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viernes, abril 26, 2024

J U N T O S

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El proyecto social está presente, poniendo el acento principal en la inclusión social.

“Lo que se hereda no se hurta”, decía mi abuela materna (española ella), mientras me inculcaba las primeras reglas básicas de la xenofobia. Comúnmente, los inmigrantes europeos del 30, que no pudieron cumplir el sueño original de retornar a sus países de origen, desarrollaban profundas cicatrices, expresadas en resentimientos hacia lo nativo. Estoy convencido de que esas huellas perduraron en nuestras generaciones como contradicciones que nos costó superar y, permanentemente, retornan como inconscientes “traiciones” a nuestros ascendientes. Por el lado paterno, también, se trataba de un hombre huraño (hoy sería antisociable) que no disimulaba su rechazo por todo lo criollo (cuanto más, a lo originario), siempre disimulado, en la inconstancia de nuestros nativos a la afición laboral.

Lo étnico encubría (justificaba) los resentimientos de clase y la imposibilidad de revertir la suerte echada. Su poca y nula instrucción, ya que escasamente leían (a veces) y escribían otras (a veces), los más eran analfabetos, era compensada por su obsesión al trabajo. Nunca iban a revertir su posición de clase, de no mediar un pasaje universitario, pero faltaban 2 generaciones para cumplir esos sueños educativos. Nuestros padres ya cumplieron ese mandato pedagógico (no desprovista de arduos esfuerzos), pero ya mamaron esa carga, irrenunciable, de animadversiones transmitidas y muchos de nosotros asumimos esas insatisfacciones recibidas. Es el legado inmediato intransferible y que llevamos como mochila de nuestros ancestros secularmente. ¡Qué mochila! cargamos de nuestros abuelos.

Esta fuerte impronta colonialista acompañó y acompaña nuestro presente, que se hunde en las raíces de la tenaz oposición al actual gobierno nacional y a su política de inclusión social. Quizá otra fuerte vertiente (inconsciente) del colonialismo endémico tenga su fuente en la tradición cristiana de nuestra Iglesia, reconocidamente conservadora, que hizo fuerza para que perviva el colonialismo y no achicar su quiosquito de feligreses, rebaño que opinan en base al escándalo: “Mira los negros como se divierten, siempre desbordados”, en la obstinación de la clase social acomodada de refrendar una realidad marginal en la condición de sus “pecados” y la imposición de “penitencias” siempre necesarias. Nunca con la posibilidad de acciones políticas, entiéndase en base a: trabajo/educación/salud/bienestar.

La nueva realidad cultural

Esta fórmula de las religiones sostenidas en la fuerza de la culpa, reconozco que es funcional en el caso de Alcohólicos Anónimos, pero muy distante para acomodar las ideas a los nuevos códigos de la época, sostenidas en el individualismo, las reglas de mercado y su voracidad existencial. Al decir del sociólogo norteamericano R. Sennett, el impulso de cooperación no sólo está debilitado, sino que se está deformado, con el distanciamiento de las desigualdades. La indiferencia se convierte en la forma de manejar la diferencia, en una disipación progresiva de la solidaridad y el apoyo social. El capitalismo moderno (capitalismo salvaje) no alienta mucho la interacción porque es muy estratificador. Más contundente es aún el sociólogo polaco Z. Bauman, cuando sostiene que: “En nuestra época, la angustia aterradora y paralizante tiene sus raíces en la fluidez, la fragilidad y la inevitable incertidumbre de la posición y las perspectivas sociales”.

Z. Bauman, sostiene que vivimos en “comunidades cerradas” fortificadas contra extraños, merodeadores y mendigos, si bien son incapaces de detener o desviar las fuerzas que son responsables del debilitamiento de nuestra autoestima y actitud social, que amenazan con destruir. La superindividualidad crea miedos, desvalimientos, una capacidad empobrecida para hacer frente a las adversidades”.

LA CLAVE

El secreto de estas “planificadas” fragilidades es el horror a la igualdad, que centraliza toda la maquinación depurada de la estructura del Poder en sus vaivenes vitales. Es el Poder, en sus múltiples formas de expresarse y de ser, los que se despliegan para ocultar esa esencialidad tenaz por diferenciarse. La clase dominante está en la cúspide de esa diferenciación (sobre todo por la distancia económica de origen), pero las otras estratificaciones se demudan =desfiguran, en ese esfuerzo por ser diferentes y por otro, parecerse.

El abanico de manifestación, alrededor de la esencia clasista, es inagotable y vale pena nombrar algunas de estas formas evidenciables:

– 1.- El temor a la euforia descontrolada de los marginados. Equivale a la molestia que ocasiona la felicidad popular, tal que los pobres se exceden en sus alegrías. Los pobres tienen formas explosivas de manifestar su estado de ánimo; como por ej. El futbol para todos o las manifestaciones carnestolendas.

– 2.-El terror a equiparar DERECHOS, como por ej. La diferenciación respecto a la maternidad del rico y del pobre; en tanto la primera es una madre (que tiene la virtud de engendrar), por el contrario la segunda es promiscua, y lo hacen para cobrar la asignación familiar. En la primera, hay una santa intención; la intención de las madres pobres, es una solapada segunda intención.

– 3.- La desconfianza “portadora de rostro”, incluido el rechazo y “sospecha” a lo étnico y a la condición de pobre.

– 4.- A este fenómeno conductual, en cualquier manual sicológico, se lo define como esquizofrenia social o delirio de clase, como una forma de referirse a esas disociaciones sociales, que ocultan el pánico a no diferenciarse.

En esta dirección se puede continuar inacabadamente, para concluir siempre, que en una sociedad con desigualdades perviven los ciudadanos de primera y los marginados.

La política social

En definitiva, y muy a pesar de los antagonistas de este modelo de país, el proyecto social está presente, poniendo el acento principal en la inclusión social. Nadie (aunque mienta descaradamente) puede objetar la existencia de políticas colectivas articuladas, con eje central en la seguridad social. Opuesto a la fragilidad de la memoria histórica, hoy, los planes alimentarios están basamentados en la inserción laboral (contrarios a un pasado inmediato en que la supervivencia del pueblo estaba limitada una caja de alimento), aunque algunos se quejen por no conseguir operarios diversos, hay inclusión laboral creciente. Es de esperar que la comunidad organizada siga paulatinamente ascendiendo y cada sector colabore a mayores y mejores integraciones

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