó la vez que, estando en Galicia justo en pleno desastre del Prestige, le pregunté a una mujer cómo estaba la cosa, a lo que ella inmediatamente respondió: “¿y cómo está lo del corralito en Argentina?”

Mi padre es capitán de marina mercante y ultramar y perito naval y, entre otras cosas más, es experto en derrames de fluidos de las embarcaciones en las aguas, además de haber capitaneado durante algunos años barcos gallegos que pescaban en mar argentino.

Fíjense hasta qué punto yo era consciente de lo grave del asunto. No obstante, mi preocupación auténtica a esa señora le significó otra cosa. Y esto me hace evocar una frase que decía el cura de cabecera de mi hermana: “No remuevas la mierda, ¿no ves que da olor?”

– Por lo tanto, concluyo:

A) Como dice mi padre, “El que pregunta se jode”.

B) A veces y sólo a veces, “preguntando se llega a buen puerto”.

Y tratándose de que mi padre es capitán y siempre le oí decantarse más por la recomendación A, tengo que concluir que la vida es un constante y tortuoso dilema (¡descubrí Europa!). Pero total, a mí qué más me da. Si igual un día, en vez de volverme a Argentina, me da un patatús y me olvido de todas mis inquietudes. Porque, como dice otro artículo del Levante , también de hoy, sobre un estudio hecho en Barcelona -en donde se habla de que las ratas distinguen entre el japonés y el holandés-: “¿qué son los idiomas sino dialectos con ejércitos?” A mí no me importa tanto el final como la trama de una historia porque, como dice mi hermano, me pierdo en el detalle.
Y porque además, tots els homes tenen el mateix final. *

* Todos los hombres tienen el mismo final.

– NOTA 1: La chica (de profesión: abogada) que me dijo que en Valencia casi no se hablaba el valenciano, si bien hace veinte años que vive en esta ciudad, es asturiana. Tampoco sabía del dialecto que algunos hablan, hablaron, o habrían hablado en la tierra que la vio nacer. Supe hace poco por otra fuente, que hay un movimiento que intenta establecer como lengua dicho dialecto que al parecer tiene, sino nula, escasa constancia escrita. Si esto se concreta, ya arderá otra Troya deliberando, por ejemplo, acerca de cuál deberá ser la lengua oficial de los príncipes de Asturias. Y aunque obviamente hay temas más importantes y/o urgentes –uno de ellos es cómo no jugar con el destino de una inmigrante-, estoy segura que a esta chica eso tampoco le interesará porque, más o menos de todo debe pensar algo así como “y a mí qué más me da, si igual un día aterrizo en Marte” (por los ácidos, digo).

– NOTA 2: el corrector de ortografía de mi ordenador sólo tiene catalán.

– PROPUESTA: ¿Y si organizo un foro para debatir en qué terruño se pronunció por primera vez la expresión “che”? ¿Fue en Valencia o en Argentina? Porque esto a mí sí que “me da” por todas partes, me quede en Valencia o me vuelva a Argentina. Y si no, que me den.

NdR:

Irene Ferrari es cantautora. Estudia la carrera de Turismo. Para leer sus notas hacer click en el nombre.

Reside en Buenos Aires

3 COMENTARIOS

  1. “Si eres argentina, ¿a tí qué más te da?”
    Hola! Me pregunto si podrás ayudarme con una información, soy hija y nieta de valencianos, vivo en Buenos Aires Capital, y no encuentro donde estudiar valenciano,para que no se pierda el idioma de mi familia, ya que muertos todos muy temprano, y no he podido aprenderlo, lo poco que sabía, lo olvide. Muchas Gracias!

  2. “Si eres argentina, ¿a tí qué más te da?”
    Muchas gracias por tus comentarios, Juan!!! Me alegro que te sientas identificado, con repecto a tu propia experiencia en Galicia.

    Irene Ferrari

  3. “Si eres argentina, ¿a tí qué más te da?”
    IRENE: MUY BUEN ARTICULO ME HACE ACORDAR A MIS TRES AÑOS DE RESIDENCIA EN SANTIAGO DE COMPOSTELA, DONDE ME GRADUÉ, Y PRA´MI EL GALLEGO ERA SUPREMO, TAL ES ASI QUE SIGO CANTANDO TEMAS DE O MILLADOIRO, VOARIA A cOMPOSTELLA, SURTE, UN ABRAZO JUAN

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