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sábado, abril 27, 2024

Romina Yan: tiempos posmodernos en que la muerte es espectáculo

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Aunque no se tienen los últimos detalles de la autopsia prácticamente general que se le hizo a la conocida actriz, se presume que su deceso se produjo por paro cardiorespiratorio, mientras ejecutaba alguna especie de gimnasia.

Acorde a lo que se difundió aquí y allá, por noticieros de radio y televisión, se aludió a que la actriz luego de cada embarazo quedaba para su propio gusto y para los tiranos estándares que se usan, demasiado “gorda”, por lo que después de dar a luz, Yan se afligía sobremanera en bajar de peso. Es probable que el deceso sea la confluencia de un sinnúmero de factores, de causas pero seguramente, uno de ellos y no el menor, es la difusa presión social que se ejerce contra los cuerpos de mujeres y varones, para que respondan a cierto “ideal”, ideal que es de mercado, obviamente.

Aquí tenemos el primer hilo de un ovillo que desmadejaremos algo parsimoniosamente, en donde queda más o menos claro, que el mercado capitalista contemporáneo, se las arregla para hacer que todo se consuma, incluso, cuerpos e individualidades. Y así, tal cual lo indica el Psicoanalista Ernesto Sinatra en su libro “¿Todo sobre las drogas?” , hemos pasado del mandato o imperativo capitalista de ser “¡todos consumidores!”, a ser “¡todos objetos de consumo!”

Romina Yan es una víctima de una era burguesa en la que se debe estar “a tono” en la mayoría de los aspectos mercantilizados de la vida: en la intimidad, en lo privado, en lo público, en la relación de pareja, en el amoblado de la casa, etc. Todo o casi todo, tiene que ser comprado con tarjeta de crédito, en especial, un cuerpo a la medida del deseo del Otro, Otro que no es la pareja, sino ese mercado omniexigente y que luego de consumirnos, nos desecha como pobres, miserables, cadáveres, presos, “locos”, angustiados, solitarios, teleespectadores, etc.

Parafraseando a Freud, así como había un “malestar en la cultura” existe un “malestar del capital y del consumo”… Hay un malestar generalizado del y en el mercado que además, rinde ganancias.

El otro hilo del ovillo, es que los familiares directos de Romina habían planeado una ceremonia de sepelio íntima, es decir, reducida al ámbito de la intimidad, que es más privada que lo privado y tampoco pudieron conseguirlo, a raíz de que toda la farándula estaba en el cementerio, reforzando el sentimiento de pertenencia, de ghetto, de “nosotros”, con su abultado número de concurrentes. La triste ceremonia, además de haber sido devorada por los mass–media en los que el dolor y la muerte son noticias…, se convirtió fatalmente, en pública dado que a esas alturas, había un público que miraba mirar a los de la farándula: un segundo de pantalla de tv, puede arrancarnos del anonimato, de la pesada normalidad asfixiada de nada, tal cual lo enuncia Sinatra en su brillante obra.

Es que el mercado, tan que “todo lo ve”, al igual que los televisores, que tan “todo lo telegozan”, no permitirá que ni la muerte, ni lo más íntimo y trágico para un ser humano, se escape de la valorización de capital: hay que conseguir que el fallecimiento de Romina sea una muerte “fashion”, que también sea un negocio, que ella siga produciendo dinero a través del raiting, aun cuando no esté viva.

El último hilo que desearíamos rescatar de la madeja, es precisamente que los noticieros actuales, que en realidad funcionan como “revistas” de tv, acorde a lo que me sugiriera la Prof. Amalia Carrique, tienen que sostener el goce de sus teleadictos, no con informes políticos contestatarios, con análisis de clase respecto a la distribución desigual de la riqueza, etc., sino con boberías de cualquier índole, en particular, si hay muertes. No existe nada más “enganchador” que el fallecimiento de alguien y más si es “famoso”.

¡Que rueden las cámaras!

4 COMENTARIOS

  1. Romina Yan: tiempos posmodernos en que la muerte es espectáculo
    Es tiempo de aceptar que el individualismo exacerbado, la búsqueda del éxito o la vigencia,y el deshumanizado esfuerzo por aceptar las reglas del juego mediático, han transformado la carrera por ingresar o permanecer en la “farándula” en un nuevo “deporte extremo”; y, como tal, este desafío impone reglas y riesgos de vida. Montañistas, pilotos de F1, toreros, etc, qué se yo, asumen graciosamente el riesgo de ser despanzurrados por el logro de su pasión.
    Romina Yan como muchísimas otras personas vinculadas al espectáculo y muchísimas más influenciadas por la cultura mediática, han asumido dietas salvajes y gimnasias desbocadas tan solo para lograr y/o mantener una imagen que las mantenga “actualizadas”, “jóvenes”, “deseables”, etc
    Poco importa “quién soy” comparado con lo que “quiero parecer que soy”…Esa carrera tiene un precio.En este submundo enaltecido de Forts,Alfanos, etc, valor no equivale a coraje o calidad trascendente, solo se refiere a dinero. Valor es igual a precio.Pero hay cosas que tienen valor y no tienen precio y otras que tiene precio y no valen nada. Romina Yan ya lo pagó y el “show” , aún en el entierro, sigue…facturando, vendiendo, imponiendo el dudoso éxito de la muerte…a cualquier precio…sin valor.

    • Reencuentros
      Al abrir la página de la “sufrida” Salta 21, me topo con una sesuda reflexión del conocido Hernán Viaggio…

      En lo personal, me alegro de un acercamiento que extrañaba, puesto que a vos, Hernán, te supe desde hace tiempo, cuando hacías a pulmón los sendos programas de radio que se transmitían por Radio Universidad, de la UNSa. ¡Salud!, compañero…, que queda mucho, y por suerte, para decir.

      Cordialmente,

      A. López

      • Reencuentros
        Alejandro…gracias por tu saludo y recuerdo…pero mucho más aún por el tenor de tu nota que en nada se parece a lo recogido por los medios en relación a las causas profundamente antiéticas de esta absurda muerte. Ahora habrá que asistir a un sinnúmero de lugares comunes que intentarán elevar a niveles supremos lo realizado por esta infortunada joven…tapando de paso el análisis del contenido racista y clasista de las obras que escribió su madre.
        En fin…como diría Hicks: “Mi única reflexión: un tonto menos en el planeta”

        • Aclaración
          Mi nombre es Adrián, no Alejandro, Hernán; soy el archi mal conocido y frecuentemente, blasfemado, Adrián López, que es profesor, hasta nuevo aviso, de la Facultad de Humanidades de la UNSa

          Un abrazo.

          A.

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