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miércoles, abril 24, 2024

La otra Bernarda de Muscari llegó a Salta con el debut de Dalma Maradona

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Anoche en el teatro del Huerto y con gran afluencia de público, se representó “La Casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca, adaptación realizada por José María Muscari. Hace un año llegaba la anterior puesta de la que conserva a Prommel, Ardú y Fugazot en esta nueva. El resto del elenco ha sido renovado. La esperada incorporación de Dalma Maradona en reemplazo de Florencia Torrente como Adela, es uno de los “ganchos” comerciales para esta nueva producción. Torrente le aportaba frescura y Dalma, interés. Para ser una chica lorquiana hay que ahondar mucho en lo dramático.

Ya no percibo a Bernarda como una tirana. Y no porque María Rosa Fugazot no la haya interpretado de manera correctísima, todo lo contrario, le imprimió ese rasgo que faltaba: el de tener que estar de pié pese a todo. El personaje tiene sólo una máscara que usa para no perder la autoridad, porque el poder no está en ella. El poder está en la juventud, en la pasión, en la misma muerte que se presenta como liberadora. Su bastón se levanta para amenazar a sus hijas, justamente porque es débil.

“La Casa de Bernarda Alba” me remitió a la ciudad Tebana de Edipo Rey. Su ceguera espiritual lo condujo a la ceguera física; creo que bien podría aplicarse en esta versión de Muscari el dicho “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Las hijas de Bernarda me recordaron al coro griego, la voz del pueblo que sacraliza la Ley; y La Poncia, al Oráculo. En un momento Bernarda llora, nadie la ve, lo hace porque su dolor es intenso. Bernarda representa un sistema social regido por la Ley del padre, en el que el sometimiento de la mujer es sinónimo de orden. Ella condensa en sí la necesaria debilidad del hombre y la original fuerza de lo femenino; como mujer fálica recibe la herencia de su genealogía; se opone al cambio para seguir la tradición.

Lo que Bernarda no puede ver es que está vieja, que debe ceder el mando; no puede aceptar que su sucesora sea Poncia, una extranjera en la casa, una empleada a sueldo, la que todo lo ve y oye. Sus hijas son como moscas en la leche, urgidas por el deseo de lo carnal; incontrolables, síntoma de la arbitrariedad de la Ley. Son cuervos que vampirizan a su madre.

La Casa de Alba, Bernarda, no es casta, ni blanca, ni pura; el luto tiñe del verdadero color que hay en los corazones de las mujeres, llenos de maldad; mujeres condenadas a la oscuridad y al silencio. Poncia las defiende: “sólo son mujeres sin hombre”.

El elenco está integrado por Emilia Mazer como Martirio, Silvia Kutika como Poncia, Katja Alemann como Angustias, Erika Wallner como la madre de Bernarda (en cartel pero no en el escenario), Mimí Ardú como la Criada, Mariana Prommel como Magdalena, Gabriela Sari como Amelia, Dalma Maradona como Adela y en la piel de Bernarda Alba, María Rosa Fugazot.

A esta nueva versión adaptada y dirigida por José María Muscari, se la lleva puesta Emilia Mazer, Mariana Prommel y María Rosa Fugazot. El resto del elenco acompaña muy bien, especialmente Silvia Kutika, con mucha presencia en el escenario. Mazer creó un personaje que lejos de mostrar su belleza exhibe su talento desde la fealdad, una actriz que sorprende desde lo distinto. Como Prommel, que en su personaje de llorona logra balancear lo dramático. Mientras Fugazot, produce esa mezcla de amor y odio, un personaje que expone al máximo lo ridículo de la norma. Salen de lo convencional para entrar en un código extraño, de fuga, de disloque, como si viviéramos una suprarrealidad.

En esta versión la violencia entre las hermanas está más subrayada. “Hipocondríaca!” le dice Amelia a Martirio y cuando Magdalena expresa que quisiera tomar veneno, Amelia le responde “hacélo”. De manera que cuando Adela se suicida, ya no importa su muerte; ellas están anestesiadas; lo que interesa son las consecuencias. La tragedia no se presenta en el final, sino en el desarrollo mismo de la obra. La tragedia no nos conduce al presente en que ocurre la muerte, sino que nos traslada hacia el futuro: luto, encierro, aislamiento; en definitiva, el infierno mismo. Magdalena lo anuncia: “quizá nunca se sale del infierno”. Al morir Adela mueren todas. Esto también cambia el concepto de muerte: morir es vivir en esa casa; por lo tanto, Adela es libre.

Pero creo que debemos tener en cuenta el anuncio de Bernarda: “cuando yo me muera, podrán hacer lo que quieran”. Esto quiere decir al menos tres cosas: que se avecina el fin de Bernarda, que su muerte será la liberación de sus hijas y que existe un después.

Muscari tiene mucho para decir sobre Bernarda y su Casa. No se produce una mudanza de actrices en sus versiones; también hay nuevos significados y personajes más logrados que nos permiten trazar otras lecturas. Esta Bernarda está más asentada en su interpretación, pero ya no es la misma (en el mejor sentido). En cuanto al director y adapatador, no deja de sorprenderme su mirada creativa. Como dije en mi nota anterior, es un maestro en la conformación de elencos. Pero lo es también en múltiples aspectos. Baste entrar en esta casa, con estas mujeres y con ese calor. Arden las paredes de una tragedia anunciada!

– Fotos tomadas por Salta 21

– Crítica anterior:
La fachada del poder en “La Casa de Bernarda Alba” de Muscari
https://www.salta21.com/La-fachada-del-poder-en-La-Casa-de.html

– Entrevista a Muscari:

El Mundo Muscari… y su Bernarda: “La obra me eligió a mí”
https://www.salta21.com/El-Mundo-Muscari-y-su-Bernarda-La.html

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