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sábado, noviembre 23, 2024

Temor y temblor: nuestros cristos antisísmicos

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Un sacudón remeció ayer el Norte del país y alteró el ritual de la siesta provinciana. Se percibió en el sur de la provincia de Salta y causó alarma en Tucumán y en Termas de Río Hondo. Una región que tiembla. Salta y Cusco tienen cristos antisísmicos.

El temblor que afectó en la tarde de ayer al Norte del país fue primicia del canal nacional de noticias Crónica TV y tiene una amplia cobertura informativa en el diario tucumano La Gaceta, que señala que el sacudón “acabó con la sobremesa de algunos tucumanos y con las intenciones de dormir la siesta de otros”.

La crónica periodística informa que eran las 14.49 cuando la tierra tembló durante unos segundos. Luego se sintió un golpe, como si un objeto muy pesado hubiese impactado en el piso. El movimiento telúrico se originó a 70 km al sudeste de San Miguel de Tucumán, en la zona de Los Puestos (cerca del límite con Santiago del Estero) y a 118 km de profundidad.

El sacudón provocó un gran susto, sobre todo entre los residentes en los pisos altos de los edificios céntricos de San Miguel de Tucumán, pero no causó daños ni víctimas. También se percibió con gran intensidad en la localidad turística santiagueña de Termas de Río Hondo.

Según datos del Instituto de Prevención Sísmica de San Juan (Inpres), el temblor fue de una magnitud de 4,1 en la escala de Richter (la medición “objetiva” del movimiento sísmico, con instrumentos especiales), y una intensidad de grado III en la escala de Mercalli Modificada.

Aclara La Gaceta que esta última medición no se basa en los registros sismográficos sino en el efecto o daño producido en las estructuras y en la sensación percibida por la gente. Como se explica en el sitio del Servicio Sismológico de Mendoza, un sismo de grado III es una sacudida que se siente en el interior de las viviendas, especialmente en los pisos altos de los edificios. Incluso, muchas personas pueden no asociarlo con un temblor sino con la vibración originada por el paso de un vehículo pesado.

Explicación científica

“Un sismo se produce por la liberación de energía a varios kiómetros bajo la corteza terrestre porque se reacomodan grandes masas de magma”, explicó el geólogo Juan Carlos Valoy. “Se produce un desplazamiento elástico del suelo porque la energía se expande en ondas, como cuando se tira una piedra al agua”, dijo.

El tren de ondas se percibe como un movimiento vertical cuanto más cercano está el epicentro. Al alejarse, las ondas se disipan y el movimiento se siente más atenuado y horizontal, explicó Valoy. Indicó además que Tucumán se encuentra en una zona sísmica de nivel II (las provincias de Cuyo tienen un nivel IV). “Eso quiere decir que, estadísticamente, lo máximo que puede producirse es un sismo de nivel 6 en la escala de Richter (de moderado a fuerte) cada 100 años”, señaló.

Pero la peligrosidad de un sismo no depende sólo de su magnitud, sino también de la vulnerabilidad de la zona. “Las construcciones, en Tucumán, se calculan para que afronten sismos de 6 o de 7 en la escala Richter, así que ese no es un problema”, indicó Valoy. Lo que sí puede llegar a serlo es que la ciudad no está preparada para soportar un terremoto, y tampoco la población. “Las veredas son angostas, hay demasiados espacios vidriados, muchos cables aéreos y gasoductos viejos”, según Valoy. Además, dijo, debería concientizarse a la gente acerca de cómo actuar ante un terremoto.

¡Me encantan los sismos!, se entusiasmó una lectora de La Gaceta Online. “No sé por qué se asustan tanto… es como que la naturaleza te saque a bailar ”.

Otro lector del diario tucumano informa que Tucumán se ubica en una línea con actividad sísmica a unos 200 kilómetros, que arranca en Santiago del Estero y que comprende a Las Termas de Río Hondo, Taco Ralo, Los Puestos, San Miguel de Tucumán, Rosario de la Frontera, Metán, Esteco (destruida por un terremoto en 1692) y Termas de Reyes”.

El Señor del Milagro y el Señor de los Temblores

El jueves 26 de abril de este año otro sismo que provocó alarma en San Salvador de Jujuy tuvo como epicentro a Santa Clara, una localidad ubicada a 75 km de la capital de la vecina provincia. Ese movimiento telúrico también fue claramente percibido en algunas localidades salteñas y con menor intensidad en esta capital.

El 14 de abril, en San Antonio de los Cobres se registró otro sismo de II a III grados en la Escala de Mercalli Modificada. El 4 de enero, a 20 kilómetros del sur de la localidad de Cafayate un movimiento terrestre de grado II a III en la Escala de Mercalli, puso en alerta a la población de la zona. Otro movimiento telúrico que alcanzó 4.5 grados de magnitud en la escala Richter sacudió Cafayate en madrugada del 14 de noviembre de 2006. Su epicentro estuvo a 15 kilómetros al este de la ciudad vallista.

Todos estos movimientos se registran en una región donde la actividad sísmica es intensa porque está asentada sobre la falla de Nazca, donde las masas continentales entran en colisión con las placas del Pacífico justo bajo la enorme cadena montañosa de la Cordillera de los Andes.

La memoria histórica de la región atesora en el recuerdo los terremotos que comenzaron el 13 de septiembre de 1692 y sacudieron al Norte del país con réplicas que se prolongaron por dos días. Una tragedia que generó la leyenda de una mítica ciudad perdida y la mayor fiesta religiosa de la región. Esteco quedó totalmente destruída y el pánico que se vivió en la ciudad de Salta originó la devoción al Señor y la Virgen del Milagro. El filósofo Jorge Lovisolo comentó alguna vez: «los salteños tiene un Cristo antisísmico».

jpg_Senor_de_los_Temblores.jpgLa historia del Señor del Milagro de Salta es análoga a la del Señor de los Temblores de Cusco. En la época colonial, a finales del mes de marzo de 1650, un terremoto asoló la ciudad peruana. La gente sacó en procesión a un Cristo negro que estaba olvidado en su altar y el cese de los movimientos telúricos fue atribuído a un milagro realizado por la imagen.

Lo cierto es que el temor a los terremotos atizó desde hace más de tres siglos el fervor religioso católico en una región en la que muchos se han acostumbrado ya a que la tierra tiemble y hasta hay quien -como la lectora tucumana- expresa entusiasmo por los temblores.

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