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viernes, abril 26, 2024

Víctimas anónimas de culpables con nombre

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Tres niños de seis, tres, y un año y medio, murieron calcinados y asfixiados en la noche del jueves 07 de Octubre de 2010 en el interior de la Provincia de Salta, en la Ciudad de Joaquín V. González, al incendiarse un colchón en el que dormían, por haber tomado contacto con una vela con la que, con total precariedad, se alumbraban.

En la prensa local y con alguna trascendencia nacional, la noticia se ha presentado como un lamentable accidente hogareño, y hasta se ha deslizado en alguna que otra agencia de noticias, que ha mediado una negligencia de los padres en el hecho, es decir, se ha presentado el evento como un descuido de los mismos progenitores que no habrían observado elementales normas de seguridad, arriesgando la vida de sus propios hijos.

Los diarios locales exhiben una fotografía de una vecina, con otro niño en brazos, que huye apresurada de la escena, y que en su lógica situación de pánico, se aleja de las llamas. Este breve relato parecería ser la descripción de una película de acción, y seguramente pasará rápidamente al olvido de toda la comunidad, que abrumada por la aparición de otras noticias, dejará de prestar atención al fallecimiento triple de las jóvenes vidas, y posará su interés en pocas horas, sobre la eventual pelea fabricada entre supuestos miembros de un jurado ridículo de una no menos ridícula programación televisiva, en la que bajo la excusa de un concurso de baile se monta una farsa diaria, o se distraerá con alguna otra muerte violenta en las páginas de temas policiales.

Pero la realidad que se oculta detrás de semejante drama, es mucho más cruda y deleznable que la mera noticia del incendio. Esa realidad nos indica que los niños calcinados esta vez, no son víctimas de la fatalidad, o de la falta de previsión de los padres, o de la inoportuna vela encendida en lugar inapropiado.

Los tres pequeños cuya vida se ha truncado tempranamente, son otro caso más que evidencia la perversidad de un sistema que juega estadísticamente con la vida y con la muerte, y donde existen funcionarios responsables de llevar adelante ese sistema, en el cual detentan posiciones de privilegio, con total desinterés por los más necesitados.

Esta semana ha sido noticia el embargo y prohibición de uso del avión Lear jet 45 de propiedad de la Provincia de Salta, y no precisamente por la medida cautelar misma, sino por el escándalo que ha significado toda la catatara de medidas urgentes que los funcionarios a cargo del tema han puesto en práctica, hasta poder lograr que el gravamen se posara sobre otro bien del estado, y se dejara en libertad de trasladarse, a este juguete predilecto del señor gobernador. Nunca antes se había puesto tanto empeño en lograr un resultado judicial, y nunca antes, créame, se había logrado que en el plazo de veinticuatro horas exactas la Corte de Justicia de Salta se expidiera. Un verdadero récord histórico de celeridad, que ojalá pudiera ser observado en otros casos iguales, en los que ciudadanos comunes –sin investidura y para quienes los señores ministros de la Corte no tienen igual consideración de obediencia debida- esperan paciente y resignadamente el resultado.

Los tres niños calcinados han muerto lisa y llanamente de pobreza. De la extrema pobreza de vivir en una vivienda de cartón, chapas y plásticos. De la pobreza extrema de dormir en un mismo colchón precario, y de carecer de luz eléctrica.

Mientras tanto el jefe del Estado Provincial bregaba por la liberación de la aeronave de la Provincia, muy lejos de la preocupación elemental de procurar bienestar para los habitantes de los que dice preocuparse todos los días. Y lo hacía desde su cómoda posición ostentosa de un gobernador de la riqueza; apartado de todo recato y vergüenza, exhibiéndose como un mandatario del primer mundo, cuando los ciudadanos mueren impunemente en la miseria como habitantes del cuatro mundo.

Se ha difundido largamente que ese avión es el avión sanitario, que bloqueando su tránsito habitual se pondría en riesgo la salud de la población ante un eventual caso de necesidad extrema de traslado en situación crítica, y por eso la celeridad del tratamiento del tema por el poder judicial. Pero hoy, precisamente hoy viernes 8 de octubre de 2010, la nave no está en algún hospital de campaña trasladando un herido, sino que está siendo usado por el gobernador para urdir nuevas estrategias de poder o de futuro poder, trasladándose hasta la Provincia de Santa Cruz, para participar de un extraño acto de desconocimiento de la autoridad judicial que emana de la Corte Suprema de Justicia, de la mano del presidente del partido justicialista, el ex presidente en funciones Néstor Kirchner. Es decir en un acto estrictamente partidario, y totalmente ajeno a una gestión oficial Provincial. Un claro uso abusivo más de los bienes del estado en provecho particular. En todo esto el Procurador General de la Provincia no verá nunca una notitia criminis, ni promoverá de oficio ninguna acción penal por peculado de uso. No señor, esas acciones se llevan a cabo siempre y cuando le convenga a la posición política del mandatario, nunca por observancia de la ley misma.

Y al regreso de su viaje, el abogado Juan Manuel Urtubey, volverá a sentarse en los ampulosos salones de la obscena residencia de finca Las Costas, y sobre la bandera de Salta dibujada en el piso de la sala principal, analizará los resultados de su provechoso viaje. Olvidado él también de los niños muertos en el norte de la Provincia, y analizando cuál será la próxima movida política que le permitirá seguir tejiendo su futuro político. Rodeado de empleados a cargo del servicio, y con amplias medidas de seguridad, sistema anti incendios, vajilla excéntrica, y ainda mais. Todo por cierto pagado con fondos públicos, que faltan en el interior de la Provincia para que sus habitantes tengan viviendas dignas, y luz eléctrica, y no sigan muriendo por incendios devastadores de su misma pobreza, porque los funcionarios a cargo de sus destinos dilapidan el dinero que debería servirles para sobrevivir, llevando adelante planes de miserable vanidad personal, indiferentes a la desgracia de quienes deberían proteger.

Han muerto tres niños, Señor Gobernador. Y su plena responsabilidad en ese hecho, no quedará salvada porque ahora le ordene al Instituto Provincial de la Vivienda (IPDUV), que le asigne al resto de la familia una casa, como premio consuelo de la irremediable pérdida. Sus habitaciones estarán vacías, no tendrán risas, ni juegos, ni esperanzas. Usted las ha truncado con su soberbia y su desinterés por la vida de los demás, y por haber estado ocupándose de su propio proyecto mezquino.

Nuevamente se aprecia, que irremediablemente, Usted no se diferencia en absoluto de su antecesor. Por el contrario, parece más bien su mejor alumno.

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