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jueves, abril 25, 2024

El “dodecafonismo” político del “Cuchi” Leguizamón

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Los actos, que se realizaron a partir de las 19, 30 en la actual Casa de la Cultura, fueron distintos, pero con un espíritu similar.

Mientras el que se concretó el 28 contó con la participación de un escritor consagrado como Juan Ahuerma Salazar, y con jóvenes artistas afiliados a Músicos Independientes Asociados de Salta (MIAS) o que se acercaron al novel grupo, aportando con canciones del homenajeado, el acto del día 29, contó con la participación de Luis Leguizamón, con folcloristas y con la invalorable proyección de un esforzado video acerca de ráfagas de la ajetreada biografía del “Cuchi”.

El pasado 28 fue notoria la presencia de jóvenes, lo que es un buen indicio, en la escala en que ellos, los jóvenes, se permiten disfrutar no sólo de música que se considera “propia” de su edad, sino de cierto tipo de folclore, lo que señala un cambio positivo en ese sentido, que viene desde un tiempo a esta parte.
En ambos actos hubo anécdotas, algunas de las cuales fueron relatadas incluso, por gente del público, pero a mí, lo que más me impresionó, aparte de la maestría con la que el “Cuchi” le arrancaba melodías al piano, son sus pareceres políticos.

El novelista Ahuerma Salazar lo reivindicó anarquista, que es también lo que hace Ermes Riera, hijo del conocido panadero Juan Riera, en el libro sobre la vida de su padre. Según la opinión de mi documentado amigo Carlos Balmaceda, sabedor de los vericuetos de la cultura salteña, parece que explícitamente, don Gustavo nunca se identificó sin lugar a dudas, anarquista. Es probable que haya simpatizado con el anarquismo, como se aquerenció con Che Guevara; yo comparto su simpatía con el anarquismo, siendo como soy, un anarcomunista que procura hilvanar lo mejor de cierto marxismo, por más que se me declare un “enemigo” de la izquierda leninista, y lo más sublime de la valerosa tradición anarquista –alguna vez había que principiar por hermanar dos vertientes del pensamiento social que no se debieran haber enfrentado a muerte…

Lo genuino es que en una parte del video, que se hizo muy artesanalmente y sin ningún apoyo oficial…, el “Cuchi” recita una verdadera poesía a Guevara, que la convirtió en zamba, si mal no recuerdo. Y acá se introduce otra veta de sana discusión acerca de esa monumental figura de la cultura salteña, que es determinar si don Gustavo fue, aparte de músico, poeta. Creo que sí, que por la calidad literaria de sus letras, se lo puede considerar un poeta. Era también, un pensador político, dadas sus inclinaciones, ya mencionadas, por el anarquismo y la esfinge de Che.

El “Cuchi” era todo eso y más, no únicamente porque todos somos una multiplicidad de perfiles, sino a raíz de lo que él mismo confiesa en el video, realizado con suma dedicación por Issa, a saber: que su música es un arte del contrapunto, tal cual una obra de Picasso. Desde mi modesta y nada profesional “formación” musical, pienso que el folclore de don Gustavo fue medio de proyección, de fusión y hasta algo dodecafónico, atonal, por el modo en que tocaba el piano, no por la estructura de sus partituras –si bien la Semiótica me permite darme cuenta de lo que enuncio, no me salva de mi ignorancia en cuestiones técnicas de música…

Ese mismo dodecafonismo es el que habita al “Cuchi” en sus opiniones políticas, pareceres que son una de las pocas cosas que sobreviven de una persona.

Lo que no comparto mucho es el elogio de determinada salteñidad que me huele a guardamontes, espuelas y desfiles. Carlos Balmaceda me dijo sin embargo, que la preferencia de don Gustavo por lo local es por una resistencia al Imperialismo, que nos quiere someter no sólo política y económicamente, sino culturalmente. Puedo acordar con ese diagnóstico. También se me ocurre que, habiendo leído una biografía de Quinquela Martín, el folclorista no podría haber sido lo que fue en otro espacio que no fuera Salta; tal como Quinquela devino el pintor del barrio La Boca, don Leguizamón se hizo el músico de Salta…

El asunto es que uno no puede ser indiferente a ese “duende barbado” que fuees el “Cuchi”, que es una sombra gigantesca en la cual se podrán compartir tertulias de variada índole, en una sana oda al vino.

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