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viernes, abril 26, 2024

El fracaso de la Asignación por Hijo: “No alcanzó para terminar con la indigencia”

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Gracias a los datos de la pobreza que finalmente publicó el Indec la semana pasada, comenzaron amplios estudios y proyecciones que de otro modo resultaba imposible poder realizar. Uno de ellos lo realizó el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), que concluyó que “la Asignación Universal por Hijo no alcanzó para terminar con la indigencia” como se intentó instalar durante el kirchnerismo cuando se lanzó esta herramienta.

La ecuación es sencilla: El costo de la Canasta Básica Alimentaria para un hogar de mujer sin trabajo con dos hijos sería de $2.714. Por Asignación Universal por Hijo recibiría un monto equivalente a $2.206. Esto implica que la Asignación Universal por Hijo es un 20% inferior a la Línea de Indigencia. La conclusión con estas cifras es que se perpetúa y reproduce intergeneracionalmente la pobreza. Sin embargo, recientemente Axel Kicillof sostuvo: “La AUH la sacó nuestro gobierno para atender el problema de acceso a los bienes básicos” y advierte que además “tal como está diseñada, perpetúa y reproduce intergeneracionalmente la pobreza”.

Tras la difusión de las cifras de la pobreza e indigencia que hizo el Indec la semana pasada, la consulta obligada fue al exministro de Economía, Axel Kicillof, ahora diputado nacional. El diario El Tribuno lo entrevistó y le preguntó:

Periodista: Al kirchnerismo le endilgan que supuestamente negaba la pobreza…

– Kicillof: Nosotros no es que negáramos el fenómeno de la pobreza, porque la ASIGNACIÓN UNIVERSAL POR HIJO la sacó nuestro gobierno para atender problema de acceso a los bienes básicos.

Sin embargo, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) en un informe conocido este lunes (3/10) refuta la aseveración del ministro de Economía de Cristina Kirchner y demuestra que “la asignación por hijo no alcanzó para terminar con la indigencia”.

Pero también advierte al gobierno de Mauricio Macri que “la meta de pobreza cero no es inalcanzable” y que “más bien es un objetivo modesto para las potencialidades de la Argentina”.

A continuación las conclusiones y cálculos de Idesa:

El retorno de la medición de la pobreza y la indigencia confirman que mucha gente sufre privaciones materiales. El dato debería motivar autocrítica, especialmente en torno a la sobreestimación de los impactos que se esperaban del asistencialismo. Limitándose a repartir dinero no se logrará erradicar la indigencia ni mucho menos la pobreza. Además de ayuda social, se necesita estabilidad de precios, maternidad responsable y facilitar la inserción laboral de las mujeres.

El INDEC dio a conocer el índice de pobreza e indigencia después de una década de oscurantismo estadístico. Se estima que el 32% de la población urbana tendría ingresos inferiores a los necesarios para acceder a la Canasta Básica Total, conformada por un conjunto de bienes y servicios básicos valuados en $12.489 para una familia tipo. Implica que sólo en los grandes aglomerados urbanos (capitales y ciudades importantes de cada provincia) 8,8 millones de personas son pobres. Si se proyectara al total de la población urbana, o sea incluyendo a la población que vive en ciudades del interior de las provincias, el indicador ascendería a 13 millones de personas en la pobreza.

Una situación más acuciante aun es la indigencia. Se trata de familias cuyos ingresos no alcanzan para comprar la Canasta Básica Alimentaria que equivale a $5.182 para una familia tipo. En esta situación se encuentran 1,7 millones de personas en los grandes aglomerados. Proyectado al total de la población urbana habría 2,5 millones de indigentes.

La contundencia de estas cifras hace prioritario reflexionar sobre la eficacia de la asistencia social para combatir la pobreza. Para ello resulta útil tomar como referencia una familia conformada por una mujer sin pareja, que no trabaja y con dos hijos, uno de 3 años de edad y el otro recién nacido. Su situación sería la siguiente:

– El costo de la Canasta Básica Alimentaria para este hogar sería de $2.714.

– Por Asignación Universal por Hijo recibiría un monto equivalente a $2.206.

– Esto implica que la Asignación Universal por Hijo es un 20% inferior a la Línea de Indigencia.

Este ejemplo es puntual pero ilustrativo de la muy frecuente situación de mujeres jóvenes que tempranamente tiene hijos y caen en la indigencia. Si esta mujer llegara a tener un tercer hijo el monto a recibir por la asistencia social aumentaría, pero de todas manera no alcanzaría a superar la línea de indigencia. Por los tres hijos tendrá derecho a recibir en concepto de Asignación Universal $3.309 pero sus necesidades básicas alimentarias por la llegada del nuevo miembro habrían crecido a $3.719. Este ejercicio deja en claro que repartir dinero es un paliativo, pero está lejos de ser una solución. La Asignación Universal por Hijo no alcanza para salir de la indigencia y, tal como está diseñada, perpetúa y reproduce intergeneracionalmente la pobreza.

Esta realidad va en contra de la creencia muy arraigada de que con la Asignación Universal por Hijo se acabaría con la indigencia y se reduciría la pobreza. Seguramente que la manipulación de las estadísticas junto con las tentaciones que genera el oportunismo y altas dosis de conformismo contribuyeron a sobreestimar los impactos del asistencialismo. Con el sinceramiento del sistema estadístico, es fundamental reasumir la seriedad y promover un consenso en torno a cuáles son los instrumentos que permitirán llegar al objetivo compartido de terminar con la indigencia y la pobreza.

En primer lugar, es fundamental combatir la inflación para que se estabilice el costo de la Canasta Básica Alimentaria. Con precios crecientes es muy difícil evitar que el poder de compra de las prestaciones sociales se erosione. En segundo lugar, promover conductas reproductivas responsables para generar hogares de tamaño más reducido. En tercer lugar, poner en funcionamiento un sistema moderno de protección a la infancia. Así, los niños accederán tempranamente a alimentación adecuada y educación, y abrirá las posibilidades a que la madre trabaje. Aunque sea un trabajo informal alcanza para superar la indigencia y aumentan las probabilidades de salir de la pobreza. Teniendo en cuenta que la Canasta Básica Total para esta familia de 3 miembros es de $6.548, con una remuneración mensual de $4.500 más las dos Asignaciones por Hijo podría salir de la pobreza.

La meta de pobreza cero no es inalcanzable. Más bien es un objetivo modesto para las potencialidades de la Argentina. Para alcanzarla, es fundamental dejar de sobreestimar el asistencialismo y aumentar la valoración por la estabilidad de precios, la sexualidad responsable y el trabajo femenino como políticas de inclusión social.

Por su parte, las especialistas del Cippec, Gala Díaz Langou y Malena Acuña en una nota publicada en el diario Perfil coinciden con Idesa en que el sistema de asignaciones familiares y universal por hijo es insuficiente y no cubre todas las necesidades, aquí un extracto:

Los datos coinciden en que la situación es aún peor para los niños en su primera infancia.

Este fenómeno, caracterizado por niveles de pobreza más elevados en la infancia, es conocido como infantilización de la pobreza, que viene profundizándose desde 2003: el porcentaje de menores de 18 años con ingreso per cápita familiar correspondiente al 40% más pobre del país aumentó de 57,2% a 58,7% entre 2003 y 2014, mientras que para los de 18 o más se redujo de 34,3% a 32,2% (según Cippec en base a EPH, cuarto trimestre).

Existen varias razones que explican por qué en Argentina los ingresos per cápita son menores para las personas con hijos. Por un lado, tener hijos disminuye el nivel socioeconómico de la familia (los niños consumen ingresos y, en nuestro país, son las familias las que cubren la mayor parte de ese déficit). Por otro lado, los hogares con niños suelen ser los más pobres, por déficits en la educación sexual, mayor aceptación de la maternidad temprana y/o menor acceso a servicios de control reproductivo, entre otros. Así, la realidad socioeconómica y los patrones reproductivos se vinculan y generan una relación circular en la que ambos se refuerzan retroalimentándose, y sus consecuencias tienden a prolongarse en el tiempo.

Revertir la infantilización de la pobreza y su profundización constituye un desafío de alta complejidad, ya que implica romper el círculo intergeneracional atacando sus causas estructurales y arraigadas.

Un innegable pilar en esta estrategia se centra en garantizar que todas las familias con niños cuenten con ingresos suficientes.

En este sentido, son claves las intervenciones para promover su inserción productiva y las políticas de transferencias de ingresos monetarios.

El Estado transfiere ingresos a estas familias por tres vías: subsistema contributivo (asignaciones familiares), subsistema no contributivo (principalmente Asignación Universal por Hijo –AUH–) y deducción del impuesto a las ganancias (se trata de una transferencia tácita). Si bien se realizaron avances de cobertura y equidad que permitieron que el Estado cumpla mejor con su rol de garante de los derechos de todo argentino, como extender la cobertura a hijos de trabajadores desocupados, en la informalidad y monotributistas, es necesario revisar e introducir algunas modificaciones al actual esquema, porque sigue teniendo aspectos en los que es fragmentado e inequitativo.

Es fragmentado porque los múltiples tipos de cobertura dependen de la condición laboral de los adultos, cuando el foco debería colocarse en los derechos de los niños y adolescentes. Es inequitativo por varias razones. Por un lado, hay inconsistencias entre los sujetos cubiertos: el valor de las prestaciones no es igual y tampoco progresivo. Por ejemplo, quienes deducen de Ganancias pueden llegar a deducir $ 21.061 por año, lo cual resulta mucho mayor a lo que puede recibir una familia con AUH ($ 966 por mes). Además, es necesario aumentar la prestación a los niños de 0 a 5 años beneficiarios de AUH para reducir la infantilización de la pobreza, que afecta en mayor medida a los más pequeños. Otras cuestiones que se deben corregir son las heterogeneidades en los criterios para determinar la elegibilidad para recibir prestaciones (por ejemplo, el menor tope de ingreso para percibir la AUH), la edad de cobertura (mayor para quienes deducen Ganancias), o las corresponsabilidades exigidas (mayores en la AUH y 20% del cobro está condicionado a su cumplimiento).

Por otro lado, hay inequidad porque no todas las familias con hijos menores están cubiertas: 25,5% de los niños y adolescentes no cuenta con apoyo monetario (cifras a 2011). Todavía hay exclusiones por normativa injustas, como los hijos de autónomos, para quienes se deberían equiparar los beneficios con quienes deducen Ganancias. También sigue habiendo muchos chicos no alcanzados por las intervenciones a pesar de cumplir los requisitos normativos, y preocupa que este porcentaje sea mayor en el 20% más pobre de la población y menor en el 20% más rico (19,1% contra 0,3% en 2011 y 15,7% contra 5,9% en 2015). Resulta fundamental que se continúe la búsqueda activa por parte del Estado de quienes deberían recibir la AUH y no lo hacen.

Además de corregir estos aspectos del esquema de transferencias a las familias con niños, para revertir la infantilización de la pobreza se debería avanzar en una modificación del régimen de licencias por maternidad y paternidad (ampliando mucho más esta segunda), y crear una licencia familiar que pueda ser usada por cualquiera de los dos padres. Además de contribuir al desarrollo infantil, una medida así en términos de licencias, sumada a la concreción del plan gubernamental de extender el acceso a ofertas de cuidado y/o educación de calidad para los niños hasta 4 años, serían un gran aporte para reducir la pobreza por ingresos de los hogares con niños. Esto se debe a que estas políticas contribuyen a colectivizar los costos de la crianza y a que, al ser políticas conciliadoras de las responsabilidades laborales y familiares, ayuda a una mayor y mejor inserción laboral de las mujeres, históricamente encargadas del cuidado, lo cual repercute en los ingresos y el bienestar de las familias.

Con respecto a otras medidas prioritarias para paliar la pobreza infantil en distintas dimensiones, es fundamental fortalecer la estrategia de salud sexual y reproductiva para que la tenencia de un hijo sea realmente una elección y logremos reducir los embarazos no intencionales.

El nuevo dato de pobreza nos presenta un escenario oscuro, pero nos lo presenta con mayor claridad. En este sentido, es necesario celebrar el enorme avance que significa contar con datos oficiales confiables luego de años sin información o desinformación. Esto permitirá dejar de centrar tanto la discusión en la magnitud del fenómeno y, en vez de eso, discutir sobre cómo resolverlo. Además, la mayor disponibilidad de datos deberá aprovecharse para incrementar e incorporar de forma más sistemática el monitoreo y la evaluación de las políticas públicas. Esto permitirá aumentar las políticas basadas en evidencia y así mejorar la calidad y la efectividad de las mismas.

Garantizar los derechos de los niños e igualar las oportunidades desde el inicio de la vida requiere que dejemos de concentrar la pobreza en la infancia. Alcanzarlo es un arduo y complejo desafío, pero no por eso menos urgente. Revertir esta situación debe ser la más alta prioridad de nuestras políticas públicas.

– Urgente 24

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