Hacía rato que no escuchaba una interpretación como la que hizo el director. Alonso Crespo reapareció con una conducción más reflexiva sin descuidar el detalle. Una noche significativa.
Salta, viernes 23 de setiembre de 2011.Teatro Provincial. Orquesta Sinfónica de Salta. Director Invitado Mº Eduardo Alonso Crespo. R. Wagner (1813-1883) Preludio y Muerte de Amor de “Tristán e Isolda”. Piotr Illych Tchaikovsky (1840-1893) Suite de “El Lago de los Cisnes”. Eduardo Alonso Crespo (1956) Sinfonía nº 2 op. 23. Aforo 50%.
En rigor de verdad la noche comenzó con la Sinfonía del director que brindó acertadas explicaciones sobre el programa que por otra parte ya contaba con excelentes notas de Claudio Aprile de la Universidad Nacional de Tucumán. Por razones periodísticas, este comentario no seguirá ese orden.
Probablemente no exista en la historia de la música occidental una descripción sonora más sublime del amor como el Tristán de Wagner. Es un elevadísimo punto del romanticismo del siglo XIX y de los relatos sobre amores desdichados que el autor hace inmortal. Se trata de un drama lírico perfecto del que usualmente se escuchan su inicio y su final. Entre ambos hay música, canto y teatro durante cuatro horas pero curiosamente ambos pasajes pueden entrelazarse magníficamente. Son el Preludio y el llamado “Liebestod”, cuando Isolda ignora la realidad y cree que Tristán aún está vivo y entonces canta hasta morir cayendo sobre el cuerpo inanimado de su amado Tristán. Hacía rato que no escuchaba una interpretación como la que hizo Alonso Crespo, cargada de emotividad sonora, casi hasta humedecer los ojos, con ataques justos, afinados y una cuerda imbatible.
Luego vinieron diez números del primer ballet del ruso Tchaikovsky en una arbitraria suite de la que usualmente solo se tocan siete. De todas maneras no está mal sino que brinda mayor información al oyente que echa a volar su imaginación pensando en danzas diseñadas sobre maravillosas pasajes que el autor no conoció como exitosos ya que su presentación inicial fue un fracaso y el éxito llegó luego de muerto el compositor. La historia es algo insulsa pero realista (amor, traición, desengaños), carácter que sirvió sin duda para que un genio de la melodía como fue Tchaikovsky ingresara en el mundo del ballet, que tuvo en Rusia el centro vital de este género, luego extendido a gran parte de la Europa romántica.
Deliberadamente dejé para el final la Sinfonía nº 2 del director Alonso Crespo. Para mí fue una novedad ya que por estar fuera de Salta no pude escucharla cuando se estrenó en el año 2006. Como bien dice el programa de mano, se trata de una “reflexión sinfónica sobre la danza” pensada no solo como expresión artística abstracta, desde que es música pura, sino como un aporte al movimiento como uno de los aspectos importantes del ser humano. Está inspirada en los significados doctrinarios del hinduismo en tanto Shiva adquiere la dimensión de un dios bailarín. Aquí agrego un detalle curioso. Shiva es la deidad más importante de la friolera de 4.760 religiones que tienen los 1.100 millones de habitantes de la India y aparece la impresión que el compositor tuvo en cuenta el detalle en cuanto a la exacerbación rítmica de la obra, plagada además de un colorido especial. Me queda la sensación de que de los trabajos sinfónicos de Alonso Crespo, pecando aún de subjetivo, éste aparece como el más atractivo en sus cuatro partes, dos de las cuales están unidas en una sola. También es interesante observar que su comienzo tiene reminiscencias de Stravinsky aun cuando sus bloques constructivos sean más localistas.
Alonso Crespo reapareció con una conducción más reflexiva sin descuidar el detalle. Su gestualidad no fue tan complicada como la sentía antes sino que dejó respirar a la orquesta y ésta le respondió con musicalidad, profesionalismo y encomiable concentración. De allí el título de la nota. Sin duda, una noche que a pesar de contar cuantitativamente con menos público, no por ello dejó de ser significativa.
