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Otra vez la zarzuela

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El Dúo de la Africana: dirección escénica impecable, más allá de un movimiento mejorable del telón cuando divide el escenario. Escenografía y vestuario, todo de producción local, no tienen nada para envidiar a similares trabajos en otras latitudes.

Salta, Miércoles 17 de junio de 2009. Teatro Provincial. El Dúo de la Africana (Zarzuela en un acto y tres cuadros)) de Manuel Fernández Caballero (música) y Miguel Echegaray (libro). Orquesta Sinfónica de Salta. Coro de Cámara de la Universidad Católica. Alberto Jáuregui Lorda (Cherubini). Patricia González (La Antonelli). Carlos Iaquinta (Giuseppini). Fabian Mignani (el preceptor Inocencio Pérez). Inés Montanarini (Amina). Hilda Guzman de Kubiak (Doña Serafina, madre de Giuseppini). Guido Núñez (El Bajo). Jorge Rodríguez (El Inspector). Goldy Ulivarri (La Nana). José Darío Inella (Dirección Escénica). Alejandra Espector (Escenografía y Vestuario). Jorge Velarde (Coordinación General). Dirección Musical Maestro Jorge Lhez.

Esta zarzuela es una joya dentro del género chico de las zarzuelas. El hecho que pertenezca a ese género, no es motivo para que carezca de atractivos. Al contrario, el carácter bufo de la obra, su caótico desarrollo y final no sólo mueven a risa en sus diálogos sino que contiene también momentos de belleza musical. El cuento, que tiene cerca de una hora y veinte de duración, trata de los enredos que se producen cuando una pequeña compañía de óperas de la España de 1920, intenta representar “La Africana” de Giacomo Meyerbeer, última ópera escrita por el conocido compositor alemán.

El dueño de la compañía operística es Cherubini, un empresario que habla en un italiano españolizado, personaje en quien recae la parte cómica de la zarzuela. Éste está casado en segundas nupcias con la Antonelli, buena soprano del momento quien protagonizaría el papel principal de La Africana enamorada de Vasco da Gama. Pero ocurre que en la intimidad de la compañía de Cherubini, la ficción se convierte en realidad pues el tenor Giuseppini realmente está enamorado de la Antonelli y su marido, el empresario se da cuenta de ello. A su vez la hija de su primer matrimonio, Amina, también enamorada del tenor, hace lo posible para que su padre lo convenza que ella debe ser su pareja. Hay otros amores menores, algunos correspondidos y otros no pero en definitiva la comedia de enredos es de tal magnitud que no es posible encontrar todas las soluciones y por tanto la obra termina en un caos fenomenal. En verdad, podría contar más detalles el libro, pero de esta forma quitaría la gracia para quienes concurran a gozar de ella.

Detalles sonoros. Los solistas principales y los secundarios cumplen acabadamente su cometido. El Cherubini es un bajo abaritonado de gran lucimiento. Lo mismo ocurre con los tenores Giuseppini y Pérez. El dúo en el que Giuseppini confiesa su amor a la Antonelli es realmente una belleza. Personajes secundarios como la madre de Giuseppini fueron de alto vuelo actoral y si bien el acento sevillano estuvo ausente en la Antonelli, a cambio su timbre, su registro, su afinación, suplieron con creces aquella falta. El coro, como ya es costumbre en este grupo vocal, tuvo excelente actuación. En el fondo es el verdadero protagonista de la obra y se luce ampliamente cuando le toca proferir sus murmuraciones. La orquesta es el notable marco sonoro que semejante producción merece. Claro, la conduce el maestro Jorge Lhez que acompañando, solistas, coros, ballet, etc. es sin duda un experto. Siempre atento, siempre cuidando que la música sea justamente el empaste que tantos protagonistas requieren. Su flexible aunque firme batuta fue de lujo.

Otros detalles. Dirección escénica impecable, más allá de un movimiento mejorable del telón cuando divide el escenario. Escenografía y vestuario, todo de producción local, no tienen nada para envidiar a similares trabajos en otras latitudes. Hay para esta obra un montaje de José Luis Alonso que ideó a mediados del siglo XX una célebre producción. Imagino que se tomó como punto de referencia. Sólo un detalle a mejorar y es lo suficientemente importante como para no dejarlo de lado: la iluminación. Pienso que no está del todo resuelta pues los rostros aparecen en la penumbra a raíz que la luz frontal es inferior a su opuesta. La zarzuela es teatro musical con muchos puntos a resolver. Pues esta producción en general salvo lo apuntado y la desconexión de un micrófono, es digna de verse. Me tocó estar en la función que sirvió de ensayo general. El público podrá apreciarla el viernes, sábado y domingo.

Final. No pierdo las esperanzas que Salta disfrute con una de las grandes zarzuelas. Ya hay todo para hacerla.

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