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jueves, abril 18, 2024

Argentina, un sistema social escindido: el miembro enfermo segregado

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El grupo de los sanos (Estado) con frecuencia se queja de que el enfermo (pueblo-los trabajadores) es la causa del desequilibrio nacional (demandas), nombrado en este caso como “la pesada herencia”, aunque si aplicáramos el mismo razonamiento a la inversa estableceríamos la suposición de que el grupo de los sanos (los incluidos-Estado) es la causa del trastorno mental (pueblo), todo, absolutamente, considerado como un sistema relacional que se precipita en el aislamiento.

Todas las familias (aunque resulte obvio) conforman, en sus interacciones el conjunto poblacional que distinguimos como “el pueblo” “país”, y esas familias constituyen un sistema estable con sus características generales, un sistema cuya característica principal es constituirse como un sistema dualista, en el cual los miembros de la comunidad se reparten en dos divisiones, las cuales mantienen entre sí, relaciones complejas que van desde la hostilidad declarada hasta una intimidad muy estrecha y donde en general, se encuentran asociadas diversas formas de rivalidad y cooperación.

La organización dualista determina que los individuos se definan los unos en relación con los otros por su pertenencia o no pertenencia a la misma mitad. A nivel comunitario, una de las mitades está formada por el enfermo (en este caso, los desocupados/los marginales, los excluidos, en fin los pobres) y la otra mitad formada por sanos (en este caso, los ocupados /los incluidos, en definitiva los ciudadanos de primera). Siempre hay que tener presente el contexto de interacción y la circulación de mensajes, sujetos a reglas de relación.

A saber:

1) Totalidad. El país no es sólo la suma de sus miembros sino que todos ellos forman un sistema donde la modificación de uno induce la del resto.

2) Homeostasis. Define la estabilidad del sistema o su estado de equilibrio.

3) Equifinalidad. Propiedad de los sistemas abiertos por la cual su estado está determinado por la naturaleza de la relación y no por sus condiciones iniciales.

4) Calibración. Se refiere a la realimentación y regulación del sistema.
Ya mencionados los ejes referenciales, agregamos que estos se entrecruzan conformando leyes de organización que contemplan las reglas de relación: prescripciones y prohiciones. Queda pendiente para la subjetividad del lector, que todo este funcionamiento lo atraviesan coordenadas inconscientes (recuerdos encubridores-mitos y fantasías familiares compartidas). En definitiva, el antes y el después de los sucesos sociales vividos.

Un primer diagnóstico nos llevaría a aseverar que en las variables mencionadas (totalidad-homeostasis-equifinalidad-calibración) la sociedad argentina está escindida-dividida (cortada), con un Estado ausente de sus políticas públicas y un miembro enfermo-escindido (separado), que sería la población (el ciudadano segregado). Esta etiología socio-sicológica, se expresaría en el creciente desamparo visible y lo peor negado por los que tienen el compromiso político de gobernar para todos.

TRANSPOLACIÓN (desplazamiento)

Pasar de lo individual a lo grupal y de estos a lo social no es un traslado forzado, por cuanto cada nivel involucra al siguiente y todos construyen una policausalidad. En este nivel equipararíamos individuo-grupo con pueblo-país y aseguraríamos que el Estado actual en su escisión tajante de lo económico y las preferencias otorgadas a los que mandan, cruzó una muralla frontal con la población corriente, límite peligroso al umbral de la autoestima de los que trabajan y transpiran su camiseta, sin tener la mínima ilusión de cualquier aspiración. La vida comunitaria actual transita por climas sociales que denuncian una nerviosidad (alteración) poco favorable para la convivencia.

Siguiendo la línea de desplazamientos metodológicos, diríamos que la situación nos muestra al grupo familiar del enfermo mental como un sistema escindido en sanos y enfermos, si bien esta última categoría está cubierta por un solo integrante. El grupo de los sanos (Estado) con frecuencia se queja de que el enfermo (pueblo-los trabajadores) es la causa del desequilibrio nacional (demandas), nombrado en este caso como “la pesada herencia”, aunque si aplicáramos el mismo razonamiento a la inversa estableceríamos la suposición de que el grupo de los sanos (los incluidos-Estado) es la causa del trastorno mental (pueblo), todo, absolutamente, considerado como un sistema relacional que se precipita en el aislamiento.

El malestar se acentúa en una atmósfera de orfandad por un Estado desaprensivo-insensible que profundiza sus exigencias (tarifazos-desocupación) pero a cambio no retribuye, tal si fuera padres castradores que mal alimentan y menos aún protegen (salud-educación-bienestar), sumiendo la heroicidad a actos individuales de supervivencia diaria. De ésta época es el desamparo y la inermidad frente a las exigencias de una cultura que no repara edad-género ni circunstancias y que apuesta incansablemente a una pretendida potencia humana, de vitalidad interminable, que arrastra implacable al hombre a desnudar su fragilidad, sus fracasos, su impotencia, su soledad, su incertidumbre; de últimas, el sentido de su vida. Muy poco puede ayudar al equilibrio social, políticas públicas que estimulan el abandono social y la indefensión del pueblo.

Este orden descartable instaura la confusión como principio. Un hombre confundido (desesperado) es un ser sin brújula para sus emociones e intenciones. Un hombre confundido no puede ilusionar su futuro, en tanto que su presente es un territorio sin sostén ni frontera en un sistema que no le da lugar a sus fantasías. El hombre confundido está a merced de un espejo social que le devuelve una imagen poco alentadora y amorosa para sus posibilidades de crear pero sí de su languidez y de su incapacidad para lograr los éxitos ofrecidos. La nostalgia se generaliza y la autoestima herida añora la historia conocida (la década ganada) donde el hombre tenía tiempo y posibilidades para sus sueños, sus errores, sus culpas y el bien recibido perdón.

La Palabra como Salida

Una salida decorosa será las movilizaciones como expresión de bronca, la organización popular. La reacción pública-popular es el puente emocional que liga el deseo con la nostalgia, la rabia y la tristeza de sentirse usado como elector necesario. La agresión es la respuesta al vacío y el paso previo para ir labrando un espacio en el vínculo social y en la cabeza del poder.

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