El 31 de mayo, Florencia Romeo durmió en una tienda de campaña afuera del estadio más grande de Argentina con su novia y su hermana. Habían escuchado rumores de que Taylor Swift vendría a Buenos Aires y querían ser las primeras en la fila.
Los rumores eran ciertos: Swift vendría pero aún faltaba. El recital iba a efectuarse más de cinco meses después.
La tienda de campaña se quedó de todos modos, albergando a un elenco cambiante de 30 swifties de hueso colorado que trabajaron a lo largo de 163 días para cuidar su lugar en la fila con el fin de tener la oportunidad de estar lo más cerca posible de su ídola cuando subiera al escenario el jueves, en el primer destino de la gira Eras fuera de Norteamérica.
“Estamos acá esperando hace muchos años esto”, dijo Romeo, de 23 años, que renunció a su empleo de cajera en parte para dedicarse a hacer fila. “No lo esperábamos, y entonces vino. Entonces es obvio que había que hacer lo que había que hacer”.Florencia Romeo, segunda de la izquierda, con algunas de las amigas que acamparon durante meses antes del recitalLos organizadores requirieron que las fans que acamparon desarmaran las tiendas días antes del recital. El grupo de Romeo, el primero de la fila, la sustituyó por una carpa
El jueves, la gira Eras de Swift se globalizó oficialmente cuando la superestrella del pop empezó la nueva fase de su serie de espectáculos que la llevará a 25 ciudades de Sudamérica, Asia, Australia y Europa en los próximos 10 meses.
Desde marzo, el tramo norteamericano de la gira ha sido una maravilla económica y un titán cultural, consolidando el estatus de Swift como una de las personas más influyentes y queridas del continente. Ahora se dispone a demostrar que su fama y la adoración que cosecha trascienden las fronteras.
Existen pocos países donde se demuestre mejor la intensa pasión de sus seguidores que en Argentina. Si bien Swift se ha convertido en un ícono mundial certificado, Argentina es conocido por adorar a los iconos con fervor religioso.Maria Claude Arzapalo y sus amigas con tarjetas que muestran a Taylor Swift como JesúsMariale y Paula Nuñez, hermanas de Perú, con los brazaletes de la amistad que se han convertido en distintivo de las swifties
Hay que tener en cuenta que Juan y Eva Perón se convirtieron en presidente y primera dama de Argentina en 1946, pero siguen siendo venerados en cánticos políticos, en muchos hogares argentinos se exhiben sus retratos y son la inspiración de un movimiento político homónimo que todavía dirige el país. Diego Maradona, el astro del fútbol, se considera una deidad, hasta el punto de que decenas de miles de argentinos pertenecen a la Iglesia de Maradona, una religión legalmente reconocida que está cumpliendo 25 años. Y después de que Lionel Messi y la selección nacional de fútbol ganaron la Copa del Mundo el año pasado, la aglomeración de cuatro millones de seguidores durante el desfile de la victoria obligó a los jugadores a abandonar sus autobuses y volar en helicóptero.
“Es como la Messi mujer”, dijo Romeo, brindando a Swift el mayor halago que un argentino puede ofrecer hoy en día. Esta semana, algunos seguidores en Buenos Aires llevaban camisetas de la selección nacional con “SWIFT” en la espalda mientras que otros circulaban una suerte de tarjeta de oración con la cabeza de Swift superpuesta sobre la de Jesucristo.
Así que no fue ninguna sorpresa que la llegada de Swift al país se convirtiera en un evento nacional. La cobertura noticiosa fue intensa. Buenos Aires la condecoró como invitada de honor oficial. E incluso se convirtió en figura de las próximas elecciones presidenciales luego de que algunos de sus seguidores se organizaron contra el candidato de ultraderecha, Javier Milei. Incluso al anunciar el estado del tiempo los meteorólogos pronosticaron días de lluvia o sol este fin de semana como “swifties mojadas” o “swifties secas”. (El viernes se anticipaban “swifties mojadas” así que los organizadores reagendaron el concierto para el domingo).
“En el país todo el mundo la conoce, y todo el mundo sabe del show”, dijo Renata Schyfys, de 15 años, que el jueves en el recital llevaba brazaletes de la amistad hasta la mitad de los antebrazos, el accesorio que se ha convertido en un distintivo de la fanaticada swiftie.
En un país de 46 millones de habitantes, Swift vendió unos 200.000 entradas en tres espectáculos que se agotaron y aún así la lista de espera tenía más de 2,8 millones de personas, suficientes para llenar el Monumental, el mayor estadio de fútbol del país, otras 40 veces más.
Ese estadio vibraba la noche del jueves con los gritos constantes y ensordecedores de más de 70.000 fanáticos que coreaban repetidamente: “Olé, olé, olé, oléééé, Tayloooor, Taylooor”.La mañana del espectáculo los fans hicieron fila
Swift, que algo sabe de multitudes, parecía sorprendida. “Estoy viendo lo que posiblemente podría ser una de las multitudes más épicas que hayan existido”, le dijo al público. “Esto es otro nivel”.
Más tarde se retiró los audífonos e indicó con un gesto que tenía dificultad para escuchar por encima del rugido de la gente. Pausó durante dos minutos enteros, sumergiéndose en la adoración de sus seguidores.
“No sé cómo agradecerles lo suficiente por la forma en que me están tratando esta noche”, dijo. “Les quiero tanto tanto y no puedo creer que me haya tomado tanto tiempo venir a verlos”.
El espectáculo del jueves fue el primer gran concierto en Sudamérica, el primero de nueve que se realizarán este mes en Argentina y Brasil. Tras una espera tan larga, muchas swifties dijeron el jueves que habían hecho una suerte de peregrinación, muchas de ellas llegaros desde otros puntos del continente.
Nahuel Ochoa, un estudiante de medicina que vestía un jumper brillante hecho en casa y una campera de glitter, había tomado un autobús con otros 50 seguidores desde la ciudad de San Luis, a 12 horas de distancia. Como no consiguió alojamiento en Buenos Aires, donde los hoteles estaban prácticamente llenos, planeaba volver a tomar el autobús tras el espectáculo, y luego regresar el sábado para verla de nuevo.En un país de 46 millones de personas, Swift vendió unas 200.000 entradas para tres conciertos agotados
“Porque la amamos a Taylor desde que tenemos diez años. Hace 13 años estamos esperando”, dijo Ochoa, de 23 años, quien estaba sentado junto a Andrea Garro, su amiga de la infancia. “Sus canciones reflejan la mayoría de lo que nos pasa a nosotros, es una forma de expresarnos como no podemos”.
Garro, también de 23 años, y estudiante de derecho, agregó que la música de Swift la ayudó a superar una profunda depresión. “Nos sentimos identificados”, comentó.
Pero no hubo una muestra mayor de devoción que las más de 100 fanáticas que acamparon por turnos durante meses en las afueras del estadio. Luego de que Romeo y sus amigas se hicieron de un lugar que atrajo la atención de los medios locales de comunicación, surgieron más carpas en el campamento.
El grupo, compuesto sobre todo de jovencitas que se organizaron en turnos con una hoja de cálculo en la que al menos había dos personas en todo momento. Las 30 integrantes de la carpa de Romeo tenían que pasar un mínimo de 40 horas al mes ahí y cada una pasó unas 10 a 12 noches en el lugar en promedio. Luego de que los primeros días pernoctaron solo con frazadas, añadieron una colchoneta.
“Es la que mejor relación tiene con los fans y la que logra toda esta fan manía”, comentó Lucas Forte, de 24 años y miembro de otra carpa que había dormido afuera del estadio durante cinco noches desde septiembre. “Nadie acampó para The Weekend, por ejemplo”.
La misma Swift se impresionó por el esfuerzo. “Me enteré de que ustedes acamparon para tener un buen lugar”, le dijo el jueves a la multitud. “No lo creí hasta que vi un video”.La lista de espera de los que no lograron conseguir una entrada incluía 2,8 millones de personas
Las fanáticas que acamparon no estaban cuidando el turno para conseguir entradas. Esas se vendían en línea, Más bien, el campamento se estableció para ser las primeras en cruzar cuando las puertas se abrieran y poder correr hacia las vallas ubicadas a lo largo del escenario con el fin de tener un mejor punto de visión.
Los organizadores se aseguraron de que las que acamparon fueran las primeras en la fila. Sin embargo, muchas terminaron detrás de filas de asistentes porque las puertas se abrieron una hora antes para quienes habían pagado las entradas “VIP” más caras.
Sin embargo, algunas lograron llegar a la barricada junto al escenario.
“Llegamos allá y me rompí la rodilla” contó Atenas Astuni, de 23 años, integrante de la primera de las carpas, con la voz ronca la mañana del viernes tras el concierto. “Pero estaba hablando con mis amigas de que si me tendría que romper la rodilla de vuelta para que pase exactamente lo mismo que pasó ayer, lo hago de vuelta. No me importa nada”.