Murió Andrea. La flaca, la de la cara flaca. Esa extraña mezcla de “femme fatale” y ángel que paseaba su sonrisa por Corrientes.
Actriz desde siempre, desde aquellos primeros pasos en lo del Negro Guillermo Ben Hassan, Fue esa bizarra comediante que apostó a la desfachatez con gracia incomparable y, por sobre todas las cosas, fue una compañera “de fierro”.
Alguien, quizá quien más la quiso, dijo que Andrea se calzó una muerte que no le correspondía (lo mismo dijo Rafael Alberti de Lorca), no es así; la vida y la muerte son lo único verdaderamente íntimo que tenemos y la manera en que las transitamos es lo que hace que nuestro nombre –cada vez que se evoque– produzca especiales emociones.
Andrea se calzó la vida que quiso y como quiso. Amó como aman las grandes mujeres y su amor no fue en vano. Después, un treinta de noviembre, se fue.
“La muerte sabe, señores, llegar con sumo recato”, dice Borges. Y las grandes damas saben muy bien cómo y cuándo marcharse. Aunque a nosotros, eso, nos duela mucho. Muchísmo.
¡Fuerza, Raúl!
Hasta siempre, compañera Andrea Gilmour
Conocí personalmente a Andrea en el año 1980. Salimos un breve tiempo, suficiente para saber que era una mina de primera. Excelente persona, actriz de vocación, y compañera de aquellas, «de las de antes». Andy…