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viernes, mayo 10, 2024

Facundo Arana y Soledad Silveyra nos trajeron sus “Cartas de amor”, teatro de fronteras genéricas

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Largas filas en el Teatro del Huerto la noche del 29 de marzo para ver a dos actores exitosos: la rubia del taxista más famoso de todos los tiempos en nuestro país y el icónico actor de televisión desde “Chiquititas” hasta una notable participación en “Quiero vivir a tu lado”, con una escena en el Aconcagua, imagen de la ficción que se relaciona con su vida por su afición a la montaña. Su rostro es parte de campañas para donar sangre, y no escatima riesgos para dar ese mensaje, aunque deba subir al Everest.

La pieza teatral escrita por A R Gurney en versión de Federico González Del Pino y Fernando Masllorens, y dirigida por Selva Alemán, se desarrolla en los Estados Unidos de América en la primera mitad del siglo XX.

Estructurada en forma de sucesivas cartas entre Melissa Gardner y Andrew Makepeace Ladd, Soledad Silveyra y Facundo Arana, respectivamente; puede ser pensada como un drama absurdista, en el que la existencia se vuelve casi un despropósito, cargada de repeticiones inútiles, vacías y carentes de sentido. El amor es parte de este escéptico cuadro, signado tal vez por el contexto de post guerra y el desarrollo de la educación progresista: “La familia fue una práctica administrativa que trajo amor y simpatía al mundo industrial. La imagen de la familia fue el más temprano y el lugar más inmediato para el paradigma de la autoadaptación de la cultura y el vínculo de la individualidad a la pertenencia colectiva y al ‘hogar’. El currículum escolar narraba imágenes de la familia, aunque tuvo que ceder a las normas y a los valores culturales de la última para poder formar al ciudadano cuyas acciones futuras garantizaran el futuro de la república.” (Thomas S. Popkewitz, en “Curriculum History: Early 20th Century American Schooling As Cultural Theses About Who the Child is and Should Be”.)

En las cartas tiene un valor preponderante la educación de los amantes. En los textos puede “leerse” la situación de cada uno, diferenciada además, por la posición económica de los personajes: ella rica y él, de hogar sencillo y austero.

Melissa representa la rebeldía, el amor y el libre pensamiento mientras que “Andee”, como ella lo llama en todas sus cartas, es lo opuesto: conservador, moralista, estructurado, obsesivo y amante de lo familiar.

Fuera del absurdo, no podría entenderse el romance entre ambos, sobrellevado de manera escrita a lo largo de más de 50 años. Melissa y Andee son los primeros destinatarios de esas correspondencias y el público, es el co-destinatario de estas cartas ya que a través de ellas vivimos e imaginamos la historia.

Resulta al menos llamativo y no menos subrayable, cómo dos actores en escena, sentados durante una hora y media, logran casi a modo de un radioteatro, hacer jugar con la imaginación a los espectadores quienes deberán ver sobre el escenario, los sucesivos pasajes de este singular historia, enmarcada en lo tragicómico. La palabra es acción en esta obra, y al mismo tiempo, interpretación.

El peso dramático de la obra está puesto en Melissa, por ello creo firmemente que se destaca de manera superlativa el trabajo de Soledad Silveyra, quien crea el clima necesario para entender su dolor, su infelicidad, su angustia, su pobreza espiritual y su desazón. Pone matices emotivos y trabaja con el gesto, con la voz y con el cuerpo en pequeños movimientos sobre sí.

Facundo Arana, que por cierto escribe sus cartas con la mano izquierda, aborda su personaje haciendo foco en el escribir y en el cambio de voz. El hombre tiene menos compromiso dramático que la mujer en esta historia, pero es en la escena final, cuando el carnaval de lágrimas de su compañera termina, cuando se cae la máscara. El acento de su personaje, está puesto en la representación del senador. No es sino en la vida de político que un hombre se vuelve frío, oscuro y distante.

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La pieza teatral, nos permite reflexionar sobre cómo se va la vida en un abrir y cerrar los ojos, cómo la existencia pareciese pasar por otro lugar diferente al que vivimos; ese espacio entre lo real y lo ficcional, es ese leve instante donde ocurre el amor verdadero. Pienso en la dualidad del ser: que ama a sus hijos y a su mujer, que no abandonaría esa situación por nada; y sin embargo, no puede vivir sin ella. Ya lo decía Sor Juana Inés de la Cruz entre sus versos dedicados a los “hombres necios”: “Queréis con presunción necia, hallar a la que buscáis, para pretendida, Thais, y en la posesión, Lucrecia.”

“Diablo, carne y mundo”, tomando los versos de Sor Juana, es lo que puede verse en Melissa, el arquetipo de la mujer sensual y desvergonzada, inaceptable para una época; en tanto la esposa de Andee representa a la mujer honesta, el paradigma de honradez, la virtuosa esposa del senador, madre de sus hijos. Ambas mujeres representan una antítesis en la obra, y en la vida de Andee, una contradicción puesto que él se apasiona con una mujer como Melissa, pero no se juega por ella.

Para los amantes del buen teatro, del humor fino, del romance y de lo diferente en tanto puesta escénica, esta es la obra que no deben perderse. Además de una buena dramaturgia, una acertada dirección actoral, un diálogo fluido y con matices, los actores tienen ese sex appeal necesario para cautivar al público con sus encantos.

Arana y la ELA

Asediado por las mujeres, el actor salía del teatro y avanzaba entre la multitud repartiendo abrazos y besos mientras alguna osada le gritaba “mi amor”.

Conmovido, Facundo Arana saludó a un grupo de mujeres que luchan por una cura para el ELA y posó en varios tramos con ellas. Les habló y les dedicó largos minutos. Logró que algunas personas se comprometieran a ayudarlas. Conversó con familiares de estas personas y pidió que las cámaras no registraran esa comunicación. Y así fue.

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Al término, se quedó un tiempo más con las seguidoras y se tomó fotografías con cuantas personas se lo pidieron.

“La esclerosis lateral amiotrófica (ELA, enfermedad de Lou Gehrig o de Stephen Hawking) es una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las neuronas del cerebro y la médula espinal, que dejan de funcionar y, por lo tanto, de enviar mensajes a los músculos, ocasionando debilitamiento muscular e incapacidad de movimiento en varias articulaciones. Sus causas son desconocidas.

Debido a su baja prevalencia, la ELA se considera como una enfermedad rara, a pesar de que se trata de la tercera enfermedad neurodegenerativa en incidencia, tras el Alzheimer y otras demencias y la enfermedad de Parkinson. En España hay registrados más de 3.000 pacientes y, según las estimaciones de la Sociedad Española de Neurología (SEN), cada día se diagnostican tres nuevos casos, más de 900 al año.

La ELA se presenta generalmente en personas mayores de 50 años, aunque en casos minoritarios aparece antes de esta edad, y es más frecuente en los hombres que en las mujeres.” (Fuente: Cuidate plus)

– Fotos tomadas por Salta 21

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