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lunes, noviembre 25, 2024

El kirchnerismo y las reestatizaciones

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Los comienzos y las tácticas posteriores. Un repaso veloz de éxitos y resultados. La entrega de YPF. Las primeras políticas del Gobierno, una visión compleja. La argentinización, el saldo. Las provincias frente al nuevo esquema. Indignados en España, con acompañamiento local.

Los gobiernos kirchneristas no tuvieron, desde el vamos, un designio reestatizador. Su “modelo” se pensó reparador de los desquicios de la dictadura y de las políticas económicas noventistas. La reversión de las concesiones de servicios públicos o la recuperación de empresas estatales regaladas o malvendidas no figuraban en su menú inicial. Los objetivos originarios fueron la restauración del poder político y el estatal, la recuperación de la autonomía nacional. Y un programa económico productivista, muy atento a la generación de empleo, al crecimiento del PBI y a incentivar el consumo interno. En ese devenir, el repertorio original dejó de lado revertir concesiones atendiendo a las contrapartidas económicas y (muy especialmente) financieras o de gestión que podían suscitarse. El estado real existente, colonizado y diezmado, contribuía a desalentar iniciativas muy desafiantes.

Como en tantos otros rubros, el kirchnerismo no siguió una estrategia definida. Su devenir futuro enlazó una serie de tácticas y correcciones de rumbo, usualmente impuestas por las circunstancias. A esta altura de la soirée, mientras se esperan inminentes definiciones sobre alguna forma de recuperación de la presencia estatal en YPF, se han sucedido variadas experiencias de corrección del paradigma privatista. No es el objeto de esta nota un recorrido a fondo de los cambios producidos, aunque sí un panorama orientador.

En nueve años se han sucedido reestatizaciones de distinta magnitud, volumen y resultados. La más exitosa es la supresión de las AFJP y la reinstalación del sistema jubilatorio estatal. Un salto cualitativo, que mejoró la ecuación económico-financiera y (hasta ahora, contra todo pronóstico agorero) la ampliación del universo de jubilados, los incrementos progresivos, estipulados por ley, de sus haberes y la cobertura de la Asignación Universal por Hijo (AUH). Una reformulación, virtuosa por donde se la mire, de una de las más insignes estafas del peronismo, en su estadio menemista.

Aguas Argentinas es otro caso de recuperación interesante. El ex ministro de Economía Roberto Lavagna, a la sazón en funciones, marcaba distancia con el proyecto pidiendo un vaso de agua “de la canilla” para su interlocutor y lo invitaba a echarse un trago. Destacaba que en muchos parajes de la Argentina podía beberse el agua potable sin resquemor y sugería dudas sobre si subsistiría ese patrón bajo la batuta de los compañeros sindicalistas. Visto a la distancia, eso sucedió y no se conocieron escándalos de gestión ni problemas sustanciales en la prestación del servicio.

El Correo Argentino, un área menos relevante en los tiempos que corren, funciona sin mayor estrépito ni caos.

Aerolíneas Argentinas suscita oleadas de polémicas, en algunos casos promovidas por quienes predican ideologías privatistas. También hay quejas, formuladas por emisores mejor legitimados y sin especial mala leche, acerca de los servicios prestados. La existencia de numerosos sindicatos es un jeroglífico que los privados (saqueadores insignes, por lo demás) no pudieron resolver… también genera canas verdes a la administración estatal. El déficit económico no es un argumento serio en el mundo actual, signado por los costos crecientes de los combustibles. Su magnitud sí debe ponerse bajo la lupa, esfuerzo que trasciende las incumbencias de esta nota y de su autor. Para éstos, lo sustantivo es puntualizar que, entre las recuperaciones para el Estado de servicios o empresas, el promedio es mucho más que aceptable, con un punto altísimo en la Anses.

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Así se llega al actual trance de YPF. O sea, a la corrección en un sentido deseable de la peor medida del gobierno menemista acompañada en tropel por el peronismo. Hubo contadas excepciones que merecen su mención: el Grupo de los Ocho, Fernando “Pino” Solanas, la CTA de Víctor De Gennaro y Germán Abdala y, por su lado, Saúl Ubaldini. Rectificar las defecciones históricas, de buena fe, incluye el deber de valorar trayectorias y no sólo alineamientos actuales. Todos los oficialismos en auge cuentan con el aval de conversos o recién llegados, sayo que le calza al menemismo y también al kirchnerismo.

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Ningún país de la región entregó tanto por tan poco. El estrago se consumó mientras se entonaba la marchita peronista. Su demiurgo fue Roberto Dromi, un paladín de la versatilidad ideológica, hoy acodado del otro lado del mostrador. Las consecuencias son consabidas: pueblos fantasma, miles de desocupados, pérdida de soberanía y de recursos, solo para empezar.

La política energética del kirchnerismo es recusada en block hoy mirando los resultados en materia de producción y de costos de importación. Huelga reconocer que son aspectos híper relevantes pero, entiende el cronista, no agotan la lectura de una política económica compleja. En sus primeros años, el Gobierno potenció el crecimiento a todo trapo, la generación de puestos de trabajo, la batida contra el desempleo, la reconstitución del aparato productivo y de la autoestima de los argentinos. La ecuación, si se permite una metáfora inspirada en las lecciones de Adrián Paenza, es una polinómica con varios factores. El combustible barato alimentaba el motor del “modelo”. Las compras de gas a Bolivia y el intento de generar una red gasífera regional apuntan a finalidades trascendentes: la gobernabilidad en toda América del Sur (máxime en sus eslabones más débiles), la integración con los países hermanos. Lo ideal hubiera sido que eso confluyera con aumento de producción pero esos objetivos adicionales tuvieron un peso singular en la construcción de una nueva era política.

Sin ánimo de fijar una lectura etapista ni una fecha de agotamiento del esquema, es claro que éste empezó a resultar contraproducente con el correr del tiempo. La “argentinización” del capital accionario de YPF con la entrada del grupo Petersen-Eskenazi fue una apuesta fuerte para frenar la decadencia. Presuponía que con empresarios locales sería más fácil articular, negociar, presionarlos si fuera menester. “Kirchnerismo” o hasta “guillermomorenismo” básicos: una idea fuerza simple para cortar un nudo gordiano. Hubo muchos casos en que acciones semejantes arrojaron resultados valiosos, no fue éste. La iniciativa fracasó y generó costos importantes, que ahora hay que subsanar.

No se conoce gobierno que no haya tenido zigzags en sus políticas económicas o sectoriales. El alfonsinismo pasó de Grinspun a Sourrouille y luego a una seguidilla de manotazos de ahogado. El menemismo transitó del Plan Bunge y Born a las destrezas de Erman González, antes de recalar en Cavallo. La Alianza acollaró, sin respirar, a Machinea, el efímero López Murphy y luego, de nuevo, Cavallo. El kirchnerismo reversiona su política petrolera, lo que no excusa sus errores ni dispensa sus responsabilidades ante el pueblo soberano que, hasta hoy, lo viene convalidando. Pero su deber es ser revisionista y el camino que elige es el más razonable y coherente. Lo que no le resta dificultad ni desafíos, de lo que se pasa a hablar.

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Una de las astucias fundacionales de la entrega de YPF fue interesar a las provincias en una política antinacional. La venta de YPF les concedió regalías que aliviaron la asfixia de la convertibilidad. La Constitución de 1994 redondeó el círculo, al reconocerle la propiedad del subsuelo.

De paso, se debilitaba a los interlocutores frente a poderosas multinacionales, diseminándolos en gobiernos locales. Las regalías y la propiedad del subsuelo granjearon apoyos bajo la bandera del federalismo. En el largo plazo, todos perdieron: nación y provincias. De cualquier forma uno de los intríngulis a resolver hoy día es no afectar los intereses económicos de las provincias. Su contingencia financiera es, en promedio, dificultosa. Los bancos locales padecen complicaciones severas. Sea cual fuere el diagrama que proponga la Presidenta deberá contemplar no desbalancear las economías regionales en el corto plazo. Las movidas de estos meses, dinamizadas por los gobernadores y conducidas desde la Casa Rosada, parten de ese supuesto. Ponerlo en acto será uno de los bretes del nuevo diseño.

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Calibrar las reacciones internacionales y en especial las de España integra el paquete. Repsol es la mayor multinacional hispana, lo que unifica en el rechazo al gobernante Partido Popular, al desvaído Partido Socialista Español, a la corona y a los medios de la península. A diferencia de lo que ocurre acá, allá prima la unanimidad nacional. La gran prensa argentina aporta su montaña (que no granito) de arena a ese conjunto de, ejem, indignados VIP.

La furia española se habría desatado en cualquier escenario. La fenomenal crisis económica seguramente agrava esa tendencia y acicatea las amenazas de retaliación. Una salida prolija o negociada aliviaría al Gobierno de réplicas paralizantes, recursos ante tribunales internacionales o domésticos en los que siempre hay un magistrado dispuesto a otorgar una cautelar pro corporativa.

No rendirse ante esos adversarios pero anticipar y mitigar sus represalias es otro reto para el gobierno nacional.

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El jueves se anunció, en medios dominantes y españoles, que sobrevendría el anuncio sobre la implementación. Que está al caer, sin duda, acaso en la semana que empieza mañana. El rumor fue alimentado con la divulgación de un supuesto proyecto de ley de expropiación que habría entrado al Congreso. El paper que lo contiene se propagó como un reguero de pólvora. Bien mirado, parece un anteproyecto pero no era más que eso. Había varios datos que podían poner en duda la veracidad de la operación. El primero es que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner suele reservarse esos anuncios y su explicación. El segundo era la falta de ingreso al Congreso del supuesto proyecto. Como fuera, la especie circuló, se analizó vivazmente en radios y canales de cable del multimedios. La noticia que no fue y su análisis a fondo: otro estadio de la asombrosa etapa mediática argentina. En el ínterin las acciones subieron y bajaron como en una montaña rusa. Algunos vivos habrán ganado fortunas, otros pícaros mordieron el polvo. Los mercados bursátiles son así, casquivanos y costosos como divas.

La expropiación, la compra de parte del paquete accionario, la incorporación del Estado por otras vías están entre las hipótesis posibles. Vano es especular en las vísperas, cuando la respuesta sigue encriptada.

La incógnita se develará pronto. Será entonces el momento del debate público, del análisis prospectivo, de los pronósticos.

En sesgo, ir recuperando la presencia estatal es una decisión adecuada, impuesta por la coyuntura. En el corto plazo no es imaginable, ni aún con gran optimismo, que se reparen las dificultades de producción y el consiguiente impacto deficitario en la balanza comercial. Por decirlo en términos sencillos: en 2012 habrá que afrontar costos económicos y financieros. El corto plazo es peliagudo, la apuesta es al mediano y al largo. Habrá que ver, cuando se conozcan todas las barajas.

Entre tanto, los alineamientos y el camino emprendido ubican al kirchnerismo en su salsa. Una medida audaz, plena de riesgos, en sentido inverso a los errores del pasado (anche de los propios). Y los adversarios de siempre, enfrente. La partida recién comienza. Hagan juego señores.

– Por Mario Wainfeld – Página 12

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