Si de algo se jacta este gobierno conservador, es haber profundizado la pobreza, a pesar de sus falsas promesas, constituyendo en la actualidad el pico de bolsones de la marginalidad.
El presente remarca una cualidad de sus funcionarios (incluido el Presidente): la anulación del gesto como portador de sentido. Es una clase gobernante que logró anular la gestualidad como vehículo comunicativo.
Se intenta construir un ciudadano apretado a su intimidad, a las cuatro paredes, sin los valores universales de la solidaridad-fraternidad, en definitiva sin presencia de vecindad.
Para un importante sector de la sociedad argentina, el país está por el rumbo correcto, en ese intrincado análisis de la economía por explicar una dirección de cambios imprescindibles. Que si no se hubieran realizado, estaríamos en el filo de la cornisa y al borde del caos mundial.
La sociedad argentina vive un estado de ánimo colectivo, caracterizado por la desmesura, el “sin límite”, cuya particularidad es la masividad, como si nadie pudiera estar desligado de la realidad política inmediata.
Detrás de ese slogan publicitario que ofrece una “Salta linda que enamora…” hay una mayoría indigente/marginal e invisibilizada, que hunde sus oscuridades en las márgenes Este del ejido urbano, tan real como la primera, pero, curiosamente, convenientemente omitida en los slogan que exhiben la mirada tradicional del recorrido urbano turístico, como si no fueran parte de nuestro mapa urbano.
El campo (universo) político actual nos tiene acostumbrados a la presencia de exposiciones carentes de contenidos en donde el emisor habla fluidamente, pero sin transmisión de conceptos, sin soporte referencial, en una retórica hueca que no aporta nada al aprendizaje, prácticamente una epistemología carente y fatua. Son retóricas que exigen un alto grado de entrenamiento del hablante pero que no son edificantes para la enseñanza. Son discursos insustanciales exentos de maduración y que contribuyan a un enriquecimiento de la persona.
Los tiempos que se aproximan de campaña electoral nos van a familiarizar con metodologías propias de modalidades deshonestas, más cercanas a la manipulación intencionada, que a recursos “correctamente políticos”, en un concepto más propio del marketing y prestado de la estrategia militar.