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jueves, noviembre 21, 2024

Suicidas, amantes y sueños en la poesía de Agüero

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En el centro de la escala literaria salteña, la originalidad de las cosas anímicas y los personajes del «poeta de las celebraciones», cobran vuelo insospechado. Poética donde el único semidiós maldito es la soledad. A partir de allí, las mujeres cobran un protagonismo increíble: ser esa especie de quinto elemento, la contracara de la luna, la seducción del ideario masculino y ese inquietante posible sueño.

Hace unos días llegó a mis manos el CD del escritor Gustavo Rubens Agüero editado en febrero del 2007: Atrapasueños, esa gota de un «Vértigo de rostros».

Nada hay en el arte de esta aventura que se llama Atrapasueños, que no sea parte de una vivencia cotidiana. Cuando estamos frente a la soledad, ese espantapájaros apenas es un hombre, apenas una mujer que queda en los versos como ese muñeco de madera que pide a gritos un corazón.

En el poemario de Agüero con formato de CD, la única aventura ociosa es la que muere sin una pasión. Pero esta vez, se deposita en la vida, en ese todo que llamamos universo y que, sin embargo, el poeta lo hace propio, reconocible, nuestro.

Diría Sor Juana Inés que en las letras de Agüero, el canario aprendió a volar, que el hombre se enamoró de ese vuelo y tarde, muy tarde, fue el suicida que creyó en esa libertad.

No hay nada más solitario que un poeta y su poesía, nada más trascendente que su poética y su concepto. Hallé el concepto que divide al hombre de las letras del hombre de la vida, y, sin embargo, no se oponen. Se puso ante mí la imagen de ese «YO» como la voz masculina que hace un culto a la mujer, pero no a cualquier mujer sino a la lavandera, a la que desarmó el alma en una noche y fue causa de una copa de vino, a esa dama del agua que vive en ningún sitio pero sólo en el alma de quien la recupera como fuerza vital del eros.

¿Cómo emprender el abandono? Esta es una pregunta que surge del hablante de los poemas. No es el hombre el que ha producido este «desorden de teorías», es el amor.

Gustavo Rubens Agüero declama, a través de su yo más lírico, dos conceptos: que el mundo está huérfano de amor y que las mujeres están hechas para la condenación. Pero niega y se retuerce en este aparente paraíso pobre de ideas, en esta suerte de campo lleno de espantapájaros, en esta ciudad donde «dos suicidas» pisotean el rostro del amor y se baten en la soledad.

Sentí que el alma del poeta gira en torno al naufragio de los recuerdos, pero no para renunciar a los besos sino para perderse en un cuarto de hotel cualquiera y secarse como «un caracol de huesos».

De allí que me atrevo a decir que sin ocultarlo, el poeta de las celebraciones festeja esa soledad de los instintos donde únicamente el erotismo podrá recuperar esa salvaje necesidad de aferrarnos a la vida. Pero si para este escritor morir es eso de estar en la piel: «tus caderas sorprenden», esta es a mi entender, la imagen de lo femenino. Nada hay en la mujer, que no sea existencia; y son las caderas una metáfora de la sensualidad contenida, el depósito sensible del erotismo, el punto de partida, el origen, al vida.

He leído al escuchar los poemas musicalizados, una forma encubierta de idolatría frente a la femineidad y a la vez, un reclamo ante el abandono. Son dos los que se suicidan sin amor, no hay un herido ni un héroe, es una absoluta y perpleja realidad donde los amantes reflejan su propia carencia, su propio abandono; dos que se van, dos que pierden.

En medio de tales batallas, hay «huéspedes sin regreso» (título del primer poema), puesto que uno estaba en el otro y al partir son dos que se van. De allí, el carnaval, el paisaje, el río Arenales tiene el sentido mítico de los lugares que nos circundan, no por un fanatismo a este lugar sino por esa suerte de rutina incesante, una y otra vez, el yo seducido por lo femenino, volverá a ser viajero en su propia tierra.

El viajero de Atrapasueños, está en el imaginario del hablante de estos poemas como el ser que vuelve al amor para morir en el amor, como el eros que nace mujer y se devora esa pretendida frialdad del hombre. En estos ausentes, en estos huéspedes sin regreso, están plasmados el tiempo del amante, el sufrimiento, el deseo y la necesidad de encontrar al otro en algún sitio conocido.

En este poemario, el escritor dispara que el amor fue testigo de los cuerpos, alguna vez aplaudía y fue espectador de estos suicidas; esta joya metafórica representa el grado de inconsciencia de los amantes que sin quererlo, se descubrieron en el olvido: «no sé cómo despedirte», dice este yo. Pero están las huellas, por eso hay celebración, por eso hay resurgimiento, por eso hay una «alegría nómada».

La poética no es pesimista, por el contrario; estos poemas expresan que la poesía es necesaria para el encuentro entre dos, es necesaria para la pena y es la fuente de la transición y la trascendencia. Por último, la poesía es donde se hace posible la boca de los «besos que dan sal» pero la sal de la vida. El olvido jamás, la negación del amor jamás, la muerte del eros nunca. En cambio, la memoria, la inspiración, el rostro pisoteado pero con alma, el viajero en busca de las huellas precarias del amor pero huellas al fin, con máscaras de mujeres abandonadas, dolidas, amadas, deslomadas. Todo esto despierta este cancionero hablado o este poemario recitado o este recital literario.

En un ir y venir de letras, también el hombre, también el poeta, está atravesado por la memoria de los amigos, de los amores, de los hijos. En esta poética de las celebraciones, hay un lugar para cada ser, hay un homenaje a su historia de vida interior y una desesperada búsqueda del paraíso.

La edición del CD Atrapasueños poemas 2007 fue organizado por El imaginero, entre otros. El Imaginero constituyó un proyecto cultural de envergadura local en el que participaron 16 personas además del poeta en cuestión. El Teuco Castilla abrazó esta iniciativa en formato moderno y le dedicó esta frase al escritor: «que Salta nuestra tierra, se alegre y escuche estos versos de tu vieja pasión.»

El poemario es desmesurado en su pasión por la soledad, uno queda atrapado en sus versos frescos y esa historia contada con recuerdos sencillos pero incandescentes. La mujer resurge entre los versos como ese encanto lunar, como ese espejo del otro, como esa doble necesidad de amar y ser amado. La última carta, el As en la manga como planteo en esta poética es el hombre que pueda atrapar sueños y liberarse de tramposas y oscuras redes.

Aclaraciones: las comillas resaltan líneas o frases de los poemas. Yo misma me atrevo a nombrar al escritor «el poeta de las celebraciones».

Datos breves sobre el autor: Nació en Salta, el 20 de marzo de 1960. Publica cuentos, poesías y textos periodísticos. Colabora en revistas literarias del país y del extranjero. Dirige la Colección Veredas, plaquetas artesanales que fue fundada en el año 2002. Publicó a más de treinta autores para reivindicar a poetas y artistas plásticos del NOA.

Algunos de sus libros son: Resurrección de la soledad (1985), Realidad a pedazos (1986), Todas las celebraciones ( 1993), Al filo de los días (2000), Una bocanada de aire – Cuentos 1996-2004.

Su producción literaria ha recibido numerosos premios municipales, provinciales y nacionales ( Premio iniciación en narrativa de la Secretaría de la Cultura de la Nación -1993-94, Gran premio de honor de la Municipalidad de Salta-2000, entre otros.).

Poemas de Atrapasueños (edición 2007 en CD):

Huéspedes sin regreso, de la soledad, Llegada tarde, las puertas, Veredas, Días de trópico, Lavanderas de Villa Lavalle, Todas las celebraciones, Alguien escribe las paredes, Maimará, Ristra de ajos, Lo último de ella, Desde el fanatismo y Espejo de sal.

Musicalización: Rubén Espeche. Arte y diseño de tapa: Fabio Rolando. Fotografía: Jorge Zapata. Dedicatoria: a Ximena Montserrat y Álvaro Rodrigo (Hijos), a Ernesto González, a los amigos y a El Imaginero.

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