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viernes, abril 26, 2024

Los modernos: Alejandro y Pedro, un optimismo que arrasa

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No cabe la menor duda. Los modernos pasan y arrasan. Una dupla actoral como pocas veces se ha visto. Nada ingenuos, perspicaces, inteligentes. Sin improvisaciones ni arrebatos. Piano piano se va lontano. Y este es el caso de Alejandro Orlando y Pedro Piava. Anoche en El Huerto, Salta, dijeron al público: “Bienvenidos a la fiesta del disfraz”.

En los pasillos del Teatro del Huerto, conversan con sus amigos. La gente los conoce: “somos del palo”- le digo a Pedro, el uruguayo que se juntó con el argentino, Alejandro, para hacer una única nacionalidad: la del actor.

Poesía, canto, humor. Esta es la sabia combinación del dúo. Recalco “actoral” porque en mi charla con Alejandro, hace la exacta diferencia entre ser humorista y actor. “No improvisamos”- dice. Y realmente se nota el trabajo con el texto y el trabajo actoral: cómo lo dicen y todo lo que hacen, componen la representación de un espectáculo teatral. Se presentan como actores y provocan el efecto de “distanciamiento”, avisan que lo que estamos por ver es a “dos masculinos con faldas… una pelambre y una calva…” Y que seremos espectadores. Y más aún, señalan: “Acción… que comience la función”.

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Alejandro, reconoce que Cacho Buenaventura con quien hicieron un show hace muy poco, es un capo. Pero Los modernos, exclama, “se distinguen bien en su género y en su estética”. “Tenemos una partitura musical y es lo que hacemos”- dice. No les molestan los aplausos del público. Compara su espectáculo con el de una sinfónica, la gente aplaude hacia el final y no antes. Aquí, la gente aplaude, el público convalida los aciertos humorísticos y ellos aguardan. “Pero no necesitamos eso”- dice Alejandro- porque tienen una obra armada y es lo que hacen.

Por qué modernos: le pregunto. Allá, por el año 2002, se juntaron en Córdoba y pensaron en qué nombre ponerle a la Compañía. Vieron una lavandería de la calle Córdoba, la de Los García. Alejandro pensó que esta lavandería, ya en ruinas, llamada “El moderno”, alguna vez había visto su florecimiento. “Este es el nombre”- pensó. Y así se pusieron. Nacieron en épocas difíciles y aunque su espectáculo rueda por las tablas de los teatros, sus actuaciones en los pubs no varían. Además, son bastante “progres” para ser modernos, por lo que se intentaría una especia de contradicción en su nombre.

Me cuenta que estuvieron en Estocolmo, en Barcelona, en París, y que lo que hoy presentan en Salta, es “Lo mejor”, una especie de “compilación de todo lo que hicimos”- cuenta Alejandro.

¿Qué hacen en esos 5 minutos en que salen de escena? Le pregunto. Alejandro me dice: “tomamos agua y vemos si funciona bien el sonido”. Pensé que iban a cambiarse. El actor me contesta que a veces lo hacen, se cambian por completo. No se trata de una error escénico, le aclaro, sino de una curiosidad particular. Además, es un acierto. Después de todo, no paran en hora y media de recitación.

– Para definir su espectáculo diré lo siguiente: un trabajo en el que apelan a la virtual inteligencia del espectador donde se fusionan lo vital del ser humano, y su singularidad creativa signada por un lenguaje que le es dado como capacidad para pensar. Una amalgama de fineza y riqueza lingüística ligada con la historia del ser humano en el que la estupidez es cambiada por la sensatez y la subversión de los sentidos se torna inteligencia in situ, rapidez y elocuencia verbal, acierto vocáblico y goce estético. La memoria de los espectadores es depositaria de este texto generado por un ritmo histórico de la palabra, bella, exquisita y sumamente rica.

Pero hay una palabra que reduce y traduce a Alejandro Orlando y jpg_los_modernos_1.jpgPedro Paiva: genialidad (y andan sueltos por el mundo, abrazando y besando gente, charlando como hijo e´ vecinos, seduciendo con sus arte, así son las cosas… entre los genios…).

Hablan a dúo sin parar, ritman y riman, cantan y vociferan, alteran y niegan sentido, crean y descrean la palabra; juegan, pasean y levantan frases; parafrasean y se vuelven cómicos, actúan y son actores, se enmascaran y desenmascaran; fingen voces y relampaguean, musitan y tornean palabras, fabrican inteligencia y humillan al verbo, te hacen pensar riendo y todo, al mismo tiempo.

El esperant , El tiempo pasa , Yo soy optimista o Cuando Graham Bell inventa el teléfono … son humoradas geniales. Partituras del lenguaje compuestas a partir de un concepto: el juego de la palabra. Pero para hacerlo, hay que conocer sus reglas (como hace Cortázar o García Márquez).

Ovación en Salta. El público reconoce la estirpe del actor, reconoce la esencia del humor inteligente, entre la verborragia, la música y la concentración de significados alterados y puestos en nueva cadena de significaciones.

Bien podría concluir de la siguiente manera. Tal y como concluyen con “caperucita roj” : “por lo que creems que la Real Academs Español, nos podrí dar un poquit más de pelot”.

Calificación: excelente. ¡Suele suceder! (dónde, dónde…)

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