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viernes, abril 26, 2024

La campaña sucia

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Los tiempos que se aproximan de campaña electoral nos van a familiarizar con metodologías propias de modalidades deshonestas, más cercanas a la manipulación intencionada, que a recursos “correctamente políticos”, en un concepto más propio del marketing y prestado de la estrategia militar.

En el ámbito castrense se relaciona con la “expedición”, una serie de encuentros, acciones y enfrentamientos en batallas que permiten conseguir cierto objetivo (sin medir los daños existenciales. Es el territorio del “todo vale”). Puede ser que uno prefiera escuchar solamente discursos muy racionales y propositivos, pero lo cierto es que las campañas están pensadas mucho más desde la lógica militar que desde la lógica escolar.

Muy distanciado de los protocolos y correcciones, se aproxima más a ataques directos a la persona del oponente, resaltando aspectos triviales (banales), propios de la aplicación de técnicas y estrategias militares. La “militarización” de la comunicación electoral implica que hay principios que se trasladan de un lugar al otro. Dicen que la primera baja en la guerra es la “verdad” y la condición humana del otro. Pero es posible que lo que primero se pierda o lo que nunca aparezca sea el “honor” (la dignidad opositora). En las campañas electorales puede suceder lo mismo. Esta es la fase de la “campaña sucia”, que está basada en la: 1) desinformación, 2) el engaño y 3) el uso exagerado, retórico, de ciertos aspectos triviales del contrincante.

El engaño y la ridiculización son estrategias psicológicas que se encuentran potencialmente en toda situación social humana electiva, y sobre todo, en aquellas en las que hay mucho para ganar o perder. La campaña sucia es la fase más cruel de un enfrentamiento o de una competencia electoral. En ella se usa “todo” lo que se tiene del otro para dejarlo mal posicionado ante el electorado. Esto es importante, porque la campaña siempre es un juego de dos funciones: competidores y observadores. Prueba de ello son los ingentes esfuerzos mediáticos por descalificar a la Jefa del movimiento de la Unidad ciudadana, para evitar, inútilmente, que se presente en su candidatura a senadora. Como un boomerang trágico, cuanto más atacan la figura de Cristina, más se eleva su aceptación popular.

El propósito directo de desclasificar a Cristina, jugó en contra, como si esta candidata poseyera un halo protector, que obligó a los responsables de campaña a dar un golpe de timón, dirigiendo sus proyectiles hacia el entorno inmediato; entonces buscaron la “supuesta” fragilidad de Taiana, pero tampoco resultó porque el hombre tenía sus defensas internas entrenadas. Para no hacerla muy difícil: el panel de candidatos que rodea a Cristina, fue minuciosamente seleccionado y no saben por dónde entrarle. La Jefa les lleva “años luz” de rodaje político a estos imberbes que son gerentes comerciales y no políticos con sensibilidad social. No les da el piné.

Más precisiones

Las exposiciones de Maquiavelo y Sigmund Freud en sus oportunas apreciaciones sobre el poder y Las Masas, están reinantes, pero hoy es el mundo del marketing y sus desarrollos. Son más actuales las ideas de Durán Barbas, de los gurúes de posmodernidad que las referencias históricas de otras guías espirituales que echaron luz sobre las primeras antropologías políticas. Los tiempos modernos son el reino de los publicistas, de los analistas políticos, de los periodistas, etc. Y, en la campaña sucia se mezcla lo negativo con lo descalificatorio en estas consideraciones:

1.-Resalta los errores y defectos del adversario.
2.-Ataca al adversario (como un enemigo).
3.-Inventa errores y defectos (los crea-los inventa).
4.-Busca el engaño.
5.-Buscan destruir-demoler al adversario.
6.- MIENTEN.
7.-Se busca el desprestigio.
8.-Exalta la hipocresía

Las campañas sucias recurren a la emocionalidad (subjetividad) de los electores, apelando a un marco de valores o antivalores comunes en las sociedades, los mismos que serían eventualmente vulnerados dadas las características, defectos, limitaciones, o predisposiciones evidentes de ciertos sujetos políticos y sus propuestas. Dividir para reinar también es uno de los propósitos tácticos de estas campañas. La campaña sucia no ayuda a la democracia y se apoya en mensajes denigrantes. La pasión, la intolerancia, el recurso al desprestigio y otras muchas formas indeseables de comportamiento político no son algo nuevo ni propio, es planetario. Lamentablemente, el múltiple uso de las posibilidades que hoy ofrecen las tecnologías de información y comunicación ha dado por resultado un incremento exponencial de todo lo que va en detrimento de la cultura democrática.

Cada campaña electoral trae la repetición de estas modalidades descalificatorias en que cada cual intenta vencer al oponente. Son inevitables. Existieron, existirán, mientras la política sea política.

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