El film guionado y dirigido por Fito Páez es un delirio emocionante. Cada vez que la rubia subía al taxi (Julieta Cardinali) me preguntaba ¿de qué vive? O cuando la morocha (Romina Ricci) se trepa en su Gordini, pensaba ¿con qué plata se lo compró? Es que la película “¿De quién es el portaligas?” tiene un idealismo adolescente que descomprime en la época agitada, la idea del trabajo y del tiempo. Y sin embargo, produce vértigo.
A la película de Fito ¿De quién es el portaligas? se la lleva puesta Romina Ricci en el papel de Romi. Es el cerebro de los tres mundos que se conjugan. Julieta Cardinali es Juli, la zafada, y Leonora Balcarce es Leo, la “supuesta” engañada que dispara y apunta a Gonzalo Aloras (Gonzalo). Apunta a saber qué hace ese portaligas negro en la valija de su “ex” que “es” su novio.
Pero los enlaces son dramáticamente divertidos. Cada nudo experiencial de la vida de las rosarinas es una viva paradoja. Sin metáforas y con una estética del grotesco, hay una realidad exagerada que muestra las patéticas vidas al límite de las protagonistas. “Esos raros peinados” ochentistas marcan esa idealización adolescente de la vida que conjuga una simultaneidad entre los sucesos pasados, presentes y futuros en uno solo: la vida es aquí y ahora, eterno presente.
Una comedia picante, ácida, al ritmo moderno de hoy, no deja ver más que una luz de continuidad que ata a las tres mujeres para siempre: la hija negra de Juli era la supuesta hija de Gonzalo pero termina siendo la hija del amante mafioso de Romi. Aparentes contrasentidos se van develando sin riesgo de pretender cerrar un conflicto, enseguida se abre otro.
El conflicto está puesto en la vida misma, en las contradicciones y en un factor que no se espera y que la vuelve insólita a la historia.
El elenco reúne a figuras como Romina Ricci, Julieta Cardinali, Cristina Banegas, Lito Cruz, Darío Grandinetti, Martín Pavlovsky y Duilio Marzio.
Curiosidades: Horacio Fontova hace de brujo y Fabiana Cantilo de psicoanalista. El escritor Alan Pauls es el padre Juan, el entrañable Roberto Fontanarrosa tiene un breve papel como comisario y el mismo Fito Páez aparece en un par de escenas como una señora que espera en un pasillo de hospital.
En el final de una secuencia que es un espléndido videoclip con una magnífica versión de un tema de Charly la imagen más almodovariana del film: es cuando Juli duerme, Romi mece a la hija de su amante y Leo contempla la escena desde su silla de ruedas. Las tres están deshechas, son mujeres sombrías que no se detienen en el sufrimiento y van afrontando lo que sigue con un plus de resignación juvenil. Tal y como esas mujeres que en épocas pasadas lavaban sus prendas en el río sin quejas por el trabajo, las amigas rosarinas viven al ritmo de la vida. No se detienen a pensar.
Y algo del realismo mágico emerge: el freno de la moto que tenía Leo clavado en el pecho se cae y se cierra la herida al descubrir que Gonzalo no es el padre del hijo de Juli.
La figura del mafioso es cómica. Darío Grandinetti como Norman, el más “malo” es engañado por unas mocosas, el “galán” está muerto con una vieja (Cristina Banegas) que está enamorada de un tipo preso (Lito Cruz). Nada en el film, está sujeto al azar y por esas cuestiones, el azar los llevó a tener estas vidas.
Gonzalo había aceptado una paternidad que no le correspondía, acepta resignado la acusación de estar con otra cuando Leo encuentra el portaligas en su valija. No hay cuestionamientos, no hay lugar para explicaciones. Hay sucesión.
Pero los padres son un tema. Juli es hija de milicos por eso tiene “otra vida” opuesta (busca sexo, toma drogas y bebe), Leo es hija de una alcohólica y de Romi, no se sabe quiénes son los padres. Pero ella es madre, tiene una familia.
El rock acompasa la cinta, es pura adrenalina, es muy femenina la visión de Fito Páez porque los hombres son la antítesis mientras que la mujeres, la síntesis. Muy buena visión del artista rosarino que deja planteado un quiebre del determinismo. ¿Final feliz?