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miércoles, mayo 15, 2024

Jorge Renoldi: “Todo se fusiona para ser lo que soy”

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Este año se llevó lo premios Latea en todas sus producciones, ganó la Fiesta Provincial, anduvo por Chile, acaba de regresar de Jujuy con “Un día en la vida de los únicos habitantes del universo”. Pero su historia tiene un comienzo, un desarrollo y una continuidad.

“¿Dónde se divide el artista y dónde se divide el hombre?”- dice Renoldi. La entrevista al Director del GIT (Grupo de Investigación Teatral) quien este año participó como director invitado de otros elencos, se editará en nuestro medio en dos partes. Todo comenzó un medio día…

Con un borrador del tiempo

Jorge, tengo una inquietud acerca de algo que me comentaste alguna vez , que es sobre tu biblioteca, y quisiera que les contés a los lectores qué hay ahí, qué se puede encontrar, cómo la formaste…

– A través del tiempo, todo investigador o estudioso del arte escénico va buscando textos, obras y teorías, entonces tengo aproximadamente unas mil y pico de obras de teatro, por ahí un poco más. La biblioteca abarca toda una habitación y hay obras de teatro, textos de psicología, de semiótica, de hermenéutica, tengo videos. Algunos ya saben que yo estudié Filosofía así que tengo también toda una línea de Filosofía, de Historia del arte, Estética… Digamos que es toda la información que me pueda servir. Es bastante grande, para ilustrarte más o menos es una habitación que es mi dormitorio entonces todas las paredes están cubiertas de libros desde el piso hasta el techo y mi cama está al medio. Y tengo más libros en otras dos bibliotecas que fui armando, con teóricos como Valenzuela, Stanislavski o Yoshi Oida. Me gustaría mucho ponerme a enumerar todo ese tipo de cosas…

¿Y tus alumnos pueden consutar? O es solamente de uso personal

– Por ahora es de uso personal, ya me pasó de prestar libros y que no vuelvan.
Entonces cuando alguien sabe que yo tengo algo y me lo pide, le hago una fotocopia porque hay textos que no se los vuelve a conseguir nunca más. Suponéte: El tratado de Pintura de Leonardo en Latín que lo conseguí en Buenos Aires probablemente, si querés ver el texto y los dibujos te saco fotocopias, te lo armo y te lo voy pasando. Me ha pasado el hecho de perder varios y diversos libros que hasta el día de hoy los lamento.

¿Terminaste tu carrera de Filosofía?

– Me faltó resolver mi tesis, está hecha toda la carrera, todo listo, todo aprobado. Cuando presenté la tesis tuve un pequeño “impas”, toqué un tema que me fascinaba, mi tesis tenía más de 700 páginas entonces me dijeron “esto no es una tesis, es un tratado…” y si podía achicarla a los sumo a 300 páginas. Y ahí empecé a patinar… a patinar y después la dejé y me metí mucho más de lleno en el teatro, así que ahí está colgada la tesis, cosa que me están recriminando hoy en día algunos docentes de los cuales yo era auxiliar de cátedra. Era auxiliar en siete cátedras tanto en la Facultad como en la Escuela de Bellas Artes, entonces me reclaman que cierre esa historia. No sé si tiene sentido. Yo fui a la Universidad a aprender y ahí está, lo que fui a buscar lo tengo. El título de la Licenciatura no me hace nada, digamos. Lo mismo me pasó cuando estudié Ingeniería, ahí quedó colgado todo. Lo que me interesaba ya lo tengo.

Y esos conocimientos que adquiriste, conceptos, nociones, visiones… las aplicás seguramente o de última tienen que ver en lo que hacés, que es el teatro…

– Empecé a estudiar Filosofía justamente para enriquecer la parte teatral. Después hay una fascinación, una seducción por parte de la Filosofía en lo que empecé a estudiarla, de ahí se abrió como una rama más y sigue enriqueciendo la parte teatral. Hasta en los talleres muchas veces aplico la Historia del Pensamiento, les voy tirando autores, la idea de la búsqueda, qué libros tratar, qué corrientes, por dónde ir… Eso me sirve de apoyo, todo sirve, digamos; y es muy difícil desvincular una cosa de la otra.

Hace un par de días estuve hablando con el Chacho Echenique, con el cual somos muy amigos. Y de pronto hablábamos eso: dónde se divide el artista y dónde se divide el hombre. Llega un momento en el que todo se entremezcla y forman este ser que somos ahora. Y nuestro conocimiento se forma igual: él desde la Música, yo con la formación que tengo también desde la Música, desde la Filosofía, la Ingeniería, el Magisterio que también estudié, el Teatro… todo se fusiona para ser lo que hoy soy. No puedo dividir para enseñar la Filosofía por un lado y el Teatro por otro. Todos los conocimientos se van mezclando y van formando un todo. Muchas veces cuando hago planteos en el escenario, cuando hago planteos en los talleres, se entremezclan los discursos. Para quien está en mis clases y para quienes están trabajando en esto les puede resultar muy enriquecedor. Creo que de alguna manera, eso puede ser un interesante aporte para ellos.

Jorge, retrocedamos en el tiempo para hablar un poco de tu infancia que es un tema que desconozco y muchos quizás también. ¿Cómo fue tu infancia, dónde la pasaste, cómo fue que llegaste a la Capital de Salta?

– Nací en Cachi. Era, en mi infancia, como un pueblo perdido, un pueblo de casas blancas, de acequias al lado de las veredas, todo muy silencioso, detenido en el tiempo, con unas alamedas altísimas que parecían que oteaban el horizonte… Por un lado, para la gente que va a conocer le parece bello, pero para el que nació y vive ahí es como que pareciera que de pronto el tiempo no transcurre, que no pasa nada. Mi padre al haber sido gendarme pasó un tiempo ahí desde que yo nací y después estuvo en San Antonio de los Cobres. Volví a Chachi, volví a Orán, de nuevo a Cachi, después me mandaron interno acá a los Curas Azules. Hasta que a los 7 años muere mi padre, pasan dos años, y de allí nos venimos a vivir acá. Mi padre muere en servicio entonces ese dinero nos sirvió para dar el salto a la ciudad, para poder estudiar acá. En Cachi en ese entonces ibas a terminar siendo un peón de alguna finca o dado vueltas por el alcohol, o un empleado de alguna cosa y nada más. Cachi no ofrece otro tipo de perspectivas que hacen al crecimiento de cada persona. Y me sirvió el hecho de poder venirme acá. La tengo siempre, la llevo conmigo pero fue como muy duro, no me gustó mucho, yo creo que necesitaba otro tipo de cosas. Yo era como muy inquieto, me aburría demasiado, los juegos eran siempre pocos, armaba cosas pero no me entendía mucho con la gente de ahí.

En Cachi nunca pude- y te digo esta pavada pero por eso no me gusta el fútbol hoy- nunca pude patear una pelota de fútbol. Si llegábamos a jugar a la pelota lo hacíamos con unas vejigas de toro que las pedíamos en el matadero, las lavábamos, las inflábamos y con eso jugábamos. No era muy deportivo, era una cosa más bien inventada.

También fui monaguillo (risas)… que muchas veces se dormía en medio de la misa, esas misas de gallo larguísimas… Lo fuerte que tengo de ahí es mi abuela. No es la madre biológica de mi madre sino la que la crió. Mi madre fue criada, ella era la portera de la escuela de Cachi. La imagen que tengo de ella es muy fuerte: una mujer flaca, bajita, huesuda, con un pelo negro retinto y largo hasta más abajo de la cintura; se hacía una trenza en la cabeza y se la ataba, andaba toda de negro. Yo la acompañaba cuando iba a rezar rosarios a las casas, en ese momento las luces se cortaban a las 10 de la noche, entrábamos a esas casas que nunca se cerraban con candados ni llaves, las puertas siempre estaban abiertas en ese entonces en Cachi. Imagináte vos, ver 10 y media u once de la noche a diez, quince, veinte mujeres todas vestidas de negro, muy huesudas… rezando el rosario, la letanía… la luz de las velas, es una imagen muy muy fuerte que tengo de ahí. Yo la acompañaba a misa que era como el acontecimiento del momento, no había más nada que hacer. La misa del domingo era el gran acontecimiento.

Ahí fue cuando por primera vez también descubrí el cine con Ángel Longarte que se apareció una vuelta por Cachi con su renoleta. En un lateral de la iglesia proyectó películas. Se decía que al costado de la iglesia había un cementerio, y uno siempre quería saber qué había en ese cementerio. Decían que habían enterrado a los curas más ricos con todas las cosas, entonces uno se imaginaba un tesoro, toda una cosa extraña por detrás de todo eso.

Cuando Ángel Longarte proyectó la película en la iglesia, yo tenía 5 o 6 años, me levanto y creía que por obra de la magia podía ver el mundo que había detrás de ese paredón. Me levanto y voy caminando para tratar de entrar ahí, entonces quedó la anécdota entre los otros que se rieron… Ellos tenían un conocimiento del cine, yo no, era la primera vez que veía. Y ese es el caballo blanco que creo que hoy en día sigo buscando, eso mágico que pasa del otro lado. Eso fue lo mágico, lo fantástico que me pasó para poder hoy en día seguir buscando detrás de esa cuarta pared que hablan en teatro, lo que hay del otro lado, ese fue el punto.

Después el resto de mi infancia fue en Salta, trabajando para poder mantenerme y poder ayudar a mi familia. Éramos tres hermanos, mi madre y nada más. Vivíamos en una casa muy chiquita, la idea era poder salir a la calle a trabajar para poder estudiar. No tengo recuerdos muy felices de mi infancia. Incluso al estar interno en los Curas Azules aquí en Vaqueros, tampoco fue muy agradable, digamos. Los fines de semana, los sábados a las mañana temprano, sacaban a todo el colegio afuera para que vengan los padres a buscarlos para que vuelvan el domingo a la noche. Y mi madre en Cachi, mi padre estaba en Orán. Fue justamente el año que murió mi padre, imagináte, los sacaban a todos no sé para qué… y venían los padres y se los iban llevando uno por uno y yo me iba quedando.solo, solo, y eso era… terrible.

Inclusive como en Cachi no éramos gente de plata o de un estar económico mediano, siempre para los reyes ponía los zapatitos – todas esas pavadas- y siempre los reyes no habían podido cruzar la Cuesta del Obispo porque llovía… entonces la ligaba después. Había un centro que se llamaba algo así como Las hijas de María, ahí mandaban esos juguetes que juntan en las ciudades y a los que les falta la rueda al autito, juguetes usados… ahí ligaba una que otra cosa. Pero no era el hecho de decir “¡ah vinieron los reyes o papá Noel…!” Por eso creo que tampoco me gustan mucho las fiestas, creo que de ahí la vengo arrastrando, más bien me deprimen. Hoy en día cambió la situación, vivo acá, tengo trabajo, pero me quedó creo esa cosa de estar ahí en un recoveco del interior. Por eso la infancia mía no es grata, sí me quedó el hecho de deambular por ese pueblo, siempre encontrándole secretos o haciendo pavadas o fumando un cigarrillo cuando era chico ahí al lado del río, quedándome verde de tanto toser, ahogado, medio mareado o yendo con el pibe Díaz a buscar ollas a los pueblos, cosas así. No había mucho juego, casi siempre era trabajo, el trabajo-juego, digamos.

Jorge contáme, ¿tu apellido es italiano?, ¿tenés parentela descendiente de etnias?

– Mi padre viene de una descendencia del norte de Venecia, por eso es Renoldi, suena como muy afrancesado. Nunca tuve mucho conocimiento sobre el resto de mi familia porque mi padre era como “un” oveja negra también y además no lo conocí mucho. Muere cuando yo tenía 7 años, después fueron apareciendo algunos tíos y me vengo a enterar que eran 9 hermanos, que mi padre era el más chico, empezaron a morir desde el más chico hasta el más grande. Hoy en día la única que queda es la mayor, es como muy raro porque fueron muriendo como en retroproceso. Y me encontré con algunos que otros parientes, me encontré con un primo que se llamaba Carlos al que le gustaba esta historia de la familia, del árbol genealógico… Y a través de él que me mandó unos papeles y todo eso, me vengo a enterar que la rama de Los Renoldi viene de una familia de nobles.

¿Tenés sangre azul?

(risas)

– Eso lo creés vos… (risas) Entonces me trajo como unas copias del escudo de la familia, la historia de cómo llegó Don Pedro, Don Pietro, a Argentina, dónde se instala, en Entre Ríos, en Gualeguay; me cuenta sobre un juicio político… pero no sé mucho. Eso fue muy gracioso, yo no le di mucha importancia, me parecía como anecdótico el hecho de decir “vos venís de una familia de nobles”. Pero no sé muy bien qué hicieron. Soy como un paria.

En libro que hice me decían que ponga una breve reseña biográfica y puse “nació en Cachi”. Siempre fue como que me desvinculé un poco de esto y soy más bien habitante de la ciudad. Siempre creí que mi familia era la gente de teatro. Ahora acabo de volver de Jujuy y me encuentro con el Chuña Iriarte que es teatrero, me encuentro con el Satu, Saturnino, que es el encargado del teatro. Y vamos a tomar un café, a comer juntos… Me voy a Tucumán y me encuentro con Tríbulo, con el Oli Alonso; me voy a Chile y me encuentro con el Ángel Latus, o a Uruguay y así… Esa es mi familia. Los actores inclusive me dicen “che, despidamos el año”. Son todos teatreros. Como estoy vinculado a la Casa de la Cultura, a la Escuela de Bellas Artes, escribía algunas cosas en la época de El Tendedero, anteriormente también hice algunos ensayos que publiqué en El Tribuno cuando en una época salía una página cultural y yo escribía sobre teatro. Entonces ese vínculo armado con la gente del arte, pintores, músicos, con el Dino Saluzzi, gente con la que he trabajado, esa es la gente que me rodea, son la gente que está y encuentro y charlo. Ahora me sacás de esa gente del escenario y estoy perdido totalmente, soy una especie de zombi que anda de aquí para allá, no sé de qué hablar. Es muy gracioso. Por ahí voy a las confiterías, ponéle a La Balcarce, si yo no encuentro gente del palo o los chicos que tocan en la banda, no sé de qué hablar. Si no hablamos de Filosofía, de Borges, de Teatro, de Arte, estoy perdido (risas). Soy una especie de hongo. Terrible.

¿Dónde estudiaste en la primaria, en la secundaria? ¿Cómo eras como alumno?

– En la primaria mucho tiempo en Cachi, fui muy indisciplinado… A nosotros nos daban un libro los primeros días y a mí me duraba una semana y se me acababa la lectura, me lo leía un par de veces y ya me lo sabía de memoria. Leía historietas, era muy distraído, llegaba un momento que me aburría terriblemente con eso entonces era muy indisciplinado. Por eso debe ser que me internaron en los Curas Azules. Era como que tenía que estar inventando o escribiendo o dibujando, dibujaba mucho, tenía buena mano para el dibujo. Igual en el colegio secundario me pasaba que en el primer cuatrimestre aprobaba todas las materias y en el segundo, me aburría. Inclusive era como que me dejaba. En primer año creo que me llevé las 14 materias, yo estudiaba en el Estrada, teníamos en realidad 16 materias y no me llevé Dactilografía y Educación Física, el resto me las llevé pero las aprobaba a todas. Es que no sabía qué hacer en las vacaciones… Después las aprobaba y pasaba al otro curso. Y era muy indisciplinado, además siempre andaba buscándole la vuelta a la historia. Una vez me hicieron pasar a izar la bandera y siempre ponían el Aurora. Yo nunca sabía cuál era la relación de la bandera con el Aurora, entonces cuando me hacen pasar la subo al ritmo del Aurora porque creía que eso era la fusión de ambas cosas, creía que no era el fono musical y nada más. No termino de subir la bandera, y me llama el rector. Me puso a barrer todo el patio. Parece que había errado el hecho de subir al ritmo de la Aurora la bandera. Le buscaba la vuelta a todo. El secundario fue en el Estrada, donde también me aburrí como un hongo. No me sentía en el lugar, me paraba cerca de un pilar, observaba y siempre era como que el mundo estaba allá y no podía encajar en eso. Tuve muchos miedos en esa época, no tenía modelos, como no tenía un padre me parecía que no tenía modelos.

– Un día muy fuerte que tuve en esos momentos, me parecía que yo no era normal, que mi cabeza no era normal mentalmente porque no me podía adaptar. No me podía adaptar a mis compañeros, tenía uno solo que muy de vez en cuando nos juntábamos, y fue terrible. Terminó, fue a estudiar Medicina a Córdoba y el día que se recibió él, fue en su motito a avisarle a su madre que se recibió, le pasó un colectivo por encima. Mis amistades eran como extrañas, no tenía vínculos fuertes en relación de amistad con otros. Jamás fui a una cena de los egresados, era como que no me sentía parte de ellos. Iba al cine, veía mucho cine pero no podía encajar. Pensaba que a lo mejor tenía que haber ido a otro colegio.

¿No pensaste ir a un colegio con orientación artística?

– No pasaba por ahí, teníamos otras preocupaciones. Mi madre tenía que criarnos, era empleada, trabajaba en el Registro Civil, tenía que criar a mis dos hermanas que son más chicas y a mí. Mis preocupaciones eran aprobar materias, no causarles preocupaciones… Yo hacía algunos dibujos, ayudaba a otros y con eso sacaba plata para comprarme algunas cositas. Usaba lo que yo sabía para sacar algunos pesos. Por ahí escribía algunas cositas media romanticonas, le escribía cartas de amor para los otros, ellos las firmaban y yo con eso les sacaba, en esa época, para un paquete de cigarrillos o plata para el colectivo, cosas así…

Eras todo un Cyrano…

– Sí, asquerosamente. Más que un Cyrano era un mercenario (risas). A todo lo que le podía encontrar la vuelta lo hacía, a algunos les gustaban los dibujos, yo los hacía y los vendía, con eso me compraba el sanguche en el recreo. No era el típico estudiante al que le daban la plata en la mano, yo me las rebuscaba como sea. Tenía una bicicleta y tenía que comprarle repuestos para ir al colegio. El secundario tampoco fue muy agradable. Con un par de chicos en el último tiempo, que eran los hermanos Romero, uno era mi compañero, me entendía bastante porque había una competencia en lo que hacía al estudio matemático y eso era lo único que de alguna manera me sacaba de esta cosa aburrida.

¿Algo que ver con el ex gobernador?

– No, nada que ver. Vivían a la vuelta del colegio. Íbamos a su casa y nos poníamos a estudiar. Y por esa relación, empecé a estudiar Ingeniería. Ellos empezaron a estudiar Ingeniería entonces yo también me puse a estudiar eso. No era por una vocación. Es más, había un chico que me dijo “che, vamos a la Policía Federal a rendir”. Era para ser agente secreto, una cosa así, para ser agente encubierto. Fui de culillo, leía sobre detectives y toda la pavada esa. Fui a rendir. Esto se hacía en todo el país y quedarían 20 que iban a ser becados para estudiar. Me acuerdo que era una bocha de gente, era un grupo muy grande de chicos que terminaban el secundario. Yo no podía ingresar a la Universidad porque no tenía los 18 todavía cumplidos. Iba adelantado un año siempre no por bueno sino porque en realidad me agarré a las trompadas en Jardín de infantes y me pasaron a primer grado. Siempre iba adelantado un año pero por camorrero, no por otra cosa (risas). No por brillante. Entonces cumplía los 17 y tenía que esperar un año más para ingresar en la Universidad, y como quien culilla un poco me voy a rendir eso. Fue muy gracioso porque de Salta fui el único que aprobó con un puntaje altísimo y tenía que hablar con mi madre porque era menor todavía. En el hecho que iba pensando cómo decirle a ella que tenía que viajar a Buenos Aires empecé a imaginar la historia y al final rechacé. Mirá si hubiese sido policía federal… ¡qué espanto! No, no, no. Hubiese sido terrible. Además con todo lo que pasó en Argentina, creo que en ese momento algo me dijo que me saliera. No quiero ni pensar qué hubiera pasado. Creo que fue muy importante caminar desde la policía hasta mi casa. El tiempo ese me hizo decir que no. Cuando llegué a mi casa, le conté el hecho a mi vieja y le dije que no iba a ir.

Imagináte si tenías que usar pelo corto…

(risas)

– Claro… Yo ya desde el secundario usaba el pelo largo.

¿Nunca te lo cortaste?

– Si. Me lo corté una vuelta súper súper corto, usaba barba muy larga, me corté y me dejé los bigotes largos tipo manubrio porque estaba estudiando teatro con José Luis Valenzuela, hicimos “Tentativas sobre la boda” de Bertolt Brecht, entonces no caía bien que uno medio hipón digamos, haga el personaje. Tenía el pelo hasta la cintura para que te des una idea de las mechas que tenía y una porra enorme, era una cosa espantosa, especie de afro…no sé…, como era flaco era una especie de palo con un plumero arriba.

(risas)

Me corté el pelo muy corto por la obra de teatro y después nunca más. Después los cortes que me hacía eran para que no quede tan largo. Y me lo cortaba yo, no tenía problemas. Un par de veces me hablaron para hacer de Cristo, así que hice de Cristo con Chacho Siuffi. Me comparaban mucho con Cristo y me decían “che, sos parecido”.

A Robert Powell…

– Sí, un poco, me decían eso por ahí. Una vuelta me afeité para decir ya basta de esa comparación. Y me decían “te parecés a Cristo pero con bigotes”. Después dije ya está…

¿Tus comienzos en el teatro son como iluminador o actor?

– Lo que sí, he estudiado teatro. Con el Bocha Ferreira, un chico que estaba más adelantado que nosotros en Ingeniería química, hicimos algunos pequeños esquetch para el Día del estudiante. Venía bien con los prácticos, me sobraba tiempo, yo ya vivía solo sobre la Zuviría. Armé algunos esquetch, yo ya desde la escuela quería participar, ¿viste que se baila El Pericón?, y casi siempre me raliaban un poco porque no tenía plata para comprarme las bombachas y el trajecito para la fiesta. Lo único que me dejaron bailar fue el Pala pala que era con un pantalón hecho pelotas con un ponchito cruzado pero en los otros bailes no me dejaban participar… Esta vuelta me quería dar el gusto de hacer eso como estudiante. Lo armé y participó Sergio Zambrano que había estudiado contabilidad, era contador. Presentamos un par de esquetch, había baile y todo, era en la Sociedad Española.

¿Qué edad tenías vos?

– Calculo que 20. Como siempre tengo un borrador detrás de mí no me acuerdo bien cuáles son los tiempos. Cuando termino eso se me acerca Rodolfo Cejas, yo no lo conocía, y me dice que alguien quería hablar conmigo. Cuando me dice eso yo creía que era un grupo de chicas así que le digo “si, voy”. Cuando voy estaba sentado en la mesa Claudio García Bes y otros que no me acuerdo. Y Claudio me dice si me interesaba hacer teatro. Para mí el teatro no existía, existía el cine. Le dije sí. “Las clases las hacemos acá y acá, sobre Alvarado”– me dice, que era en el Centro Polivalente de Arte. “Vamos a comenzar las clases tal día, lleváte ropa de fajina…” Y pasó el tiempo y el día que teníamos que ir, Sergio me hace acordar. Y me mandé. Y me gustó. De a poco me gustó y me fui empezando a meter, a meter… Era el típico alumno insoportable, todo quería saber, de dónde podía estudiar, cómo hacer. Creo que lo debo haber vuelto loco a Claudio. Esa fue una época interesante. Y Claudio en un momento me dijo que toda persona que estudia teatro debe saber desde cómo poner un clavo en el escenario hasta cómo se arma un afiche. “Ahá”, dije yo. Incluso Claudio me decía “yo no sé si servís para el teatro”, bueno esas cosas que tiene Claudio… Yo seguía insistiendo. Estudié con él 3 años y medio, casi 4. Cuando me dijo eso de saber poner un clavo, me vine a la Casa de la Cultura, me vine así, ¿viste esas cosas que no sabés dónde entras? Lo conozco a Carabajal, en ese momento estaba Bonzuk de iluminador y le dije si podía ayudarlos. Y era “pasáme los clavos de pulgada o pulgada y media”, y no entendía… pero así ellos me fueron enseñando cómo se arma un bastidor, una línea… cosa que en un año podía armar y desarmar un escenario ya.

Y así trabajé durante 3 años, casi 4 años, gratis. Trabajaba y cubría espectáculos, trabajaba en recitales…

¿Para aprender?

– Por un lado era para aprender pero ya figuraba en programas, ya manejaba todo. Carabajal me tiraba unos mangos, como tipo la changada, ¿no? Pero yo ya trabajaba, incluso ellos trabajaban en otra cosa y yo me quedaba atendiendo la Casa de la Cultura. Llegó un momento que dije bueno, ya está. Le pedí a Ramiro Peñalva, Director de Cultura, que por favor, si me podía hacer entrar a trabajar ahí. No pasó nada, estaba el proceso. Termina el proceso, hay elecciones y entra en Salta Roberto Romero. En ese momento lo nombran a Subirana Ferrer, entonces le pido a Subirana si me puede nombrar en la Casa de la Cultura, además José Bonzuk renunciaba y se iba a Buenos Aires. Me dijo que iba a hacer todos los papeles, pasa un año y nada. Me fui acá, a la Casa de Gobierno que era en Mitre 23, para hablar con Roberto Romero. Me tuvieron desde las 9 de la mañana hasta las 12 sentadito ahí, no me daban ni bolilla, además usaba el pelo largo y la barba, imagináte, ¡menos! En un momento sale Roberto Romero de una oficina y me dice “¿buscabas algo?”. “Sí, a usted”– le digo. Le explico mi situación, le muestro algunos programas donde yo ya figuraba pero que no había cobrado un peso y que estaba haciendo un trabajo gratis. Entonces me dice: “¿vos sos afiliado al partido?”. “No”, le digo. “Bueno andáte allá al frente (Zuviría y España) y traéme el carnet”. Voy, llevo el documento, me firman, cruzo de nuevo al frente y estaba la secretaria: “¿Vos sos Renoldi? Dáme el número de carnet. Ya está. Andá nomás, ya te vamos a avisar”. Me voy a la Casa de la Cultura, creo que pasó un mes y medio cuando me salió el nombramiento.

Desde ese momento yo dije este tipo… lo tengo que respetar, no lo conocía, el tipo vio la situación y tac tac, al toque me pusieron.

¿Te nombran como técnico?

– Es el primer cargo que hubo en Salta que era Iluminador Teatral. Después estudiando un poco lo que había pasado, me entero que estuvo ahí Miro Barraza, después José Bonzuk y yo soy el tercero, pero el primer cargo de Iluminador Teatral es mío, de ahí en más quedé como Técnico y después el cargo era de Técnico Iluminador Teatral. Ese es el primer cargo mío. Después tuve unas idas y venidas con Ashur que me sacó del cargo de Iluminador Teatral y cuando volví había otra gente haciendo ese trabajo. Ahí me nombraron como Supervisor técnico. Desde esa época hasta hoy estoy con ese cargo.

Es más, este año me dan la medalla por los 25 años de laburo en Cultura, que son los 25 años que entró el gobierno democrático en nuestro país.

¿Te van a dar un medalla o es una joda?

– Sí, por los 25 años. Me enorgullece haber trabajado en el teatro, no me enorgullece haber sido un empleado publico digamos, estar 25 años en el mismo cargo no me parece que sea un reconocimiento al aporte que yo hice por el hecho de trabajar en una institución que se dedica a la Cultura. ¿Recibir una medalla como empleado? Me parece que no, no… eso no; me hubiese gustado que me reconozcan desde el otro lado.

Fui reconocido por A.Te.Sa. en su época, por los premios Phersu, con menciones, que está bien. No lo tomo como que gané los premios sino como que yo estuve aportando a la Muestra Estudiantil de Teatro, a las Fiestas Provinciales, a los talleres gratuitos que di en colegios, todo el trabajo que yo hice por la Cultura de Salta. Me siento agradecido que hayan reconocido lo que yo di, el esfuerzo que yo puse, desde todo lo que traté de hacer por la Cultura de Salta. Y sobre todo en Salta, más allá que vaya a otros lados a representar a Salta, eso me hacía sentir bien. Pero después que la gente de Salta me reconozca por haber sido un empleado público no, no, no. No me parece.

¿Qué relación tiene tu cargo con los talleres que hacés?

– Nada. A esos talleres los dictaba Juan de la Cruz Morata, cuando él muere la Sra. Eleonora Ferrer me dice que como yo sabía teatro, si podía dictar los talleres pero que no me iban a pagar como docente, como el tipo que tiene a cargo los talleres, que iba a seguir como empleado.

¿No te pagan por dictar los talleres?

– No, yo sigo cobrado como Supervisor técnico nada más. No hay un plus aparte, no hay nada.

¿Es por el honor de suceder a Morata y nada más?

– No. Por un lado a mí me pareció interesante el hecho de poder seguir aportando porque a mí me interesaba el teatro. Fueron los comienzos y siempre es bueno volver a los comienzos para saber por qué estamos donde estamos, recordar qué fuerzas habían dentro de uno cuando lo hizo y eso es lo que te mantiene vivo a través del tiempo y no se vuelve algo técnico y frío.

Este amor que yo tengo hacia el Teatro, hacia la Cultura, hacia el Arte que es lo que yo hago, hace que yo me mantenga y no me interesa cobrar. Yo sigo cobrando un sueldo como Supervisor Técnico nada más. Y al cargo lo tengo entonces cuando llegan las fiestas me dicen que como yo entiendo, que esté, y bueno… Algún día se creará un Departamento de Teatro en la Secretaría y quizá esté o nombrarán a otro. Trabajar en la Secretaría me permite el contacto, el hecho de estar, de mantener una presencia y por otro lado, trabajo en mis talleres y tengo mi grupo aparte.

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