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viernes, abril 26, 2024

Del Malleus Maleficarum a las Scientias Humanitatis

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El Martillo de las Brujas es algo así como un best seller del año 1484, subtitulado Para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza. Escrito por los dominicos inquisidores alemanes Jackob Sprenger (1436-1497) doctorado en Teología en la Universidad de Colonia y Heinrich Institoris, llamado Kramer (1430-1497), ambos teóricos y prácticos en tormentos y homicidios y representantes de la “justicia divina”.

Este libro –el más terrorífico de la criminología- ha servido al Papa Inocencio VIII para promulgar una bula que otorgaba grandes poderes a la Santa Inquisición con sus terribles métodos, además de difundir una ficción: la existencia de las brujas.

El nombre de este Papa era Juan Bautista Cibo, de familia genovesa, tuvo dos hijos ilegítimos Teodorina y Francesshetto. En 1467 fue nombrado Obispo de Savona por Paulo II y en 1484 coronado Papa. Su pontificado se ha caracterizado por prácticas simoníacas, el nepotismo, la destacada persecución a las “bujas”, “hechiceras”, “herejes”, amplios poderes al Tribunal Inquisidor mediante la Bula Sumins Desiderantes Affectibus.

Cuando se les preguntaba a los inquisidores por qué Dios permite esas atrocidades, respondían: “Lo hace por justicia, pues si no mueren por los pecados que han cometido, mueren siempre culpables del pecado original”. Pero el objeto de la nota no es relatar atrocidades y barbaridades productos de la idiotez y estupidez del fanatismo religioso, sino las relaciones entre poder-saber y saber-poder o cómo pudo transformarse el método del santo oficio en forma de investigar la verdad en el seno del orden jurídico, por ejemplo.

O sea de El Martillo de las Brujas a las Ciencias Sociales existe una relación histórica que dio lugar a nuevas formas de investigación, es decir saberes sin perder el poder.

La bruja y los médicos: Felipe Aurelio Teofrasto Bombast de Hohenheim, más conocido como Paracelso (1493-1541), en el año 1527 en Basilea, para mostrar su enseñanza innovadora, quemó toda la vieja medicina de Avicena, Averroes, Galeno y otros, declarando no saber nada fuera de lo que había aprendido de las brujas. Sin embargo, éstas fueron torturadas y quemadas, porque la medicina era considerada cosa del demonio y la enfermedad un merecido castigo de Dios. Era un pecado salvar el cuerpo, había que salvar el alma. ¡¡¡Salva tu alma!!!…¡¡¡Salva tu alma!!!

El debate de aquella época, entre los médicos y los inquisidores, no era cuestionar la existencia del demonio, sino los modos de manifestarse. El médico de entonces quería imponer que el demonio actuaba en la intimidad del cuerpo provocando la enfermedad. Pero la iglesia no aceptaba esta tesis, continuando con la persecución y la severidad del santo oficio.

Durante mil años el único médico del pueblo fue la bruja, la Bella Donna, por su planta favorita la Belladona, antídoto de muchas enfermedades en la Edad Media.

La verdad y las formas jurídicas: El sistema aplicado por la Santa Inquisición era tan perverso –como lo sigue siendo en la actualidad el sistema penal- que se ha convertido en uno de los más claros antecedentes del Derecho y de los procedimientos judiciales de Occidente.

– El autor es Médico Forense
Presidente del desaparecido Centro de Estudios Criminológicos de Salta.-

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