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viernes, abril 19, 2024

Ética del vestido del siglo XXI

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Cómo influyen ecología, redes sociales y crisis internacional en un vestuario que –según la autora de esta nota– asume su conciencia social y empieza a ser imaginado “para un cuerpo humano real”.

Sabemos que el fenómeno de la moda es una lógica social que apareció en un determinado momento del siglo XIV. A partir de entonces, una ordenada evolución de las formas del vestir, iba adaptándose al compás de las necesidades que marcaban las ideologías de cada etapa histórica. Así, los códigos de seducción, rivalidad, competencia y distinción se aprendieron desde el comienzo de la Era Moderna, se ejercitaron en la modernidad y se convirtieron en un masivo emblema de la posmodernidad. Después de atravesar 600 años de vigencia, el sistema de la moda como parte integral de un contexto social de grandes transformaciones en todos los órdenes, está abandonando por innecesarias las pautas que lo sustentaban.

Durante todo el siglo XX, la moda que había sido funcional para una ideología que enfatizaba la obsesión de la producción y el consumismo mostraba algunas características propias: impulsaba el consumo máximo, descreía de las identidades culturales y homogeneizaba objetos, cuerpos e imágenes. Pero sobre todo, para poder producir y reproducir sus prendas, la moda acataba puntualmente los mandatos de las tendencias que fijaban los especialistas en los centros productores de significados, uniformando para cada temporada, formas, colores y texturas.

Este proceso tuvo su primer punto de inflexión internacional con la caída de las torres gemelas en 2001 y, a nivel nacional, con la crisis en diciembre del mismo año. La gran conmoción ocurrida a partir de entonces, condicionó la nueva manera de percibir el mundo y tuvo su inmediata respuesta en el universo de las modas, que comienza a diversificarse en varias direcciones. La más importante de esas perspectivas es la que responde al cuidado de los recursos naturales con producciones que contemplen la ética (reciclado y recuperación), como también los recursos humanos (comercio justo). Ajustarse a estos principios, que responden a criterios de calidad y respeto para todos los participantes en la cadena de valor textil, es un primer paso hacia la estabilidad de las prendas y hacia la incorporación de diseñadores y productores independientes, aunque con ello se produzca en una primera etapa un desequilibrio entre precio y calidad.

Como la producción de prendas éticas resulta incompatible en una economía de masas, es muy posible que la variable de ajuste sea el desprestigio y rechazo a toda producción no responsable. En tal sentido se están multiplicando ejemplos de prendas diseñadas con conciencia social, que pueden ser recicladas y reutilizadas y que son la avanzada evidente de la toma de conciencia de una nueva realidad. Así, la nueva marca Sr Amor presentada en junio de este año cuando unieron su acción el Ejército de Salvación y JWT Argentina, con algunos de los más reconocidos diseñadores como Mariano Toledo, Pablo Ramírez, Hermanos Estebecorena, Martín Churba y 12NA, es una acción impensable hasta hace muy poco tiempo. Ellos revalorizaron las prendas usadas en otros tiempos y donadas a la institución benéfica. Si hasta ahora la Alta Costura marcaba solamente la jerarquía de la posición social, con creaciones únicas confeccionadas con recursos de alto valor económico, en la actualidad es capaz de abrirse hacia nuevas formas que destacan valores de creatividad a partir de reciclados y recuperaciones del pasado. Por eso resulta imprescindible reactualizar el significado de la experiencia del lujo como un poder transformador, a partir del goce de los sentidos y la conexión con los estados de ánimo, en una aventura de refinamiento y exquisitez espiritual. Desde esta óptica el nuevo lujo podrá muy bien estar representado por productos diseñados bajo el paraguas de conceptos éticos.
Entre las causas más visibles de la desarticulación de los comportamientos masivos y las modas unificadas, se cuentan las nuevas tecnologías que en la actualidad impulsan transformaciones en las relaciones entre las personas. El crecimiento acelerado de las redes sociales, especialmente a partir del uso de Facebook y Twitter, está imponiendo una manera alternativa de presentarse frente al otro. Las estéticas preferidas y comunicadas en los blogs en acelerada velocidad permiten que sean las personas cada vez más alérgicas a los autoritarismos las que estén armando su propia síntesis. Más que las modas impuestas por canales tradicionales, son las tendencias que se incuban en las redes sociales las que juegan un rol en la difusión de las innovaciones. Las fuertes influencias en la estética actual también surgen desde las tribus urbanas que son muy monitoreadas por los jóvenes diseñadores, entre ellos los Otaku (una de las divisiones de la tribu Friky), amantes del animé y de todo lo japonés, que usan pantalones de corte oriental y camisas de manga corta sobre otra de manga larga cerrada hasta el cuello, anteojos y pelo largo y nada prolijo. Pero son los Freegans los que están alineados a la tendencia actual porque son partidarios de la recuperación de materiales para su reutilización. Como son amantes del reciclado adaptan lo que encuentran a su propio estilo. Por eso se espera que como consecuencia de estas críticas transformaciones las nuevas formas de vestir sumen funcionalidad a la practicidad, atiendan al cuerpo humano real, utilicen no sólo los nuevos materiales sino también los naturales y contemplen la relación entre la naturaleza ambiental y la humana.

Otra de las importantes líneas hacia las formas de vestir del futuro son las prendas interactivas con adelantos tecnológicos incorporados. Estas vestimentas realizadas con nuevos materiales tienen la capacidad de tomar las informaciones del medio externo, para responder de manera eficiente y desarrollar las funciones para las cuales fueron creadas. La ropa deportiva electrónica con sensores biométricos integrados que miden la presión y la temperatura del cuerpo: prendas para los amantes del snowboard equipadas con pases electrónicos de ski, radio, posicionamiento satelital y sensores de temperatura. Un sensor en la espalda de una chaqueta realizada por Philips indica si otro esquiador o snowboarder está demasiado cerca, prendiendo una mano indicadora con luces en la espalda para avisar.

Las aplicaciones son múltiples y se irán lentamente incorporando a la vida cotidiana como las prendas y carpas realizadas con materiales antimosquitos o la ropa de cama y para dormir con somníferos incorporados en sus fibras que facilitan el descanso sin tener necesidad de tomar medicamentos.En este contexto ¿cuál será el lugar del mítico jeans? Como prenda emblemática de la sociedad industrial, el jeans ha llegado con la cultura de masas a su máximo poder porque es el reflejo de todas sus estrategias. Formas homogéneas, medidas estandarizadas, ideal democratizador porque llega a todos los segmentos sociales y simplificación del estilo: está cruzado por tantos códigos sociales que superponen sus significados, y por eso es multifacético.

Con la pérdida de importancia de lo masivo, se evidencia un cambio en la manera en que las personas se relacionan con los objetos que las rodean. Entonces, resulta natural pensar que esta diferente percepción se transfiera a la relación con los jeans que desde ahora serán visualizados ya no como prendas capaces de hacerlas únicas sino como una prenda funcional más. Una vez más, las transformaciones socioculturales le dictan a la moda sus propias condiciones, que deberá evolucionar hacia nuevas formas a partir de los cambios radicales en los seres humanos. La trama de los nuevos comportamientos que son bien evidentes, marcan un rumbo hacia la creatividad de las personas, no ya por tendencias impuestas por las modas sino por una libertad de recombinación que al desdibujar controles y disciplinas, acepta la diversidad que se irá transformando en la huella de la identidad. Es muy posible entonces que la moda pueda mostrar la suficiente madurez y adaptabilidad para evolucionar a un nuevo estadio, reactualizando y resignificando el estimulante juego de las apariencias.

– Por Susana Saulquin – Revista Ñ – 17.07.10

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