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miércoles, abril 24, 2024

La poesía erótica de Patricia Díaz Bialet en “Agualava”

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En la Sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini”, Av. Corrientes 1543, se realizará el acto de presentación de “Agualava”, poemario de Patricia Díaz Bialet. Una catarata de volcanes-cuerpos, silencios-caricias, libro que arroja el erotismo vital femenino, acaso derramado…

a Patricia, a mi modo

A mis manos llegó el libro “Agualava” , un viernes de setiembre, desde Buenos Aires, en cuya dedicatoria dice “Para Romina a través de los kilómetros” y entonces uno piensa cómo la poesía permite conectarnos en un espacio sin fronteras.

“Cuando aprendí a no amar” , uno de los poemas de este libro gobernado por esa pasión que se desvanece en un sillón o se despierta entre los muslos fríos, transmite el gozo perfecto de la serenidad desconsolada. Quién, sino a fuerza de resistencia, promesas y heridas aprende a “abofetear el aire”, a entender “algo de vértigo profundo de malabar equivocado”.

Una esencia femenina, profundamente loca y vertiginosamente visible, se abre al deleite de la “Ruta del sinsentido” , otro de los poemas que desnudan lo que una mujer no teme decir, lo que puede o no ser la dicha o la tristeza de una pasajera de la vida y que alza su voz para expresarse “flexible máscara de mi perpetuo carnaval en llamas”.

Pero ese canto de mujer es la del pueblo, la de cada día pero no la monótona sino la huésped de la tierra, la que amasa el silencio y la soledad y añora el amor y el sexo.

Las mujeres del libro de Patricia Díaz Bialet son deseantes y deshacen sus pesares entre las cosas, los recuerdos, los amores que pasan, la ausencia, el silencio y la muerte. Y van “Fluyendo” , como en los versos de este poema: “¿Qué si soy trapo,/ feriado de septiembre,/susurro de tren suicida,/ medida derramada en mercurio?”

Y absolutamente desprejuiciadas como exclama el poema “Por qué hay que tener amantes (I)” entre versos tales como “que no interrogue piojos pensamientos” (…) “no la culpa de niña aburguesada/ ni los reproches de asco a mi regreso” (…)

“al amante se le ofrendan los pezones ya probados

el tambor de vicio que comienza en el ombligo

la hermosa abertura de paraguas

las aristas volcanes

los quejidos de bordes ensanchados

el rapé de horma enrojecida (…)”

Y ese yo erótico, pensante, poco común y hasta libertinamente desenfadado, se niega a ocupar lugares de tedio para la sobrevida, y así se muestra entre los versos de “No soy mujer de estar entre las ollas” . Que se entienda el grito desprendido de este yo: “mi perra es el alma que se cuela entre la nube en plenilunio”.

Concuerdo con el escritor Juano Villafañe quien en la contratapa expresa: “se trata de un libro que se ha escrito desde los cuerpos y la pasión por los cuerpos…”

Nada más sensitivo y femenino que ese lenguaje de bocas “deseando gárgaras de beso adolescente”.

Con prólogo de Leopoldo Castilla en el que señala: “Y se ajusticia, malherida, en su reino: ese campo hechizado de metáforas, donde Patricia propaga su veneno más fuerte revitalizando la lírica argentina actual”.

Esta es la manera que tengo de agradecer un obsequio que más que eso es una virtud de la distancia; se trata de redondear lenguajes, de fundir pensamientos, de agitar el tiempo, de no perderse entre las sombras suburbanas de un mundo caótico, callado a la neblina del último día, ayer, que duerme pese al mañana y se extiende aquí, entre las páginas escritas por Patricia, entre las hojas que reposan entre mis manos. Ahora, ese espacio infinito, también es parte de mi vida.

Agualava

Agualava cae de mi sexo.

Aguafuerte de químicos poderes.

Agua de prisión desmedida.

Agua de pequeña prostituta subterránea.

Agualava cae de mi sexo.

Pintado artilugio de mis labios.

Agualava aguaceite en borbotón de añeja ingle carcomida.

Agualava aguaceite de espeso puntapié en caída libre.

Agualava en queja de paracaídas.

Agualava en frotación constante.

Agualava por vos mi amor de veinte identidades.

De a sorbos te ofrezco mi agualava paraíso.

Mi edema ensanchada.

Mi rocío de muslo disgregado.

Yo te ofrezco mi dulce artimaña de gacela.

Mi amague de nudo.

El ardor de mi ojo de circo.

O el timbal de cópula en permanencia.

Gruta áspera de pico que penetra

la púrpura pluma de aire cuando gozo.

Agualava y su fluir en cauce anónimo.

Agualava y su tambor en talle de gladiolo.

De gorjeo.

De gruta acorazada.

Agualava por vos mi amor de quince abrazos.

Agualava aguapéndulo de piedra para ser fundido en franja de furia.

– NDR: la autora de esta nota es dramaturga y directora de teatro, actriz y periodista, profesora en Letras.

– Nota relacionada:

Patricia Díaz Bialet: diálogo con una joya de la poesía argentina

https://www.salta21.com/spip.php?article462

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