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viernes, abril 26, 2024

“Yo, Argentino”

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En los tiempos que se viven en Argentina, nunca ha estado más vigente que ahora a nivel de gobierno, esa detestable frase hecha, expuesta como título de esta columna, con la cual se identifica criollamente otra frase mundialmente famosa, cual es, la de “lavarse las manos” atribuida bíblicamente a Poncio Pilatos.

Es el equivalente nacional que fija postura para no comprometerse, no hacerse cargo, el no te metas, el hacerse a un lado del compromiso y pasarla de costado sin involucrarse en determinado tema o cuestión.

“Yo, Argentino” es un término que según la historia más autorizada, se acuñara en el imaginario nacional durante la segunda década del siglo XX.

En ese entonces se pregonaba a los cuatro vientos que el país era “el granero del mundo”, en alusión a la exitosa política conservadora de exportación de finales del siglo XIX.

Ese esquema, por la hambruna de la llamada guerra mundial de 1914, se había incrementado y generaba la sensación de que la Nación toda era próspera, cuando la verdad era otra muy cruel e intencionalmente ocultada por los medios de entonces.

Poco importaba por cierto que los dueños de esos graneros fueran unas pocas familias acomodadas de la Pampa Húmeda, graciosos propietarios de latifundios obtenidos en la mal llamada “Conquista del Desierto”.

Lo correcto sería afirmar que esos privilegiados en base al genocidio de las poblaciones originarias eran los que se enriquecían con el sistema, y no el país, que ostentaba ya por entonces cifras alarmantes de pobreza, desnutrición, desempleo y exclusión.

Así pues esa minoría terrateniente con parte de las fortunas que amasaban, se embarcaban constantemente a Europa con toda la familia, parientes, las empleadas domésticas, y con una vaca de raza para que los hijos tuvieran leche fresca en las travesías.

Eso dio origen a otro término no menos odioso, el de “tener la vaca atada”, como signo de mucha prosperidad o de facilidad para hacer fortuna sin esfuerzo y con sensibles ventajas respecto de los otros.

Al estallar la Gran Guerra de 1914-1918, muchas de esas familias se vieron sorprendidas en Europa, sin poder volver por el temor a la travesía marítima durante el conflicto bélico, y por ende debían quedarse ilegalmente más tiempo del permitido turísticamente.

Como Argentina se mantuvo en esa contienda como neutral, cualquier inconveniente de residencia en los países involucrados en la guerra (Alemania, Francia, Italia, Bélgica, etc.), se sorteaba invocando esa condición de neutralidad, y ello se hacía –por desconocimiento de los idiomas- mostrando el pasaporte y diciendo: “Yo, Argentino”, y esa frase era la pretensión del “yo no tengo nada que ver”

El presidente MACRI es hoy por hoy el más claro exponente del “Yo, Argentino”, porque ante cualquier requisitoria periodística sobre los desajustes de nuestra economía, él siempre echa mano del yo no tengo nada que ver.

En general la mayoría de las medidas económicas anti populares tomadas por el actual gobierno, y en boca del mismo presidente, responden –según él- todas a decisiones inevitables y dolorosas, pero nunca generadas por ellos sino atribuibles a otros que sí serían –según esa visión- los verdaderos causantes.

Ellos en cambio frente a todas las vicisitudes, son neutrales, son meros espectadores, son en realidad la imagen del no me meto, no tengo nada que ver, del “Yo, Argentino”.

La grosera devaluación de la moneda apenas asumieron, y el mismo constante efecto diario irrefrenable, es por causa del atraso cambiario, no por la liberación de los controles anteriores.

La inflación desbocada es por la corrupción del anterior gobierno, y no por la liberación de precios internos atados al dólar siguiendo los valores de exportación.

Las fábricas que cierran y los nuevos desempleados no guardan relación con ellos y sus medidas neoliberales, sino que la culpa es de las mafias de abogados laboralistas.

La crisis de la industria nacional es porque los salarios son caros y falta competitividad –sin que nadie tenga muy en claro qué quieren decir- y no por la apertura de las importaciones.

La prometida lluvia de inversiones no llega y eso es porque la mala imagen del País que dejaron los otros cohíbe a los inversores, no porque a esos especuladores les rinde más la bicicleta financiera.

Y la reactivación de la economía no se hace visible, no porque no se haya producido sino porque los distintos sectores de la Nación no han advertido todavía esa dinámica.

Y así podríamos seguir enumerando todas las pretendidas explicaciones de cómo las cosas suceden o no suceden porque hay otros protagonistas que las hacen o no las hacen, nunca nosotros, que no tenemos nada que ver.

La única diferencia y desventaja de este “Yo, Argentino” de hoy, respecto de los millonarios que se iban con la vaca atada y se lavaban las manos en Europa, es que éste no es un mero agricultor favorecido por la exportación de granos, sino el Presidente de la Nación¡

En tales condiciones tener en la primera magistratura de la República a quien se maneja con estos parámetros, debería ser más que una preocupación para los Argentinos.

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