Diego Torres cantó en Salta y mostró por qué es una estrella en el firmamento del mercado internacional de la música latina. En el micro estadio Delmi dos mil fans -la mayoría mujeres jóvenes- corearon sus canciones. Todo bien, de «color esperanza».
Diego Torres logró llenar el pequeño Delmi, con entradas de 25 a 150 pesos, y desplegó un buen show por un espacio de casi dos horas en la noche del jueves.
Torres derrochó simpatía y soltura en el escenario, con sus canciones pegadizas que eran coreadas por jovencitas veinteañeras. Incluso realizó algunas actuaciones entre canciones, como cuando desplegó un sketch en el que se caracterizó como un mejicano en un bar.
Este exitoso cantante popular argentino con proyección internacional es -como se sabe- integrante de una familia de artistas. Hijo de la famosa Lolita Torres, que también fue cantante y actriz, Diego incursionó como ella en la actuación y participó en películas.
Si bien su carrera de actor no lo muestra como un artista destacado en este campo encarnó papeles en películas comerciales de cierto éxito. La más conocida es La furia (1997), en la que Diego personifica al hijo de un juez federal que debe ser encarcelado por supuesto tráfico de drogas.
Pero es como cantante de música popular que Diego Torres desplegó una carrera que lo hizo trascender los límites del escenario nacional y lo llevó a cantar en Latinoamérica, Estados Unidos e incluso Europa. En su carrera musical ha compartido cortes con otros famosos de la música en castellano, como Joan Manuel Serrat y Vicentico.
Torres fue nominado a los premios MTV en el año 2001. Su famosa canción Color Esperanza fue elegida para representar a la familia como una especie de himno, reconocimiento que lo llevó al encuentro con el papa Juan Pablo II para transmitir un mensaje de esperanza, solidaridad y derechos humanos.
En Salta desplegó toda su simpatía y su capacidad para conectarse con el público a través de canciones con mensajes simples de amor, esperanza y alegría. «Veo niños y personas de distintas edades, esto me encanta: me gusta ampliar cada vez más mi público», dijo.
Pero lo cierto es que más que nada había chicas veinteañeras. Algunas gritaban, muy excitadas. Diego aclaró: «no me gusta fomentar la histeria, me gusta estar acá en el escenario y disfrutarlo con ustedes, como si estuviera con amigos en el living de mi casa». Y se mostró sorprendido -casi divertido- por el hecho de que en su adolescencia lo echaban de los colegios y ahora es embajador de la UNICEF. Y la verdad que Diego parece un buen muchacho porteño, sin poses de divo, sencillo, directo y afable. Y auténticamente agradecido con su público.
Con músicos de buen nivel y una enorme pantalla atrás que simulaba una persiana americana, el show satisfizo las expectativas de todos y fue otra fiesta de la canción popular.
Penélope, Déjame entrar, Color esperanza fueron momentos musicales disfrutados entre tantos otros dentro un espectáculo que incluyó al público que coreaba las canciones, cautivado por el carisma distendido y alegre de Diego.
Informe y foto: Leandro Méndez
Redaccción: Miguel Brizuela